La historia de censura de los murales latinos en Los Ángeles

Bárbara Carrasco tiene claros recuerdos de cuando los problemas comenzaron. Era 1981. En la muralla de una oficina en Los Ángeles vio un bosquejo de su mural. En el dibujo, algunas imágenes estaban marcadas con círculos púrpura y, otras, en color rojo. Los que le habían pedido el mural querían achicar las imágenes en púrpura. “Y los círculos rojos debían ser definitivamente eliminados”, dice Carrasco. “Uno de ellos era de cuando a los japoneses estadounidenses los llevaron a campos de concentración en Estados Unidos”.
Lo que sucedió con el trabajo de Carrasco es parte de una nueva exposición que abrirá el 23 de septiembre en LA Plaza de Cultura y Artes, en Los Ángeles. Esta contará la historia de ocho murales pintados por artistas chicanos en el Sur de California, todos los cuales fueron criticados, censurados, pintados encima e incluso destruidos.
El mural de Carrasco fue -y es, ya que ella consiguió recuperarlo y rescatarlo- una obra de arte épica. Son cuarenta es que, cuando ensamblados, miden 20 pies de alto y 80 de largo (6 por 24 metros). En ellos se ve una mujer con el pelo volando hacia la derecha. Entre sus mechas hay 51 imágenes de la historia de Los Ángeles. Están las tribus que vivieron en la zona mucho antes que nadie; está Biddy Mason, la última esclava de la ciudad; está el estadio de los Dodgers y las casas que se destruyeron para construirlos; y están los japoneses estadounidenses que sufrieron la prisión en EEUU durante la Segunda Guerra Mundial.

El mural ‘La historia de Los Ángeles: Una perspectiva mexicana’, de Bárbara Carrasco, fue censurado. Será expuesto de manera completa en Union Station, entre septiembre y octubre. (Sean Meredith)
“Yo no lo podía creer”, dice Carrasco, recordando cuando la Agencia de Redesarrollo Comunitario de Los Ángeles intentó censurar su trabajo. “Me chocó un poco que ellos hicieran eso. Yo les dije ‘es que esta no es mi historia, es nuestra historia’”. Carrasco no tenía intención de borrar nada. Ellos le dijeron que se consiguiera un abogado.
“Durante nuestras investigaciones encontramos que es muy común que los murales estén bajo amenaza”, explica Erin Curtis. Ella es la curadora de la exposición, llamada Murales Rebeldes, la que es parte a su vez de un gran evento de arte que sucederá en toda la ciudad llamado Pacific Standard Time: LA/LA. Este exposición simultánea reunirá diferentes expresiones de arte latino y latinoamericano entre septiembre de 2017 y enero de 2018. “La amenaza a estos murales no siempre sucede de las formas que esperarías. Hay algunas más ocultas, que los llevan a estar en peligro”. A veces es la censura directa, intentos de borrarlos o destruirlos. Pero a veces es la falta de recursos para mantenerlos y conservarlos.
En el caso del mural de Carrasco, ella logró retener la propiedad de la obra, la que actualmente está guardada en una bodega en Pasadena. Luego de años guardando polvo, será rearmada y exhibida en Union Station, en Los Ángeles, entre el 29 de septiembre y el 22 de octubre. Pero este es el único mural completo que sobrevive de los que forman la exposición.
David Botello vio cómo su mural se convertía en escombros en 1988, ocho años después de que lo pintara junto a Wayne Alaniz Healy y George Yepes, en una estación de gasolina en Boyle Heights. “No hubo advertencia, todos estábamos impactados”, dice Botello. En esta obra, ellos trataron de hablarle a los jóvenes de una secundaria cercana, mostrando cómo las distintas razas tienen un espíritu común que los alimenta desde la tierra. Imágenes de gente en autos se mezclan con máquinas de la industria petrolera, íconos mayas y dinosaurios. Se llamaba ‘Cargándose en energías antiguas’. Pero cuando un nuevo dueño compró el terreno, decidió botar la muralla.
“Esto es muy difícil para todos nosotros, los muralistas”, dice Botello. “Muchas de estas piezas son hechas a bajo costo, casi por nada, y el artista hace un trabajo de amor, en muchas ocasiones con mucho trabajo duro. A veces tienes que esforzarte para conseguir una simple escalera. Cuesta tener pintura. Mis socios y yo teníamos nuestros trabajos normales y hacíamos esto en los fines de semana y en las noches”.
Cuando comenzaron a destruir el mural, un maestro local llamó a Botello y él alcanzó a llegar a tiempo para rescatar algunos restos. Se quedó con parte de los escombros, los que guarda hasta ahora. La exposición usará formas creativas para explicar los murales ya no existentes, incluyendo estos objetos: fotos, bosquejos, documentos, modelos, pequeñas partes y restos de lo que quedó de estas obras olvidadas pero muy importantes. Curtis dice que, precisamente, uno de los objetivos es, a través de los murales desaparecidos, mostrar la relevancia de este tipo de arte y, a través de él, las historias de las comunidades chicanas y latinas.
“Estos murales hablan de los problemas experimentados por las comunidades mexicanas y méxico-estadounidenses en Los Ángeles y hablan de una historia distinta, porque esta comunidad no era reconocida en la sociedad distinta en ese momento”, dice Curtis. Estas historias no eran contadas más que en las murallas de Los Ángeles. “Y también responden a las preocupaciones de la comunidad en distintas formas. Hicieron un muy buen trabajo en articular estas preocupaciones de los chicanos”.
Un claro ejemplo de esto era el mural pintado por Sergio O’Cadiz, en la Colonia Juárez, en Fountain Valley. Mucho antes de su destrucción en 2001, esta obra ya enfrentó problemas. “Él pintó a dos policías arrastrando a un joven chicano”, dice Curtis. “Hubo una respuesta muy negativa por parte de la policía local frente a este mural”. Antes incluso de que lo finalizara, esa imagen en particular fue atacada con pintura blanca. Pero, en vez de limpiarla o repintarla, el artista decidió dejarla así, para evidenciar la controversia.
Lamentablemente, los artistas ven que esto sigue siendo un problema. “Si eres un muralista en Los Ángeles, seguramente has tenido al menos un mural vandalizado, desatendido o perdido en alguna u otra manera”, dice Yreina Cervantez, otra artista parte de la exposición. “Esto tiene que ver con que los murales, especialmente en Los Ángeles, nunca se les ha dado el mismo valor que, por ejemplo, lo que se considera ‘alto arte’”.

