Qué podrá hacer y qué no podrá hacer Trump: los límites del poder del Despacho Oval

El triunfo inesperado de Donald Trump desató la incertidumbre sobre el futuro de millones de personas: indocumentados, musulmanes, refugiados. Oficiales del Ejército y expertos en política exterior han alertado sobre la posibilidad de que llegara a la Casa Blanca.
Ahora que lo que parecía improbable ha ocurrido, es un buen momento para analizar hasta dónde puede llegar el impacto de Trump.
Esto es lo que puede y lo que no puede hacer el presidente electo después de su toma de posesión.
Su primer día como presidente
El 22 de octubre el candidato republicano pronunció en la ciudad de Gettysburg un discurso en el que detalló 18 cosas que haría durante su primer día en la Casa Blanca: seis propuestas contra la corrupción, siete para proteger a los trabajadores y cinco sobre inmigración.
No todas esas medidas están al alcance de Trump. El presidente electo puede dejar de aplicar el Acuerdo de París sobre cambio climático o suspender el programa de acogida a los refugiados. Pero impulsar una enmienda constitucional que limite los mandatos de los congresistas no es algo que pueda hacer en un día ni que esté entre sus funciones como presidente. Es un proceso complejo que sólo pueden iniciar dos tercios de los estados o un voto cualificado de las dos cámaras del Capitolio y que deben ratificar tres cuartas partes de los estados de la Unión.
Son detalles que Trump quizá desconoce pero que deben conocer algunas personas de su entorno como Chris Christie, Jeff Sessions o Newt Gingrich. La esperanza es que esas personas guíen al presidente electo para evaluar el efecto de sus promesas durante el proceso de transición.
¿Puede levantar el muro?
Trump dijo en Gettysburg que en sus primeros 100 días como presidente presentaría un proyecto legislativo para reforzar la seguridad en la frontera y construir un muro en la frontera sur. Es la promesa estrella de su campaña y muchos seguidores se sentirían defraudados si al final no cumple con su propósito.
Construir el muro es problemático por varios motivos. El más importante es quizás el precio, que según los expertos rondaría los 25,000 millones de dólares. Los republicanos del Capitolio han acusado a Obama durante años de disparar la deuda durante su mandato.
¿Votarán a favor de un proyecto que subirá el déficit público y que tendrá efectos perjudiciales para la economía de las ciudades fronterizas? No parece probable sobre todo en el Senado, donde quedan algunos republicanos más moderados en asuntos de inmigración.
Según decía aquí el reportero Evan Osnos, algunos congresistas dan por hecho que Trump se verá obligado a conformarse con una ampliación simbólica de la valla que se ubica en un fragmento de la frontera desde 2006.
Tampoco parece fácil que Trump logre su propósito de endosar los costes de la construcción del muro al país vecino. Su presidente, Enrique Peña Nieto, ya ha anunciado que su Gobierno no pagará y el millonario introdujo un pequeño matiz en su discurso explicando que primero levantará el muro y luego pedirá a México que reembolse esa cantidad.
Las órdenes ejecutivas de Obama
Trump asegura que derogará todas las órdenes ejecutivas de Obama. También las dos que ofrecieron a millones de indocumentados la posibilidad de vivir en Estados Unidos sin miedo a la deportación.
El presidente electo no necesita someter esas decisiones a votación en el Congreso: son acciones del presidente que sólo el presidente puede derogar. Tampoco las prioridades de los agentes de inmigración a la hora de deportar. Las actuales están expuestas en el memorandum publicado en noviembre de 2014 por la agencia federal de Inmigración. Los agentes tienen la orden de priorizar la deportación de los indocumentados que hayan cometido un delito grave, tengan conexiones terroristas o acaben de llegar al país.
Trump podría cambiar esas prioridades en cualquier momento sin rendir cuentas al Capitolio. Pero si quisiera acelerar las deportaciones, debería ampliar el personal y el presupuesto del Departamento de Seguridad Nacional y eso sólo pueden aprobarlo las dos cámaras del Congreso.
“Lo más tranquilizador es que deportar a millones de personas sería muy caro”, me dice el profesor Greg Magarian, profesor de la Washington University y experto en Derecho constitucional. “No deportar es mucho más barato y los congresistas republicanos se lo pensarán mucho antes de aprobar algo así. Sería una locura y alejaría a los hispanos del partido durante una generación”.
¿Serán los republicanos un dique?
Muchos legisladores republicanos piensan ahora que Trump puede ser un instrumento para sacar adelante sus propuestas pero el presidente electo es una criatura peculiar.
“Es una persona indisciplinada que no tiene experiencia ni principios”, dice el profesor Magarian. “Es muy probable que la personalidad de Trump y su tendencia a mirarse al ombligo y llamar la atención le cree problemas con los republicanos en el Congreso. Aunque quizá no ocurra al principio porque los presidentes suelen disfrutar de una luna de miel”.
Por primera vez desde 2006, los republicanos tienen el control de la presidencia y de las dos cámaras del Capitolio. Pero al contrario que entonces están en una posición difícil por el perfil de Trump.
“El presidente electo no ha ganado más votos que su adversaria y los republicanos han perdido escaños en el Senado y en la Cámara de Representantes”, dice el profesor Magarian. “El triunfo es engañoso porque el partido sigue afrontando cambios demográficos que amenazan su supervivencia y no sabe qué hacer. ¿Deben seguir defendiendo las rebajas de impuestos y el libre comercio o deben abrazar el nacionalismo económico de Trump? No suele ocurrir que un partido atraviese una crisis de identidad mientras está en el Gobierno. Suele ocurrir mientras está en la oposición”.
