Huracán Patricia: "El susto ya pasó"
Por Janet Cacelín desde Puerto Vallarta, México @JanCacelin
Si la potencia con la que viajaba el huracán Patricia hubiese tocado tierra en Puerto Vallarta y pasado por El Caloso, una de las colonias más marginadas de la ciudad costera de Jalisco, en México, el techo de lámina de la vivienda de Lorenzo Torres, sin duda, habría volado por los aires.
Los habitantes de Jalisco, Colima y Michoacán, se prepararon este viernes para recibir un destructivo ciclón de categoría 5 (en la escala Saffir-Simpson). Aterrados por los efectos, algunos huyeron a otros estados. Otros se resguardaron en albergues.
Pero Lorenzo, quien desde hace 39 años camina ida y vuelta a lo largo del malecón de Puerto Vallarta vendiendo rehiletes y globos a los turistas extranjeros, se negó a ir a refugios y decidió pasar las horas más angustiantes de su vida encerrado en casa.
El hombre de 54 años de edad, moreno y abuelo de 8 niños, metió unas pocas pertenencias en grandes bolsas de plástico y las amarró con fuertes nudos para evitar que se esparcieran cuando la fuerza de los vientos se llevaran el techo de su casa.
Es sábado, y él y su familia se sienten afortunados de haber sido ignorados por la fuerza del huracán que el viernes fue catalogado como el más feroz que ha tocado a Latinoamérica, pero que, hasta el momento, no ha registrado muertos o heridos.
Él y su familia sabían que, además de los fuertes vientos, debían enfrentar otro peligro natural: el arroyo que pasa justo al lado de su casa. “Somos muchos los que vivimos cerca de arroyos, pegados a las montañas. Cuando llueve demasiado, se desbordan. También teníamos miedo de que se fuera a desgajar el cerro”, relató.
Lorenzo dice que gastó todo su dinero comprando víveres para sus hijos y sus nietos, todos menores de edad. Calculó que las municiones durarían unos tres o cuatro días. Su prioridad y preocupación eran sus pequeños.
Antes de saber dónde pegaría el huracán, planeó que en cuanto empezara a volar el techo, correría con su familia al baño de loza de concreto que tiene una vecina, a sabiendas de que, tal vez, no llegarían.
Aunque no hubo daños, Lorenzo acepta que ni los habitantes ni las condiciones geográficas de Puerto Vallarta están preparados para un huracán de grandes magnitudes. “Aunque estamos rodeados de montañas, no nos protegen lo suficiente”, considera.
Sin embargo, apenas un día después de que el huracán Patricia mostrara su poderío y al mismo tiempo una enorme benevolencia, Lorenzo pudo volver a su trabajo para reponer el dinero que gastó en víveres.
“Soy comerciante, desde que llegué a Vallarta a la edad de 15 años me he dedicado al comercio, de esto vivo, he vivido y puedo seguir viviendo hasta que Dios me lo permita”, asegura mientras carga en hombros su mercancía y la ofrece a los turistas.
“El susto ya pasó”, dice, “ hay que salir a trabajar y, como dicen por ahí, qué siga la fiesta”.