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Los Juegos Olímpicos desarmables: qué sucederá con la infraestructura de Pyeongchang después de que termine el evento

Los recintos de los Juegos de Pyeongchang, que se celebran en un remoto y empobrecido rincón de Corea del Sur, no están hechos para durar. Probablemente eso sea lo mejor.
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13 Feb 2018 – 04:48 PM EST
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El estadio principal de los Juegos de Peyongchang durante su construcción, en octubre de 2017. Crédito: Chung Sung-Jun/Getty Images

Cuando los atletas desfilaron en el estadio olímpico en Pyeongchang, Corea del Sur, en las ceremonias de apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno 2018, experimentaron una cuarta parte de la vida útil del estadio de 60 millones de dólares.

El Estadio Olímpico pentagonal con capacidad para 35,000 espectadores es un ejemplo extremo de arquitectura desplegable, un recinto para megaeventos con una vida útil planificada más corta que la carrera de un atleta de snowboarding aéreo. El estadio se usará cuatro veces en total: para las ceremonias de inauguración y clausura de los Juegos de Olímpicos Invierno y los Paralímpicos de Invierno. Luego será demolido.

Con su estructura simple y techo abierto, la estructura temporal se diseñó teniendo en cuenta la demolición—una técnica que se había empleado anteriormente en las Olimpiadas de Invierno en Albertville, Francia, en 1992. Dadas las temperaturas bajo cero que se pronostican, las instalaciones sin calefacción y sin techo son quizás menos que ideales.

Según algunos estándares históricos, los Juegos de 2018 podrían ser un modelo de ahorro olímpico.


Pero la alternativa —una estructura permanente más costosa— probablemente sea una idea aún peor, según los expertos. Pyeongchang es un reducto rural de alrededor de 45,000 personas en una de las áreas más pobres de Corea del Sur, un país donde los deportes de invierno tienen un pequeño número de seguidores. Si no se derriba el estadio, probablemente se una a una poderosa manada de elefantes blancos del pasado de los Juegos Olímpicos, infraestructuras que no se han utilizado décadas después de que los atletas regresaron a casa, y sin embargo siguen drenando dinero público en costos de mantenimiento.


Aun así, el rápido final del estadio de 60 millones de dólares y los temores más generalizados de que los Juegos Olímpicos no lograrán cumplir los deseos del gobierno surcoreano de convertir esta remota ciudad en un destino turístico internacional, hacen que muchos, dentro y fuera de Corea del Sur, se cuestionen si los juegos justificarán su costo.

"Es un desperdicio, no hay dudas en cuanto a eso", dice Andrew Zimbalist, economista deportivo del Smith College y frecuente crítico del exceso de los Juegos Olímpicos, sobre la demolición del estadio. "Es muy difícil que algo me haga decir: 'demuélanlo'. Pero dado que la alternativa parece ser que no se usaría y costaría 10 millones de dólares mantenerlo como un elefante blanco, entonces, sí, probablemente sea mejor demolerlo".


El estadio sirve como la última solución para un acertijo demasiado familiar para las ciudades que apuestan por ser acoger los Juegos Olímpicos: se les exige que lancen y financien un gran desarrollo para ganar la licitación, aunque en muchos casos la infraestructura construida para albergar los eventos tiene poco propósito después del evento. Construir recintos no puede crear una demanda que no existía antes. "La única manera en que puede justificarse como inversión económica es si hubiera beneficios a largo plazo: si existiera la necesidad de infraestructura, si es un catalizador para atraer el comercio exterior", dice Zimbalist. "Si todo eso fuera cierto, tal vez tendría sentido. Pero nada de eso se cumple aquí".

