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Inmigración Infantil

En medio del caos, tres hermanas sobrellevan su nueva realidad como migrantes de la caravana

Las hermanas Lindsey, Sharon y Monserrat son originarias de Honduras y forman parte de los más de 862 niños que se encuentran albergados en un refugio de Tijuana. Una foto de ellas posando se hizo viral en redes y muchos querían saber cuál era su historia: te contamos por qué estas pequeñas salieron con sus padres huyendo de su país.
27 Nov 2018 – 04:48 PM EST
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Las tres hermanas junto a la bandera mexicana que consiguieron en Tapachula. Crédito: Joebeth Terríquez

"Una foto, una foto", se escucha decir entre la multitud de niños que juegan en los columpios, el tobogán y el sube-baja. Son cuatro niñas pequeñitas que con sus sonrisas irradian alegría. Un clic, dos clics de la cámara y ellas posan contentas siempre abrazadas.

"Enséñame la foto", dicen y después de verla y sonreírse entre ellas luego de verse en la imagen, se van corriendo a pedirle "una foto, una foto" a otro de los fotoreporteros que se encuentran documentando la escena en el refugio temporal instalado en la unidad deportiva Benito Juárez, en la Zona Norte de Tijuana, donde las autoridades han recibido a la caravana migrante centroamericana.

Cuando la foto se compartió en redes sociales, la inocencia y ternura de las niñas comenzó a generar empatía entre cientos de s, quienes comenzaron a preguntar "¿quiénes son? ¿de dónde vienen? ¿por qué están en la caravana? ¿cuáles son sus historias?".

Se trata de Lindsey, Sharon y Monserrat, tres hermanas originarias de Honduras que hacen parte de los más de 862 niñas y niños que se encuentran albergados en ese refugio de Tijuana.

Vienen acompañadas por sus padres, con quienes salieron de su país huyendo de las amenazas de las pandillas, con el firme objetivo de encontrar asilo en Estados Unidos para encontrar "la calma y la paz", además de una vida y futuro promisorio para ellas.

"Caminamos mucho, queríamos agua y más agua"

Monserrat es la mayor de las tres hermanas, tiene 7 años y estaba cursando la primaria cuando sus padres decidieron salir huyendo del país. Para ella el viaje ha sido largo, pero no deja de lado la sonrisa que le caracteriza, irradia mucho temple, sabe entre sí que es la mayor y por eso dice que le tocó "caminar mucho".

Por su edad parece no entender mucho la situación por la que están pasando, pero es inteligente y reconoce las cosas difíciles que han tenido que vivir cuando dice que en el camino "nos dieron comida, nos dieron todo para que nosotros siguiéramos caminando hasta llegar acá".

Ella cuenta que salieron de su país "en buses, en Tapachula nos pararon y nosotros nos quedamos una vez ahí, en un lugar donde había mucha gente, comimos siempre ahí, además que vivimos en una casita y por eso conseguimos esta bandera", en referencia a la bandera mexicana que han instalado en su campamento.

Dice que les "ha ido bien" porque han encontrado gente muy buena, por eso piensa que de grande le gustaría ser maestra o doctora, aunque acepta que también le gusta la "fama", por eso el día que llegaron los reporteros pedía "una foto, una foto", ya que dice que le gusta "salir en televisión".

A ella le gusta bailar, es fan de la película de Disney 'Frozen' porque "desde que era bebé mi mamá me las ponía" y cuenta que también ve cine de terror porque "no le tiene miedo a nada".

Sharon tiene 6 años y señala que hubo mucho cansancio durante el viaje y cada rato "necesitábamos agua y agua y agua"; antes de salir de su país ella cursaba el kínder y dice que se estaba "preparando para ser doctora" también, porque quiere "ayudar a los niños y a muchas personas, para que estén mejor".

Pero además contempla la posibilidad de ser "vendedora de fruta" porque le gustan y "son sanas para las familias".

La más pequeña de las hermanas es Lindsey, de 5 años, la más callada de las tres pero la de la eterna sonrisa. Ella dice que atrás dejó a muchas amigas que tenía en el kínder, pero que en la caravana ha encontrado dos buenas amigas.

"Ya queremos ir a la escuela para tener muchos amigos, porque allá tenía muchas, pero muchas amigas y quiero tener muchas más", advierte.

