"Me tiré con mi hija de un taxi para que no nos secuestraran": las cartas de los migrantes forzados a permanecer en México
Pensaban que emprender el camino hacia el norte iba a ser la solución a los problemas por los que abandonaron sus países: pobreza, hambre, maridos abusivos, amenazas de muerte, grupos criminales que los gobiernos no pueden —o no quieren— controlar, sistemas de educación quebrados, hospitales que no se ocupan de sus hijos enfermos.
Pero en la parte mexicana de la frontera sur con Estados Unidos, donde cientos de migrantes han sido obligados a esperar por una cita para llevar su caso de asilo ante un juez, la inseguridad y el miedo no son menores.
Una migrante que huyó de Centroamérica escribió en una carta en noviembre: "Los secuestros son el pan de cada día". Otra escribió: "Salimos de un peligro y estamos aun peor".
Ambas se cuentan entre las casi 300 personas que se hospedan en las iglesias y casas que un ministerio religioso llamado El Buen Samaritano Migrante ha habilitado en Nuevo Laredo, Tamaulipas, para que los migrantes tengan alimentos y un techo mientras dura el proceso.
Como ellas, decenas de otros respondieron al pedido de una monja estadounidense, Denise LaRock, quien les encomendó contar por escrito las condiciones de las que escaparon en sus países de origen, lo que esperaban encontrar a su llegada a EEUU y lo que en realidad encontraron.
Con su pedido, LaRock —quien vive en Texas pero cruza la frontera todas las semanas para llevar ayudas — abrió una llave de paso. Las cartas de los migrantes, obtenidas por Univisión Noticias, se cuentan por decenas y relatan historias de violencia y pobreza tan fuertes que en un punto el lector siente que está leyendo ficción.
Una mujer salvadoreña cuenta su experiencia en México: "Nunca imaginé lo que pasaríamos (mi hija y yo). Tomé un taxi y el chofer era un secuestrador. Le llamó a un señor y le dijo que llevaba dos y que cuánto me pediría de dinero para soltarme. Me pedía US$1,500. Yo no tenía ese dinero. Pues no sé cómo fue pero me tiré junto con mi hija del taxi".
Otra, que dice haber dejado cuatro de sus hijos en Honduras, cuenta que fue operada de cáncer vaginal y necesita chequeos bimensuales, pero su cita para pedir asilo político ante un juez federal en EEUU no será hasta el próximo 4 de febrero: "Aquí donde estoy no hay la higiene necesaria, mucho menos un médico", escribe.
Para la monja, la importancia de estas cartas es que se sepa de primera mano cómo personas que aseguran venir huyendo de situaciones de vulnerabilidad terminan siendo puestos en peligros iguales o mayores por el gobierno de EEUU.
"Los estadounidenses piensan que estas personas vienen solo porque quieren mejores trabajos y escuelas para sus hijos, y eso es lo que todo el mundo quiere. El propósito de las cartas es que se sepa por qué sus hijos no pueden ir a la escuela en sus países: por temor a que los secuestren para pedir una recompensa o a que los recluten para un cartel", dice LaRock a Univisón.
La monja asegura que algunas de las mujeres en estos albergues han dicho haberse sometido a vacunas de control natal en sus países antes de emprender el viaje rumbo a EEUU, anticipando que pueden ser violadas en algún punto.
En un informe publicado en septiembre, la organización proinmigrante Human Rights First dijo que en México se han reportado al menos 241 casos de violaciones, secuestros, asaltos y otros ataques violentos contra migrantes, desde enero de 2019.
"Esta cifra probablemente representa solo la punta del iceberg, ya que la gran mayoría de los solicitantes de asilo devueltos no han sido entrevistados por investigadores o periodistas", dice el organismo.
En otra de las cartas una mujer hondureña asegura que los migrantes en Nuevo Laredo no duermen, pero no porque no tengan sueño: "Tenemos miedo a que en cualquier momento nos tiren la puerta y nos lleven", escribe.
En esta ciudad fronteriza a pocas millas del estado de Texas es precisamente donde más secuestros se han registrado en los últimos tiempos, un aumento que algunos relacionan a la permanencia de más migrantes luego de que, en enero de 2019, la istración de Donald Trump pusiera en práctica la política 'Remain in Mexico'.
Se estima que con este instrumento Trump ha obligado a unos 60,000 solicitantes de asilo a permanecer del otro lado de la frontera sur, mientras sus casos se resuelven a través de un sistema legal lento y burocrático que raramente concede beneficios.
"En la mayoría de los casos de las personas que hemos ayudado, no hemos tenido una sola a la que le hayan dado asilo. Y más de 3,000 han pasado por nuestros albergues en menos de cuatro meses", nos cuenta el pastor Lorenzo Ortiz, quien coordina los fondos de la iglesia para que los albergues funcionen. Ortiz hospeda a unos 18 migrantes en su propia casa de Saltillo (Coahuila).
El estado de Tamaulipas, al que son devueltos cientos de migrantes, es catalogado por el Departamento de Estado de EEUU como una zona con riesgo de amenaza de nivel 4, ubicándolo en el mismo escalón que países en guerra como Afganistán, Irak, Siria, y Yemen.
Por eso los migrantes que consiguen ser acogidos en albergues como los de los religiosos viven prácticamente prisioneros.
Ortiz dice que el 80% de ellos no ve la luz del Sol, por miedo a ser secuestrados por los grupos del crimen organizado que los capturan para pedir recompensas a sus familiares en EEUU.
El pastor y sus compañeros de congregación no solo alojan a los migrantes y les dan de comer, sino que hacen de guardianes acompañándolos hasta las estaciones de ómnibus cuando les toca cruzar brevemente la frontera para ver al juez.
Algunos criminales respetan a los religiosos, pero otros no. Ortiz cuenta que hace algunas semanas un pastor acompañaba a una mujer a una de las tres estaciones de Nuevo Laredo para atender a su cita, y un grupo de hombres se la arrebataron de las manos. El pastor también estuvo a punto de perder a su hijo, que iba con ellos.
"Ahora están pidiendo US$18,000 para liberarla".
Después de secuestrarlos, pedir una recompensa y ponerlos en libertad, algunos vuelven a ser capturados.
"Mucha de la gente tiene miedo de acudir a sus citas por temor a que los secuestren", dice Ortiz, quien critica los horarios a los que agendan las entrevistas con los jueces. Y agrega: "El proceso de la istración Trump es un tormento. Hay personas que tienen que viajar a las 4 de la madrugada, arriesgando su vida, para estar en tiempo. Les ponen tantas citas, a veces hasta 4, y no les resuelven su caso".
Organizaciones proinmigrantes han denunciado que con su política de tolerancia cero, como parte de la que se han implementado programas como Remain in Mexico, Washington aspira a que los migrantes lleguen a un punto de desgaste tal, que se regresen solos a sus países de origen.
"La istración Trump se ha negado a implementar estrategias humanas, efectivas y fiscalmente prudentes para gestionar la llegada de refugiados de manera que cumplan con los compromisos de la ley y los tratados de EEUU", asegura Human Rights First.
Mientras tanto, los religiosos dicen que no tienen confianza en las autoridades mexicanas para denunciar a los delincuentes que acechan a los migrantes justo fuera de los albergues y en las estaciones de ómnibus.
"No confiamos en las autoridades locales, por la corrupción que hay", dice Ortiz.
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