Incendios en Los Ángeles: a pie, en auto y con la ayuda de extraños, las increíbles historias de cómo huyó la gente de las llamas
Llamas y columnas de humo se elevaban a ambos lados de la calle y una mujer gritaba de pánico mientras los bomberos hacían avanzar a una multitud de residentes que huían. Aaron Samson colocó a su suegro de 83 años detrás de su andador azul y comenzaron a caminar lentamente por la acera.
“Mi suegro decía: ‘Aaron, si alguna vez estamos en una posición en la que las llamas están ahí, corre y déjame aquí’”, contó Samson el miércoles.
No llegó a ese punto. Por segunda vez en cuestión de horas, un buen samaritano los recogió y luego los llevó a un lugar seguro en Santa Mónica.
Su dramática huida se produjo cuando miles de personas escaparon de los incendios que convirtieron el área de Los Ángeles en un páramo humeante, en el que todo lo que queda de algunas casas son las chimeneas o escaleras de hierro forjado.
Impulsadas por los fuertes vientos de Santa Ana, las llamas arrasaron más de 1,000 estructuras, quemaron monumentos que Hollywood hizo famosos y han matado al menos a cinco personas. Uno de los incendios, el Palisades, fue el más destructivo en la historia moderna del condado de Los Ángeles.
Las evacuaciones fueron quizás lo más desgarrador de un desastre como nunca antes habían visto en Los Ángeles. La gente abandonó sus automóviles y tuvo que huir a pie mientras las ramas de los árboles se desplomaban y los vientos aulladores avivaban las llamas en todas direcciones.
Muchos tuvieron que pedir a amigos o desconocidos que los llevaran. Con tantos vehículos abandonados en medio de Sunset Boulevard en Pacific Palisades, las autoridades hicieron que una excavadora empujara los vehículos a un lado para despejar el camino para los vehículos de emergencia.
Altadena, la ciudad más afectada, produjo una de las escenas más desgarradoras: mientras las llamas se acercaban, unos 100 ancianos de una residencia fueron evacuados a toda prisa en camas de hospital y sillas de ruedas. Muchos iban solo en pijamas pese al frío de la noche mientras eran llevados a un aparcamiento cercano para esperar por ayuda, rodeados de humo. Finalmente, todos fueron llevados a un refugio.
Perdieron el hogar de su infancia, en el que habían vivido 30 años
Cientos de evacuados terminaron en el Centro de Convenciones de Pasadena, muchos de ellos ancianos de residencias. Allí quedaron en sillas de ruedas o en catres verdes, entre lágrimas mientras llovía ceniza fuera.
EJ Soto describió cómo abandonó el hogar de su infancia de Altadena, donde vivió durante 30 años, con su madre, dos sobrinas, su hermana y su esposo a las tres de la madrugada después de pasar la noche despiertos viendo cómo las llamas se acercaban.
"Ya habíamos decidido que no íbamos a dormir", dijo Soto.
Instruyó a su familia para que prepararan maletas con ropa para dos días y las pusieran en el auto, junto con comida y suministros para su gato, Callie. Condujeron hasta el estadio Rose Bowl y esperaron dos horas, luego regresaron para ver cómo estaba su vecindario.
Vieron tres casas en su cuadra ardiendo, y finalmente la suya, envuelta en llamas de dos pisos de altura.
Salvados por extraños, dos veces
Samson, de 48 años, estaba en Pacific Palisades en la casa de su suegro cuidándolo cuando llegó el momento de huir el martes. Sin embargo, no tenían auto y no pudieron conseguir un viaje a través de Uber o llamando al 911. Así que le hizo señas a un vecino, quien aceptó llevarlos a ellos y sus dos maletas.
Después de un poco más de media hora en el tráfico, las llamas se acercaron. Las copas de las palmeras ardían como bengalas gigantes en el viento incesante.
Con los vehículos detenidos, la policía ordenó a la gente que saliera y huyera a pie. Samson y su suegro dejaron sus maletas y se dirigieron a la acera. El anciano, que se recupera de un procedimiento médico, se apoyó contra un poste de electricidad mientras su yerno recuperaba su andador y grababa la terrible experiencia en su teléfono celular.
"Lo tenemos, papá, lo tenemos", dijo Samson. Caminaron durante unos 15 minutos antes de que otro buen samaritano los viera en problemas, se detuviera y les dijera que subieran a su vehículo.
El miércoles por la tarde, Samson no sabía si la casa se había quemado. