¿Quieres influir en el Gobierno? Llama a tu congresista (pero no hace falta que le grites)
Jason Chaffetz, el congresista republicano de Utah que preside la comisión de control ético del gobierno de la Cámara de Representantes, contestó el jueves pasado las preguntas de los ciudadanos que representa ante un millar de personas en un auditorio de un instituto a las afueras de Salt Lake City.
Bastó con que pronunciara el nombre del presidente Donald Trump para que empezaran los gritos y abucheos. La mayoría de las cuestiones fueron quejas en un tenso e inusual town hall para un republicano en el conservador Utah.
A ratos, Chaffetz repetía “relax!”. Entre gritos del público de “do your job”, el congresista intentaba asegurar a los votantes que vigilará los conflictos éticos de la nueva istración o que luchará para que los votantes no se queden sin seguro médico si los republicanos eliminan ahora el sistema diseñado por el Congreso.
Varios representantes republicanos están viviendo por todo el país escenas similares que también se parecen a las que vieron los demócratas durante la aprobación de la reforma sanitaria de Obama. En 2009 y 2010, los republicanos más activos, organizados alrededor de la idea del Tea Party, acudían a los encuentros de congresistas en sus estados para quejarse o abuchear.
30.000 llamadas
Las protestas así son a menudo un desahogo, pero también una señal de la importancia que le dan al Congreso los votantes cuando están descontentos con su presidente.
Y los ciudadanos aciertan al escoger su objetivo porque son las dos cámaras las que tienen la capacidad de limitar el poder del ejecutivo y son los congresistas y senadores quienes tienen la responsabilidad individual de criticar o parar las medidas que consideren excesivas o incorrectas o dañinas para sus votantes.
La senadora republicana de Alaska Lisa Murkowski decidió votar “no” a la elegida por Trump para ser secretaria de Educación, Betsy DeVos, después de recibir unas 30.000 llamadas a la semana y miles de mensajes por Facebook y otras vías, según explicó ella misma.
El Congreso, algo más popular
El Congreso es una de las instituciones más impopulares del país, pero la confianza de los votantes en sus representantes ha crecido en las últimas semanas. Según los últimos datos de Gallup, pasó del 19% de enero al 28% de febrero, el mejor dato desde 2009 y cerca de la media histórica.
El salto ha sido sobre todo por la mejoría de opinión entre los republicanos, cuyo partido tiene ahora la mayoría en las dos cámaras.
Pero más allá del entusiasmo partidista después de la victoria, los ciudadanos tal vez reconozcan el papel especialmente crucial ahora de los del Senado y de la Cámara de Representantes, sobre todo de los republicanos.
Así, Chaffetz es responsable de pedir explicaciones a la Casa Blanca sobre conflictos de interés o violaciones éticas como la promoción de marcas de la familia Trump. El congresista dio su primer paso contra la istración Trump al pedirle a la oficina de ética gubernamental que estudie la petición que hizo en televisión la consejera de la Casa Blanca Ivanka Trump.
Lo que esta en juego en 2018
La presión pública puede tener consecuencias rápidas de aquí a las elecciones de 2018, cuando un tercio de senadores y todos los congresistas se enfrentan de nuevo a los votantes.
En el caso del Senado, lo tienen más difícil los demócratas porque ocupan ahora 23 escaños de los que estarán en disputa (los republicanos sólo nueve). En el caso de la Cámara de Representantes, se vota sobre los 435 sitios y aquí es donde los republicanos tienen más que perder.
La Cámara es esencial en el juego democrático, sobre todo cuando hay problemas. El proceso de impeachment, por ejemplo, para obligar a dimitir a un presidente empieza en la comisión de asuntos judiciales de la Cámara. La investigación de conflictos éticos arranca en su comité de control.
Durante los años de Obama, parte de la legislación fue bloqueada por la Cámara, por ejemplo la reforma migratoria, para la que había acuerdo entre republicanos y demócratas en el Senado, pero que la Cámara no quiso ni considerar.
La tensión entre el presidente y el Congreso ha sido la causa del bloqueo de la toma de decisiones, pero también históricamente la garantía en casos en que los presidentes han intentado abusar de su poder.
En el Museo Nacional de Historia Americana de Washington, el ala sobre la Presidencia expone en la sala dedicada a los límites del poder una litografía de 1834 que muestra al senador Henry Clay cosiendo la boca al presidente Andrew Jackson, el populista que ordenó la matanza de miles de indios y se negó a aplicar decisiones del Supremo.
Jackson desmontó el banco central y despidió a su secretario del Tesoro, lo que provocó una moción de censura del Senado. Según Jackson, él era el único representante de la voluntad popular y sus decisiones debían estar por encima de las demás instituciones. No consiguió que fuera así.