¿Jura decir la posverdad y nada más que la posverdad?

En mi trabajo reciente con #fakenews y "posverdad" he chocado de frente con ambos conceptos en acción. Una cosa es verlo como un fenómeno circundante y otra como una selva que debe atravesarse con apenas una pequeña navaja en la mano. Una navaja mellada.
Revela muchos aspectos, no solo de la sociedad de masas, sino de las nuevas figuras que ha traído internet. Recordemos qué es: Un conjunto de contenidos, valores e interpretaciones que no se validan por la ciencia o los hechos forenses, sino por la autoridad de quien las emite. Típico de regímenes, movimientos o líderes autoritarios o carismáticos.
Las religiones y movimientos seudoreligiosos han sido pioneros en este creer sin pruebas o incluso con evidencias en contra. El nazismo y el comunismo son dos ejemplos de lavado de cerebro, de adoctrinamiento que transforma al individuo en un dogmático que solo aceptar una verdad, sin siquiera considerar que puede haber alternativas.
Pero ahora la “posverdad” se ha hecho “mainstream”: súbitamente tenemos graduados universitarios creyendo en que la Tierra es plana, que hay una raza reptiliana de alienígenas infiltrados, que ante una verdad científica puede tener valor una “verdad alternativa” sin comprobación forense… ustedes me entienden. ¿No? A mí me cuesta entenderlo también.
Así que he investigado el asunto en decenas de posts y comentarios en blogs, Facebook, Twitter, Reddit y otras redes. Comparto algunos hallazgos.
Cuando la verdad es el enemigo
La conversación en redes sociales rara vez es un intercambio de conocimientos. Casi en su totalidad, un ejercicio de poder, una forma de imponer las ideas propias.
Más de la mitad de las conversaciones revisadas parecen tener una idea fija, una opinión ya formada. Entonces, desde el principio, solo hay una danza de aprobaciones por un lado y refutaciones por otro. El moderador reafirma con los “aliados” y defiende (a veces ofende) a los “rivales”. Rivales de la idea. Por eso suele responden para aleccionar, preguntar como si quisiese aprender y luego refutar las respuestas, no leer a los demás molestanse si no lo leen. Y así. Me cuido de no hacer estas cosas pero algunas veces las he hecho.
En ambientes muy polarizados la verdad (sería mejor decir “lo verdadero") es el enemigo. Lo verdadero tensa los nervios porque es irremisible, excepto -por supuesto- cuando nos beneficia o da la razón. Pero estadísticamente lo cierto refuta y contradice la mayoría de las veces, y usualmente en temas sensibles. De modo que hay que eliminarlo, si no, alterarlo, y si se puede, ignorarlo.
Un ejemplo simulado:
-La industria X manipula el producto Y para explotar al país Z.
-La industria X no produce el producto Y y dejó de trabajar en el país Z en 1948.
-Esa es tu opinión, yo pienso distinto.
-Lo dice la BBC en un reportaje de ayer.
-BBC está quebrada y la financian los banqueros suizos.
-Tomó estos datos de un informe de la ONU.
-¿La ONU? ¡Peor! Ésa está en manos de un tal Keyser Söze.
La mayoría de las personas, como decía el General Jessup en la película "A Few Good Men" no "puede manejar la verdad." Prefiere autoengañarse que tener el brío de vivir con aquello que la contradice o atormenta.
Si la búsqueda de conocimientos casi no existe. El show-off de conocimientos sí.
Sesgos
Hay varios sesgos identificados por la psicología que describen tales conductas. Está, por ejemplo, el “Sesgo de confirmación” que destaca lo que valida una idea pero ignora lo que la desmiente. El “Efecto Dunning Krugger”, que consiste en sentirnos menos seguros mientras más sabemos, en cambio a los ignorantes con actitud les hace creer que saben más. (Ocurre mucho con líderes políticos). O el “Backfire Effect”, que se expresa así: “Mientras más retan nuestras creencias medulares, más nos aferramos a ellas”.
Opinión rima con radicalización
La mayoría (+90%) prefiere moverse exclusivamente en el terreno de las opiniones, no de los datos. Las opiniones son fáciles, moldeables, no requieren mayor investigación, solo el "bully" necesario para transformarlas en proyectiles.
En general, los grupos que se radicalizan en posturas opuestas llegan a parecerse en niveles de autoengaño, agresividad y desvarío. Lo he observado con chavistas y opositores. Igual con seguidores y detractores de Donald Trump. También los pro y anti armas. Lo de "guerra de ideas" no es una metáfora, es el día a día en las redes.
El caso de Trump es emblemático: el fact-checker Politifact encontró que 51% de las declaraciones del candidato y luego el Presidente fue “mayormente falsas” o “completamente falsas”. Lo interesante (y realmente “post-verdadero”) es que eso no ha hecho mella en la credibilidad y apreciación entre sus seguidores.