Los anfitriones de los Juegos Olímpicos crean los llamados planes de legado para las estructuras olímpicas que detallan cómo se utilizarán después de los juegos, pero esos planes a menudo se derrumban, a menudo espectacularmente. Montreal, que tardó 30 años en pagar la deuda de organizar los Juegos Olímpicos de Verano de 1976, sigue siendo el símbolo de cómo este evento puede casi arruinar una ciudad. La construcción de su espectacular, aunque desafortunado Stade Olympique, estuvo sumida en la deuda, la corrupción y las demoras de construcción. Actualmente se utiliza como un centro de acogida de refugiados para los solicitantes de asilo.


Más recientemente, las ciudades anfitrionas han adoptado el concepto de 'arquitectura temporal', como informó Linda Poon de CityLab en 2016: están construyendo sitios que pueden ser más fáciles de desmantelar o reutilizar. Pero en Río de Janeiro, que fue sede de los Juegos de Verano de 2016, los planes ambiciosos para convertir los estadios en escuelas terminaron siendo postergados. La mayoría de los recintos de los Juegos Olímpicos de Verano 2004 en Atenas se convirtieron en ruinas instantáneas. De hecho, ninguna cobertura de CityLab sobre los Juegos Olímpicos parece estar completa sin estudiar la decadencia fotogénica que se ha apoderado de las sedes de los Juegos anteriores.

¿Puede Pyeongchang vencer la maldición? Los planes de legado de la ciudad muestran algunos signos positivos. La Villa Olímpica se convertirá en condominios, los cuales ya se han vendido, y una línea de tren expreso debería mejorar el turístico a la región desde Seúl. Pero a los críticos les preocupa que los costos heredados y el impacto ambiental atormenten el país mucho después de que los turistas se vayan.

"No creo que Pyeongchang deje ningún ingreso. No va a ser barato”.


El Estadio Olímpico es uno de los muchos recintos temporales, intencionales o no. Un plan para traer una liga de hockey al Gangneung Hockey Center fracasó, y una propuesta para convertir la instalación de patinaje de velocidad olímpico en un almacén de mariscos refrigerados nunca fue muy popular. La pista de esquí alpino en Jeongseon también se demolerá. Ese desarrollo, para el cual se talaron decenas de miles de árboles en un bosque virgen, fue ridiculizado por los ambientalistas surcoreanos.

Sung-Bae Roger Park, profesor asociado de negocios deportivos de la Universidad de Hanyang en Seúl, dice que algunos coreanos ya están sintiendo que se avecina una resaca olímpica. El estado de ánimo estaba decaído, dice Park, muy lejos de la emoción que rodeó a los Juegos Olímpicos de Verano de 1988 en Seúl, que sirvieron como la fiesta de presentación del país recién democrático y fueron promovidos por el gobierno en ese momento como un maná financiero. Así también pasó el Mundial que el país copatrocinó con Japón en 2002. Park tiene pocas esperanzas de que los Juegos de Pyeongchang sean un evento rentable.

"Pequeños grupos de personas obtendrán los beneficios —las empresas de construcción, los animadores y aquellos que disfrutan de los deportes de invierno— y el resto de los contribuyentes llevarán la carga financiera", dice Park. "No creo que Pyeongchang deje ningún ingreso. No va a ser barato”.

Zimbalist observa que el creciente costo de organizar los Juegos Olímpicos está creando una especie de crisis para el Comité Olímpico Internacional, ya que muchas ciudades se han desencantado con el costo económico que pueden conllevar los Juegos. París y Los Ángeles ganaron licitaciones para ser sedes de los Juegos Olímpicos de 2024 y 2028 respectivamente, en parte porque ambas ciudades tienen estadios y otras instalaciones existentes, por lo que el desarrollo no comenzará desde cero.

Mientras tanto, un creciente coro de críticos, Zimbalist entre ellos, continúa insistiendo en elegir dos sitios permanentes para celebrar los Juegos Olímpicos. "No tiene sentido construir un Shangri-la de verano y un Shangri-la de invierno cada cuatro años", dice. "Está avanzando en ese sentido, muy lentamente. Va a requerir que cada vez más ciudades digan 'no queremos tener nada que ver con eso'".

Este artículo fue originalmente publicado en inglés en CityLab.com

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