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Huracán Patricia

El pueblo mexicano sobre el que Patricia descargó su furia

La casa de Florentino y Rosa Elena, residentes del poblado Mascota, se inundó tras el paso del huracán Patricia
26 Oct 2015 – 01:11 AM EDT
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Por Janet Cacelín desde Mascota, México @JanCacelin

Los recuerdos de Florentino Arriola y su esposa Rosa Elena, reunidos hasta hace un par de días en su hogar, ahora se reducen a restos de madera tirados en el piso, a colchones humedecidos por las aguas lodosas, a un refrigerador inservible y al vestido de primera comunión de su nieta estropeado por la furia del agua.

Así quedaron luego de que, al pasar por México, el huracán Patricia visitó su casa, ubicada en el escondido poblado de Mascota, a más de 3937 pies (1200 metros) sobre el nivel del mar, en las entrañas de la Sierra Madre Occidental, en el estado de Jalisco.


Pese a que el que fue descrito como el huracán más poderoso registrado en América Latina se disipó en la noche sobre del sábado territorio mexicano sin causar grandes daños, estos vecinos de Jalisco recordarán Patricia como una tragedia.

El pasado viernes, mientras la angustia se disipaba en Puerto Vallarta y algunas partes de Nayarit y Colima, el tormento para este pequeño lugar catalogado como “Pueblo Mágico” pero que muy pocos conocen, estaba por comenzar. Las potentes aguas traídas por Patricia, con una fuerza de categoría 5 en la escala Saffir-Simpson, descargaron su furia sobre las montañas y el río Mascota se desbordó.


Lea: Patricia se disipó sin causar mayores daños

Florentino lo perdió todo; solo le quedó la casa como un cascarón. Lo demás se lo llevó la corriente del río que cubrió más de 4.2 pies (1.30 metros) la calle donde vive. Hubo más de 2,000 personas afectadas.


“Mira ‘nomás’, mira el lodazal que quedó. Lo perdí todo. Mi sillón, los cuadernos de la escuela que guardaba de mi hijos, mi estufa... Acababa de comprar esta cama”, cuenta Florentino, mientras recorre los cuatro pequeños cuartos que componen su casa.

Aunque asegura estar angustiado por el porvenir, trata de tranquilizar a su mujer; “lo más importante es que estamos bien”, dice.

La mañana del domingo, una brigada de la Cruz Roja y soldados del Ejército llegaron al pueblo cargados de víveres. Además, ante la falta de agua potable, una pipa trata de abastecer a los cientos de pobladores.

Pero lo que más preocupa, asegura Alí Núñez, uno de los coordinadores de la Cruz Roja en el estado, es que la inundación arrastró las cosechas de maíz, tomate, chiles y fresas que son la principal fuente de ingresos del lugar.

Mientras el nivel de agua baja en las zonas agrícolas, y es posible evaluar los daños, Florentino y sus vecinos aceptan las despensas ofrecidas, aunque saben que no durarán por mucho tiempo.

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