La emocionalidad sobrepasa a la racionalidad en unos 9 de cada 10 intercambios de una muestra de foros de Facebook que evalué. Equivale a decir que gana el que grite más fuerte.
La posverdad no os hará libres
La posverdad puede doler, por el caos que crea, pero no debe verse como un fenómeno perverso. Después de todo es la consecuencia natural de que la gente común tenga exposiciones similares a las de los medios industriales y profesionales. ¿Por qué publica y transmite la gente en medios masivos digitales? Porque se puede.
Más de 3 mil millones de personas usan al menos una red social. Internet y los dispositivos móviles lo permiten. Son el escenario de la opinión pública y cubren todas las variedades: publicaciones, disertaciones, conversaciones, broadcast, medios… you name it! Hacia internet se ha movido la industria completa de las comunicaciones, o al menos todos los actores tienen un pie allí.
A veces lo falso ocurre por error del emisor o del receptor. Pongo un ejemplo: un líder político con buena intención muestra la foto de una violación de DD.HH. en su país hace un mes. Resulta que la foto es de otro continente hace tres años. Otro ejemplo: una revista satírica hace una extraordinaria imitación de la primera plana de un diario, la gente la comparte como auténtica… no hay mala intención pero sí caos, porque lo falso es esencialmente caos en el sistema informacional público.
Ahora, ocurre que en ocasiones (cada vez más) lo falso se fabrica, a propósito, con una agenda. La guerra por la hegemonía internacional (EEUU., Europa, Rusia, China, el G8, los No Alienados) y las batallas políticas regionales o locales han tomado internet como terreno de batalla para lograr hegemonía o eficiencia en la “guerra ideológica”. En la guerra política.
Se estima la campaña rusa de desinformación en 2016, según revelaciones del fiscal especial Robert Mueller, tuvo un alcance de 126 millones de estadounidense con, al menos, 200 páginas impostoras que llegaron directamente a casi 30 millones de s que hicieron el resto compartiéndolas.
Ya publiqué en esta columna un artículo sobre noticias falsas. Creo que una segunda parte está en orden.
El debate merece mejores prácticas
Para terminar, les diré qué hago para navegar estos mares sin perder el juicio, ni la sonrisa. Ojalá algunos de estos puntos sean útiles para mis queridos lectores:
- Trato (no es fácil) de no involucrarme emocionalmente en las discusiones y debates. Una cosa es la pasión y el entusiasmo por las ideas. Otra es tomarnos las discusiones como un enfrentamiento personal. Si me dicen: "Es como yo digo" o empiezan con el “ad hominem” (“es que tú”) contesto: "Ok, bien. Voy por un café, con permiso".
- (Casi) siempre relaciono calidad de información con calidad de decisión. La mayoría prefiere irse por el barranco con una mala decisión basada de una información que le place, que llegar al paraíso con un dato que no le gusta. Eso obedece a la frase que abre este párrafo.
- Antes de debatir un tema con opositores a mi causa o a mi idea, me doy una vuelta por Google, por la prensa independiente, para dotar a mis argumentos de datos concretos. Es muy diferente decir: “La represión ha provocado un montón de muertos y heridos” que precisar: “La represión ha provocado 39 muertos y más de 750 heridos según el Ministerio Público”. Precisión es credibilidad.
- Entro en los foros de la gente que adversa mi idea, su causa o su pensamiento. Más de 70% de la gente que participa en airados debates jamás visita los foros o espacios de discusión donde la mayoría piensa distinto. Puede servir para dos cosas: para ver el otro lado de las cosas, cómo piensan los que difieren; pero también para conocer mejor a los rivales en la “batalla de ideas”. Gandhi o Von Bismarck. O ambos. Ustedes deciden.
- No importa cuánto me tiente insultar a quien me ataca u ofende. Si lo hago pierdo la ventaja, la posición cimera. “Keep your cool”. Que uno mantenga la ecuanimidad, neutralidad y apego a los datos nos da una ventaja ética. (Y los saca de quicio, que solo por eso…).
- Soy audiovisual o multimedia. Una cosa es decir: “Hay tiburones en South Beach” que reportarlo con fotos o videos anexos.
- Soy, en la medida de lo posible, multiplataforma. Si tengo algo bueno que decir, mostrar o compartir agoto los espacios: blogs, Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp, Soundcloud, Youtube… No siempre todos, pero siempre a la mano y disponibles.
- Me cuido de estar hablando con gente real y no con perfiles falsos. No es fácil, quizá la mejor forma es establecer algún tipo de relación a largo plazo. De tanto interactuar, las verdades y las mentiras salen.
- Tomo en serio la responsabilidad que tenemos con lo cierto, lo científico, lo provechoso. Parte del éxito y la permanencia de la democracia y la libertad dependen de ello.
Sé que mi querido lector está, a su manera, en la misma página. .…………………………
Fernando Nunez-Noda es Director de VerifiKado.com
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.