Un detalle de ‘La Historia de Adentro/La Historia de Afuera’ por Yreina D. Cervántez y Alma López. / (Cortesía de Yreina D. Cervántez. Foto de Alma López)
El mural ‘La historia de adentro/La historia de afuera’, de Cervantez, es la pieza más contemporánea en la exposición. Lo pintó en 1995 con Alma López. De manera similar al mural de Bárbara Carrasco, también trató de contar la historia de comunidades que normalmente no son escuchadas. En la tradicionalmente blanca ciudad de Huntington Beach, ellas trataron de mostrar que hay más de lo que los historiadores y líderes dicen que hay ahí: retrataron a distintas personas clave del área, todas miembro de minorías. Para esto, hicieron una larga investigación (Carrasco hizo lo mismo con su mural) y conversaron con representantes de la comunidad.
Pero en 2008 los líderes del centro de arte local aron a Cervantez para decirle que el mural había sido dañado con grafiti. Como muchas de estas obras, había caído presa de este tipo de problemas y no había muchas intenciones de mantenerla o limpiarla.
“Ofrecí restaurarla por una cifra muy modesta”, recuerda Cervantez. “Podrían haberla conseguido fácilmente. Yo podría haber buscado formas de financiamiento. Pero, luego de un tiempo, me di cuenta que no era una opción”.
Finalmente, pintaron el mural. Esto lleva a otra meta de la exposición: llamar la atención de la necesidad de cuidar de estas obras. “Nuestra meta en la exposición en La Plaza es mostrar lo fácil que es que estos murales estén en riesgo y servir como un lugar de diálogo e inspiración sobre lo que está sucediendo con los murales, sobre sus ideas, las que siguen presente hoy”, dice Erin Curtis.
Y, de acuerdo a los artistas, esto es algo que se necesita especialmente hoy en Estados Unidos, en el contexto político actual. “Los murales siempre han dicho cosas que la gente no quiere escuchar”, añade Yreina Cervantez. “Realmente espero que no sea tan difícil para las generaciones de muralistas jóvenes como sí lo fue para nosotros”.