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Protocolos de Protección de Migrantes

"Estamos en manos de Dios": migrantes con años varados en México reaccionan a la reactivación de MPP

Dos historias muestran el impacto que han tenido los Protocolos de Protección de Migrantes en quienes desde 2019 han sido obligados a esperar en México la resolución de sus casos de asilo. El gobierno de Biden había ordenado frenar esta política de la era Trump. Cientos de personas lograron cruzar a EEUU. Pero la Corte Suprema ordenó su restauración y frenó el camino de al menos unas 2,000 personas que ya estaban a punto de salir de México.
27 Ago 2021 – 04:09 PM EDT
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La hondureña Oneyda Cardón Chinchilla y sus dos hijos se quedaron solos en Ciudad Juárez, México. Despidieron a más de 60 compañeros que, como ellos, estuvieron atrapados por al menos dos años en esa ciudad bajo los Protocolos de Protección de Migrantes (MPP, en inglés o Quédate en México). Ellos recibieron las llamadas de ACNUR —la última, el viernes pasado— entregaron sus papeles, se imaginaron cruzando la frontera, llegando a Florida, donde los espera su familia. Pero la Corte Suprema frenó cualquier posibilidad cuando reinstaurar el programa.

"No sé qué va a pasar con nosotros", dice. Desde el viernes el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), encargado del trámite para que puedan cruzar y pelear el asilo en EEUU, no los ha llamado de nuevo. "Era poco lo que nos faltaba", se queja resignada.

Los Protocolos de Protección de Migrantes fueron instaurados en enero de 2019 por el gobierno de Donald Trump como parte de su política de 'tolerancia cero' con la inmigración. Desde entonces y hasta enero de 2021, más de 71,000 personas —entre ellos al menos 16,000 niños y 500 bebés— fueron colocados en este programa. A Oneyda y a sus hijos Marvin (con 13 años cuando fueron devueltos) y Valeria (con meses de nacida) los mandaron a Ciudad Juárez en octubre de 2019 a esperar la respuesta a sus peticiones de asilo.

Como ellos, miles de inmigrantes que fueron devueltos a México terminaron en ciudades fronterizas con altos índices de violencia, como Piedras Negras, Matamoros, Nuevo Laredo, Ciudad Juárez, Nogales, Mexicali y Tijuana. Organizaciones como Human Rights First acumularon en ese tiempo al menos 1,544 reportes de ataques violentos contra los solicitantes de asilo, incluyendo secuestros, violaciones sexuales, extorsiones, robos y asesinatos. Esa cifra —acumulada desde el inicio del programa hasta que Biden ordenó su eliminación— seguro es mucho mayor, pero los migrantes no denunciaban los delitos de los que estaban siendo víctimas por miedo a sufrir represalias de sus agresores o porque no sabían dónde hacerlo.


En el caso de Oneyda, cuenta que su hijo fue agredido mientras estaban en un albergue. Un día, un hombre, empleado del lugar, llegó acompañado por cuatro personas más y se lo llevaron: "Se va con nosotros al parque por órdenes de la encargada", le dijeron. "Yo la llamé y ella me dijo que eso era mentira, que ella no les había pedido que se lo llevaran". Finalmente, el niño apareció unas horas después con marcas de golpes en la espalda: "Nunca me quiso contar qué pasó, se quedaba callado o me decía que nada había pasado".

La familia, aterrada, se mudó de ese albergue a otro en una zona remota de Juárez y desde entonces, la madre le prohibió al hijo que saliera solo a la calle. "Me da miedo que sepan dónde estamos y me lo quieran quitar de nuevo".

Oneyda pensó que el asilo de su familia sería aprobado más rápido. Ellos tuvieron que escapar de Honduras por amenazas de muerte de pandilleros de la MS-13 que quisieron arrebatarle las tierras de su padre, al que habían asesinado, según ella, para quitarlo del medio y quedarse con las propiedades que tenía. "Nos rodeaban la casa, nos amenazaban por teléfono", recuerda. Luego, el hermano de su esposo se enamoró de una mujer relacionada con la mara. Como represalia, primero los buscaron y les dispararon en las extremidades, pero luego las agresiones llegaron al extremo. Fueron matando a tiros a varios de la familia, uno a uno. Ella decidió huir sola con sus hijos con la idea de que estarían más seguros en cualquier lugar. Pero Juárez no les ha dado más tranquilidad.

"Hemos esperado mucho tiempo y la espera ha sido muy difícil", dice la hondureña de 38 años.

