Los sindicatos redujeron la desigualdad urbana ¿los necesitamos ahora más que nunca?

Las ciudades se han convertido en calderas burbujeantes de desigualdad económica, particularmente después de la Gran Recesion. En su nuevo libro, Richard Florida escribe que esta situación se encuentra en el núcleo de lo que él llama la ‘ Nueva Crisis Urbana’ y sugiere soluciones mediante vivienda equitativa, impuestos, infraestructura y políticas antipobreza.
Pero hay otra solución —la cual hoy día mayormente se ha pasado por alto— que ha ayudado a reducir la desigualdad masiva en el pasado: las negociaciones colectivas y el rol de los sindicatos. En un nuevo artículo académico, dos economistas —Brantly Callaway en la Universidad Temple y William J. Collins en la Universidad Vanderbilt— examinan las décadas después de la Gran Depresión en que la desigualdad económica bajó drásticamente y luego se mantuvo baja durante varias décadas después. A su vez, los investigadores concluyen que el ascenso simultáneo de la igualdad y la sindicalización durante este tiempo “no fue solo una coincidencia”.
El análisis fue publicado por la National Bureau of Economic Research (Oficina Nacional de Investigación Económica). Se basa en un nuevo conjunto de datos: una completa encuesta realizada en múltiples ciudades en 1951, la cual recopiló información sobre sueldos, el estatus de sindicatos, niveles educativos, historial laboral y antecedentes familiares. En cinco ciudades — Filadelfia, New Haven, St. Paul, San Francisco y Los Ángeles— los investigadores compararon los sueldos de hombres que eran de sindicatos con los que no lo eran, sesgando diferencias en educación, si habían nacido en otros países y la geografía, entre otros factores.
En el medio de la distribución de ingresos, la prima salarial —la diferencia entre los ingresos medios para los trabajadores que pertenecían a sindicatos y a los que no pertenecían a sindicatos— era de sólo un 3%. Pero en la parte inferior de la escala salarial, la diferencia entre los de estos grupos —los cuales eran similares en los demás aspectos— era enorme. Un trabajador de sindicato en el percentil décimo inferior probablemente hubiera ganado un 20% más que su homólogo que no pertenecía a un sindicato. “Centrarse en el medio de la distribución hace que uno se pierda una gran parte de la historia. Las brechas salariales sindicales aparecen en la parte inferior de la distribución salarial y eran más grandes para los afroestadounidenses y para los hombres con menos educación”, explicó el artículo.
Para realizar una prueba que indicara el papel que desempeñó esta diferencia en los niveles generales de desigualdad, los investigadores diseñaron una hipótesis de contraste: ¿qué hubiera sucedido si la prima salarial no hubiera existido, si los del sindicato hubieran ganado tan poco como los que no eran ? La respuesta es que la desigualdad hubiera aumentado en casi un 20% más, principalmente porque bajó el punto más bajo de los sueldos. “La distribución salarial sindical es bastante comprimida”, dice Collins. “Cuando se descompone esa compresión, la distribución total de ingresos se vuelve más ancha”.
Cuando los investigadores repitieron los pasos señalados arriba, pero con los datos censales de 1973 —la primera vez en que la membresía en sindicatos fue registrada mediante la Encuesta Poblacional Actual— encontraron un patrón parecido: grandes incrementos salariales para los trabajadores sindicales que quedaban hacia el fondo de la distribución y una desigualdad más alta cuando los incrementos no existían. Pero, por lo general, esos efectos fueron menos drásticos que en la muestra de los años 50, tal vez porque ya para este tiempo, la membresía en sindicatos ya había empezado a disminuir.
El artículo incluye advertencias importantes en cuanto a estos hallazgos. Primero que nada, el conjunto de datos es bastante rico, pero no es perfecto. Sólo es representativo de tendencias en las ciudades norteñas. Y no incluye nada sobre las prestaciones no salariales —tales como vacaciones pagas, pensiones y seguro de salud— de los trabajadores analizados en el estudio. El experimento tampoco ha sido aleatorizado, lo cual significa que otras explicaciones para estas tendencias quizás estén en juego.
Sin embargo, las conclusiones del artículo concuerdan con un conjunto de investigaciones anteriores. El economista laboral Richard Freeman ha escrito extensamente sobre los pros y los contras de sindicatos a lo largo de las últimas cuantas décadas. Su trabajo más reciente —publicado en Center for American Progress, instituto que tiene inclinaciones izquierdistas— encontró que el descenso en la pertenencia sindical en EEUU ha contribuido de manera significativa a la clase media decreciente y la dificultosa movilidad económica.
Otro ejemplo es el del economista Emmanuel Saez, en Berkeley. Saez publicó un nuevo trabajo que se sumó al conjunto de investigaciones que muestran que los sindicatos más fuertes en realidad aumentaron los salarios de todos los trabajadores. Mientras tanto, otros han criticado los sindicatos, argumentando que ponen en peligro a la productividad y a la competitividad. Además, dicen que ya no son relevantes en la economía globalizada y servicio de hoy día, particularmente a medida que va avanzando a toda velocidad hacia la automatización.
¿Tienen razón los detractores? ¿Será posible que los sindicatos hagan una reaparición en esta época? El artículo de los investigadores no responde a esa pregunta en sí, pero basado en otras discusiones sobre el tema, una respuesta sería: sí, lo podrían hacer, pero no de la misma forma de antes.
Primero, una mayoría de los estadounidenses aún están a favor de los sindicatos, así que no es como si la voluntad pública en cuanto las negociaciones de convenio se haya esfumado (de hecho, a lo mejor se haya revigorizado después de la elección). El descenso en la membresía en sindicatos —el cual ha sido más drástico en EEUU que en el resto del mundo— ha ocurrido por motivos tecnológicos, políticos y económicos. Según explica Rich Yeselson de Talking Points Memo.
“Ampliamente, la sindicalización disminuyó en EEUU por algunas de las mismas razones estructurales y macroeconómicas que ha disminuido en casi cualquier país avanzado del mundo”, dice Yeselson. “Pero el descenso también ocurrió por razones intrínsecas de la economía política estadounidense… en otras palabras, [ocurrió por las] enormemente desiguales relaciones de poder entre corporaciones y sus aliados políticos y los sindicatos y sus aliados políticos menos confiables. A medida que se fue debilitando la influencia que los sindicatos tenían en el partido demócrata debido a su tamaño decreciente, los efectos económicos de primer orden de la desigualdad fueron agravados por la desaparición de segunda orden de una alternativa política a la clase elite empresarial y sus defensores en el partido republicano”.
En un artículo publicado en Harvard Business Review en 1991, el periodista de negocios John Hoerr escribió que los sindicatos tienen que ser dinámicos, que tienen que encontrar nuevas ventajas y nuevas estrategias para asegurar que estén protegiendo a trabajadores en la economía de hoy y también preparándolos para los cambios inminentes. Hoy día, eso quizás sea más cierto que nunca. Después del descenso en la membresía tradicional sindical, pequeños sindicatos que son sólo para mujeres y organizaciones defensoras cada vez más están asumiendo el cargo que antes asumían los sindicatos. Pero va a tomar un impulso mayor y más poderoso hacia las negociaciones de convenio de alguna manera para así aumentar salarios bajos y ayudar a desmantelar la desigualdad urbana.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.