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Coronavirus

Una vida entre dos pandemias: murió a los 105 años de covid-19 tras sobrevivir a la gripe española

Primetta Giacopini tenía 2 años cuando a su madre la mató la gripe española y acaba de morir a los 105 a causa del covid-19. Su hija las recuerda como luchadoras: "Solo podía matarlas una pandemia".
2 Oct 2021 – 05:26 PM EDT
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La vida de covid-19 que comenzó en 2020 y aún persiste.

Perdió a su madre, Pasquina Fei, cuando tenía solo 25 años y ella dos. La gripe española mató a unos 675,000 estadounidenses, una cifra demoledora que este mes ya superó la pandemia del coronavirus en el país.

Giacopini sobrevivió a la pandemia de la gripe española pero no a la siguiente: el covid-19 acabó con su larga vida, a los 105 años, este pasado 16 de septiembre en la ciudad en la que vivía desde la década de 1970, San José, California.

“Creo que mi madre habría estado bastante más tiempo con nosotros” de no haberse contagiado de coronavirus, dijo a la Agencia AP su hija Dorene Giacopini, de 61 años.

Y añadió: “ Era una luchadora. Tuvo una vida dura y su actitud siempre fue (...) básicamente que todos los estadounidenses que no vivieron la II Guerra Mundial eran básicamente unos niños mimados”.

Tras perder Primetta Giacopini a su madre con dos años, su padre las entregó a ella y a su hermana menor, Alice, a una familia italiana de acogida que se mudó a Italia en 1929.

“Por cómo lo contaba mi madre, no quería criar a esas niñas solo y en esa época los hombres no hacían eso. Para mí, es ridículo”, relató Dorene.

Primetta se ganó la vida trabajando como costurera. De joven -de pelo negro, ojos oscuros y facciones marcadas-, se enamoró de un piloto italiano de combate llamado Vittorio Andriani.

“No le veía mucho porque siempre estaba combatiendo en algún sitio”, dijo Primetta al Golden Gate Wing, un club de aviación militar en Oakland, California, en 2008.

También sobrevivió a la II Guerra Mundial

Italia entró en la II Guerra Mundial en junio de 1940. La policía local advirtió a Primetta para que se marchara porque Mussolini quería a los ciudadanos estadounidenses fuera del país. Ella se negó. Unas semanas después, la policía estatal le dijo que se marchara y le advirtió de que podría terminar en un campo de concentración.

Su novio Andriani desapareció en combate en junio de 1941. Primetta supo después que se había estrellado y había muerto cerca de Malta. Mientras estaba desaparecido, ella se unió a un grupo de desconocidos que salían de Italia en un tren a Portugal.

“En España, una aún puede ver, después de dos o tres años, las huellas de las atrocidades del pasado”, escribió Primetta en una carta a una amiga durante su huida.

Y añadía: “En Port Bou, la frontera española, no quedaba ni una casa en pie; todo había sido destruido porque la ciudad es un importante punto de tránsito que llevaba suministro a los ‘rojos’, el enemigo. (...) He visto tanta destrucción que he tenido suficiente. Pasado mañana subo al barco, y estoy segura de que todo saldrá bien”.

Regreso a EEUU

En Lisboa subió a un barco de vapor con destino a su natal Estados Unidos. Volvió a Torrington, compró un sedán Chevrolet por 500 dólares y consiguió un empleo en una planta de General Motors en Bristol que forjaba acero para cubrir rodamientos para la guerra. Allí conoció a su marido, Umbert “Bert” Giacopini. Siguieron casados hasta que él murió en 2002.

Primetta dio a luz a Dorene en 1960 y recibió una noticia dura: La niña había nacido con espina bífida, una enfermdad congénita en la que la médula espinal no termina de desarrollarse. Durante los primeros 50 años de su vida, Dorene necesitó muletas para caminar. Por temor a que Dorene pudiera resbalarse en los inviernos de Connecticut, la familia se trasladó a San José, California, en 1975.

“Mis padres nacieron hace mucho tiempo. Su actitud ante la discapacidad, y la actitud de mi madre ante la discapacidad, era que era una suerte que yo fuera lista y debía buscarme un trabajo que me gustara mucho porque probablemente no podría casarme o tener hijos. No tomaron clases de paternidad”, recordó Dorene.

Pero Primatta era “persistente”, dijo, y nunca dejó de pelear por ella.

En una ocasión convenció a los responsables de la escuela de que trasladaran las clases adelantadas de la tercera planta de la escuela de Dorene a la primera, para que Dorene pudiera asistir. Durante las primaveras en Connecticut, exigía que los barrenderos municipales despejaran su calle de arena y sal para que Dorene no resbalara.

"Solo pudo matarlas una pandemia"

Este año, durante una visita el 9 de septiembre, Dorene se dio cuenta de que su madre tosía. Sabía que su cuidadora se había encontrado mal desde que su marido había regresado de una boda en Idaho. Los tres estaban vacunados. Pero mientras manejaba de vuelta, Dorene supuso que su madre había contraído covid-19.

“Me aseguré de que decíamos ‘Te quiero’. Creo que ambas dijimos “Hasta luego, cocodrilo. Esa fue la última vez que a vi”, contó Lorene.

Dos días después, Primetta estaba en urgencias. Su saturación de oxígeno cayó sin parar los siguientes seis días hasta que las enfermeras tuvieron que ponerle respiración artificial.

Estaba confusa, y se resistió tanto que tuvieron que sedarla, explicó Dorene. Las radiografías mostraron lo que sucedía: neumonía. Primetta murió dos días más tarde, el 16 de septiembre.

“Tenía un corazón tan fuerte que vivió más de 24 horas después de que le retirasen el oxígeno -por su edad-”, dijo Dorene.

Y añadió: “ Estoy llena de ‘quizás’, qué debería haber hecho con el respirador... (Pero la infección) se había abierto paso en tres personas vacunadas”.

“Me recuerdo a mí misma que tenía 105 años", añadió. "Siempre hablamos de cómo (...) a mi abuela y mi madre , lo único que pudo matarlas fue una pandemia global".

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