A ella le gusta el ballet y el ula ula, de grande quiere ser pintora y lo que más anhela es ya poder llegar con su abuela que se encuentra en Estados Unidos, pues dice que le gusta Tijuana pero ya quiere estar en su hogar descansando de todo lo que le ha tocado vivir.

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Amenazas, atentado y riesgo

Maryuri Ely Castillo Yaned, de 24 años, es la madre de las tres niñas, y su pareja es Derian Antonio Carbajal Alvarado, de 21 años, con quien juntos emprendieron la huida de su país para encontrar una vida mejor.

Ellos cuentan que salieron por cuestiones de inseguridad, porque estuvieron a punto de quitarle la vida al joven y a ella le hicieron muchas amenazas, pero sobre todo porque estaban poniendo en riesgo la vida de las niñas.

Maryuri explica que hace cinco meses, cuando ellos vivían en Ciudad del Progreso Yoro, Honduras, ella fue un testigo protegido de un crimen. Relata que los acusados del caso obtuvieron libertad bajo fianza y cuando salieron de prisión, lo primero que hicieron fue buscarla porque ellos sabían que ella había denunciado, así que buscó a las autoridades para que le brindaran protección, pero estas solamente tomaron su denuncia.

Los criminales comenzaron a buscar a sus niñas y tuvo que sacarlas de estudiar porque la amenazaron diciéndole que sabían dónde estudiaban sus hijas, a qué hora salían y quién se las iba a dejar a casa. "Tenían toda la información", lamenta.

Entonces tuvo mucho miedo y se fueron a vivir a San Pedro Sula, "donde hay muchas pandillas". Ahí a Derian, su pareja, lo querían obligar para que fuera pandillero, pero él se negó y sobrevivió a un atentado con arma de fuego. "Por eso salimos", cuenta.

Derian narra que a él lo agarraron un día en la calle: "yo iba para la casa a comer porque era taxista, en un momento llegan y me detienen y me bajan del carro, me dicen que tengo 24 horas para pertenecer a la pandilla 18 y que si no lo hacía me iban a matar".

"Yo no les puse atención y solamente les dije que no, después a los tres días lo que hicieron ellos fue hacerme el atentado, yo iba llegando a la casa de nuevo y me dispararon, pero solo lograron pegarme un rozón y ahí sí fue donde salimos huyendo… cuando nos enteramos de la caravana aprovechamos para salir con todos los demás", expresó preocupado.

Una decisión difícil

Ambos jóvenes aseguran que en el viaje sufrieron mucho porque dormían con las niñas en la calle, a la intemperie, a veces con mucho frío: "a veces comíamos, a veces no, nos enfermamos, las niñas se enfermaron, se desmayaban y fue algo muy duro".

"Cosas que no se lo deseo a otra persona, todo esto que sufrimos en este camino, pero creemos que todo va para el bien, a ver qué dice Dios, él es el que decide y que nos de la oportunidad de estar en Estados Unidos, porque lo único que quiero es sacarlas adelante a ellas, darles sus estudios y que puedan superarse", señala Derian.

Después de varios días en Tijuana, ellos ya fueron a registrarse ante el Instituto Nacional de Migración (INM) para poder ser atendidos por las autoridades estadounidenses y presentar su caso de asilo. Les tocó la ficha número 1,441, pero les han dicho que tendrán que esperar de uno a dos meses para que les toque su turno por la larga fila que hay.

Francisco Rueda Gómez, secretario de Gobierno del estado de Baja California ya ha dicho en varias ocasiones que antes de la llegada de la caravana había un aproximado de 2,500 personas en la lista de espera, sobre todo referentes a la migración interna, por lo que el periodo de retraso será de aproximadamente cuatro meses para que le toque turno a los de esta caravana.

Maryuri dice que ya están un poco desesperados por la situación y hace un par de días intentaron salir a entregarse a las autoridades estadounidense para ver si podían así presentar de manera más rápida sus casos, pero desistieron de la idea y regresaron al albergue.

Un poco desencajada dice que ellos buscan a como sea poder ingresar al país vecino porque también tienen miedo de quedarse en Tijuana, sobre todo "porque vemos que mucha gente de aquí no nos quiere, da miedo porque uno tiene a sus hijos y uno ha sufrido tanto en el camino como para seguir sufriendo, lo que la demás gente haga... los niños no tienen la culpa".

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