Senadores como Jeff Flake o Ben Sasse desconfían del presidente electo y podrían frenar algunas de sus propuestas. Los republicanos tienen una mayoría mínima en el Senado: tres votos bastan para cambiar el sentido de una votación.
¿Pueden hacer algo los demócratas?
Tienen muy pocas opciones. Hasta hace unos años bastaban 40 escaños para bloquear la designación de cualquier nombramiento. Hoy esa herramienta sólo existe en la confirmación de los jueces de la Corte Suprema. Pero eso también podría cambiar si los demócratas intentan bloquear la designación del juez designado por Trump.
Un senador demócrata podría frenar la aprobación de un proyecto de ley recurriendo a la táctica del filibusterismo pero apenas lograría demorar su aprobación.
¿Tiene las manos libres Trump en política exterior?
El ámbito en el que el presidente electo tiene más margen de maniobra es la política exterior. Puede tomar decisiones sin rendir cuentas al Congreso en muchos asuntos que tienen consecuencias reales para las relaciones de EEUU con sus aliados y para la seguridad internacional.
Esa libertad tiene algunos límites. Trump necesitaría someter a votación del Congreso detalles como un cambio en la distribución de ayuda al desarrollo o para llevar a cabo su plan de ampliar el gasto militar. Pero el presidente tiene las manos libres para fortalecer las relaciones de EEUU con países como Rusia, China o Corea del Norte y para suspender el acuerdo nuclear con Irán.
Como comandante en jefe, puede cambiar a su antojo el despliegue de las tropas y lanzar un ataque contra otro país. “La Constitución establece que sólo el Congreso tiene poder para declarar la guerra pero el Congreso no ha dado ese paso ni una sola vez desde la II Guerra Mundial”, dice el profesor Magarian.
“A veces el presidente ha convocado a los líderes del Capitolio para explicarles una intervención militar y otras veces la ha sometido a votación de forma voluntaria. El problema de Trump es que es imprevisible. Hizo campaña como un líder a favor de aislar al país y no intervenir en el extranjero. Pero su personalidad agresiva hace temer que cambie de opinión”.
¿Puede el Ejército desobedecer una de sus órdenes?
No puede. Trump es el comandante en jefe y los generales deben obedecer sus órdenes. Si decide lanzar un ataque nuclear, los expertos encargados de ejecutarlo deben acatar su decisión, que se ejecuta en apenas cuatro minutos.
“Uno puede imaginar una circunstancia en la que un jefe militar diera un paso al frente y renunciara a su puesto públicamente para ejercer presión sobre él”, dice el profesor Magarian, que ite que sería “una cosa inusual”.
¿Puede frenar la apertura a Cuba?
Con respecto a este asunto, lo más importante que puede hacer Trump son las cosas que puede dejar de hacer: volver a ignorar al régimen o abandonar algunos de los gestos de Obama, que visitó la isla hace unos meses.
“Es un asunto que me fascina”, dice Magarian. “Trump es el tipo de persona que podría estar interesado en una relación más estrecha con Cuba por sus intereses en la industria del juego. Pero los senadores Rubio y Cruz tienen orígenes cubanos y estoy seguro de que combatirían cualquier deshielo añadido. Dudo que Trump tuviera motivos para meterse en una guerra así”.
¿Puede endurecer la ley contra la prensa?
El presidente electo no tiene el poder para derogar o limitar la primera enmienda de la Constitución de EEUU, que consagra la libertad religiosa y la libertad de información. Trump ha dicho en alguna ocasión que estaría a favor de implantar una legislación similar a la del Reino Unido, donde es más fácil para una empresa o para un famoso denunciar a un periodista por atentar contra su honor o dañar su intimidad.
La única forma de derogar o retocar la primera enmienda es seguir el proceso descrito al principio de este texto. El único que puede cambiar la interpretación jurídica de la enmienda es la Corte Suprema, cuyos jueces conservadores no parecen a favor de hacer una cosa así.
El presidente sí podría decirle al fiscal general que no persiguiera ninguna violación de la primera enmienda en casos como el que ocurrió en Ferguson durante los disturbios, cuando acusaron a la policía de vulnerar la libertad de expresión.
¿Resistirá el sistema?
Los autores de la Constitución diseñaron un sistema muy complejo donde cada actor tiene un poder muy limitado precisamente por miedo a un demagogo como Donald Trump.
Los excesos de órganos representativos como la Cámara de Representantes están atemperados por los mandatos de seis años de los senadores y por cargos vitalicios como los de los de la Corte Suprema. Los estados tienen poderes sobre asuntos muy importantes y el presidente no puede aprobar su programa a su antojo como ocurre a menudo en países como el Reino Unido o Francia. Casi siempre está obligado a negociar.
El objetivo de los autores de la Constitución era limitar el impacto de una enajenación colectiva y evitar el ascenso de un monarca absoluto o de un dictador. Esa intención resuena unas horas después de la elección de Trump.
“Es un desafío al sistema con el que no me siento cómodo”, dice el profesor Magarian desde St. Louis. “Confío en que las rivalidades entre las distintas ramas del Gobierno frenen posibles locuras y no he entrado en pánico. Pero el resultado electoral entrega demasiado poder a los republicanos. No sólo tienen la Casa Blanca y las dos cámaras. También están en una posición fuerte en la Corte Suprema y esas cosas son preocupantes con un presidente como Trump”.
¿Frenará este sistema los excesos de Trump? “Yo diría que sí”, dice el profesor. “Pero es un escenario que pone a prueba el sistema y que deja nuestro futuro en manos de los republicanos del Congreso que de verdad amen la Constitución y estén dispuestos a poner a su país por delante de su partido. Desde enero del año que viene un partido tendrá en sus manos todos los resortes del poder”.
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