Los prisioneros de guerra, la munición de Ucrania contra la moral del ejército ruso
KIEV, Ucrania.- El hombre yace en la cama bajo una manta. A la derecha, en una mesita, una botella de agua a medio beber. Una vía de orina sobresale por su lado derecho. No puede mover el cuello, solo los ojos cuando contesta buscando al interlocutor. Según su testimonio y el del personal médico que lo atiende, este supuesto soldado ruso fue detenido por el Ejército ucraniano el 27 de febrero, apenas tres días después de que comenzase la invasión.
Estaba en Ichnya, una pequeña población de la región de Chernihiv, en la frontera con Bielorrusia.
El camión en el que viajaba junto a otros ocho de su unidad, se estropeó, y tras 24 horas esperando auxilio de su brigada, fueron emboscados por soldados ucranianos, explica. Allí fue herido por un tiro en el estómago del que sería tratado en un hospital de esta región del norte del país.
El 3 de marzo sería trasladado a este centro de la capital cuya localización no podemos definir por razones de seguridad. De hecho, su personal sanitario se afana por tapar las ventanas con trozos de tela y cartones por temor a los francotiradores que, temen, llegarán pronto a Kiev.
Las tropas rusas se encuentran ya a las puertas de la capital, a solo unos 20 kilómetros, donde han bombardeado y mató a un matrimonio y sus dos hijos, un adolescente y una niña. Las imágenes de los cadáveres en el suelo con las maletas a su lado demuestran el horror de la guerra.
Como cualquier prisionero de guerra, el entrevistado no solo niega haber participado en ninguna batalla o guerra anteriormente. También sostiene que desconocía que se encontraba en suelo ucraniano.
“Yo venía en el camión con los otros ocho soldados de mi unidad durmiendo. El paisaje es igual así que pensaba que seguía en Bielorrusia”, explica con evidente nerviosismo. Según la OTAN, el Kremlin mantiene aún 30,000 soldados rusos en ese país vecino de Ucrania, listos para unirse a la invasión en cuanto sea necesario.
El hombre, de origen kazajo, ite durante la conversación que lleva 12 años sirviendo en el Ejército ruso, y aún así mantiene que el primer enfrentamiento en el que se ha visto envuelto en su vida fue cuando se vio sorprendido por los soldados ucranianos.
Mantiene que cuando fue detenido, estos le prometieron que sería intercambiado por soldados ucranianos detenidos por Rusia e insiste en que desconoce por qué Putin ha declarado la guerra al país vecino y que su único deseo es volver a casa.
Antes de entrar en territorio de Ucrania, explica que pasó dos semanas en una base militar en Kursk y otro periodo de entrenamiento en Bryansk, dos ciudades fronterizas rusas en las que el Kremlin tiene destacadas bases militares.
Los rumores sobre la falta de convicción de los soldados rusos
El sábado 5 de marzo, el Ministerio de Defensa ucraniano organizó una rueda de prensa con doce supuestos soldados rusos capturados tras un ataque con dron a su convoy militar. Bajo la atenta mirada de los oficiales ucranianos, los prisioneros de guerra condenaron ante las cámaras las decisiones políticas del Kremlin.
La presentación puede ser considerada por algunos como una falta a lo pactado en la Convención de Ginebra, de la que Ucrania y Rusia son parte, que establece la prohibición de someter a los prisioneros a “la curiosidad pública”.
Este compendio de normas del derecho internacional humanitario destinado a poner límite a la atrocidad de la guerra entiende que se “ha de minimizar, en la medida de lo posible, los efectos adversos del cautiverio”. Unas consecuencias que, en este caso, no solo podrían recaer sobre el propio afectado, sino sobre sus propias familias, residentes en Rusia, y que podrían por tanto sufrir las represalias del Gobierno ruso.
Por el contrario, el Gobierno ucraniano está utilizando estas exposiciones públicas de prisioneros de guerra para minar la moral de las tropas rusas. Según expertos citados por medios como The Washington Post, una de las razones que explican el lento avance de las tropas rusas es la falta de convencimiento por parte de sus soldados de participar en esta guerra.
Son numerosos los videos y fotografías en las redes sociales de blindados rusos abandonados, de soldados que denuncian en sus perfiles la falta de alimentos o de combustible, o de otros perdidos en territorio ucraniano.
Además, el hecho de que el mismo presidente Vladimir Putin se refiera a la población ucraniana como hermanos evidencia la relación histórica de familiaridad que hay entre sus poblaciones.
Por ello, a muchos de sus soldados parece que les falta determinación para aceptar el riesgo de entrar en enfrentamientos en los que pueden perder la vida para matar a sus “hermanos” ucranianos.
“Solo quiero volver a casa. Mamá, te quiero”, repite varias veces a lo largo de la entrevista el prisionero de guerra que logramos entrevistar, mientras afuera del hospital suenan los bombardeos que siguen ejecutando sus compañeros de armas y que presagia para Kiev ver en sus calles las mismas batallas que están arrasando otras partes del país.