Los que no saben nada

Encerrada en un albergue en Ciudad Juárez desde la Nochebuena de 2019, cuando Estados Unidos la mandó a México bajo los Protocolos, la cubana Nancy Romero no tiene mucho interés en el mundo exterior. En los últimos meses solo se había atormentado la cabeza con unos quistes que le encontraron en el cuello uterino. La operaron recientemente. "Hoy recogí el resultado de la biopsia y salió negativa", dice contenta, porque ya sabe que no tiene cáncer.

La alegría le duró poco. En una llamada telefónica el miércoles con Univision Noticia se enteró de que la Corte Suprema había reinstaurado los MPP. Quedó en silencio. Reaccionó unos segundos después: "No puedo ni pensar lo que siento. Es un golpe muy fuerte".

Nancy huyó de Cuba porque como mujer lesbiana ya no podía vivir en su isla: "Muchos viven con prejuicios y te hacen la vida imposible". Luego, alguien le dijo al presidente del Comité de Defensa de la Revolución (CDR) de su departamento que ella tenía una relación con su hija. Él la abofeteó contra una escalera con tanta fuerza y saña, que le partió dos dientes. Le ordenó que se marchara.

Cuando fue a la policía a denunciar, solo la insultaron, la llamaron "macho capitán". Y en la calle comenzaron a gritarle "tortillera": "Te lastiman física y sentimentalmente".

Después de tanto, ella hizo caso y se marchó, pero completamente. Sabe que no puede regresar a su isla.

Desde que se fue de Cuba ha vivido con nostalgia. Y como la espera ha sido tan larga en México, comenzó a soltar esos sentimientos de tristeza en la escritura: "Ya te imaginarás cómo estoy". Una de esas veces en que tuvo que escribir para calmar la presión en el pecho fue en julio pasado, cuando sus compatriotas cubanos salieron a las calles de la isla a protestar bajo el grito de "no tenemos miedo" y fueron reprimidos por las autoridades:

"Cuba, qué triste te veo. No quiero despreciarte, solo tengo que marcharme en busca de libertad. Nunca olvidaré que allá he dejado a mis hermanos, con un papel en las manos gritando: '¡Queremos paz!'. ¡Cómo es posible, mi Cuba, que un gobierno corrupto te quite tu libertad!".


Nancy aún estaba esperando la llamada de ACNUR para entregar sus documentos y que evaluaran su caso. Para ella, llegar a Estados Unidos representaba esa "libertad" que nunca tuvo en su país —no solo por la dictadura sino porque no puede vivir su sexualidad— y que tampoco ha conseguido en México. Allí también la han insultado y le han negado trabajos, dice, por cómo luce. Así que tuvo que dejarse crecer el cabello, vestirse y actuar como la mujer que otros esperaban para que la vieran sin desprecio, para que la aceptaran. "No solo lastiman los golpes, también los sentimientos", asegura.

En México no se siente segura porque más de 10 mujeres son asesinadas al día, según cifras de la ONU. Y porque la violencia también golpea a las de la comunidad LGBT: en 2020, al menos 44 mujeres transgénero o no conformes con su género fueron asesinadas, la mayoría negras o latinas, según datos de la organización Human Rights Campaign. "Tengo mucho miedo de quedarme aquí".

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"No está fácil volver a mi país"

No está claro no está obligado a acatar esa orden de recibir a los migrantes y que debe haber un diálogo.

Con Oneyda fueron claros: en la última llamada que tuvo con ACNUR le dijeron que no llamara, que ellos le avisarían cuándo cruzaría su familia. Pero la página de ACNUR con la que muchos se registraron fue cerrada y ahora Oneyda, igual que otras 2,000 personas con casos en proceso quedaron sin respuesta. "Yo había decidido esperar a que me llamaran pero mucha gente me dice que los llame", dice, confundida por lo que viene.

Oneyda asegura que ha estado analizando qué puede hacer su familia. En Estados Unidos iban a empezar una nueva vida y su hijo, ya con 15 años, volvería a la escuela, algo que tiene meses suplicándole. En Honduras no tiene casa, familia ni seguridad: "No está fácil volver a mi país".

Nancy tampoco sabe qué pasará con su caso, pero estar libre de cáncer la motiva. Al hablar, piensa en México como su única opción. En nada vuelve a dudar sobre su futuro.

La incertidumbre las lleva al mismo punto: "Dios sabe que lucharé en los años que me queden de vida", dice Nancy. Oneyda dice que ella y su familia están "en manos de Dios. Si él quiere que vayamos a Estados Unidos, allá vamos a estar. Si no, aquí seguiremos. Dios obra en todo".

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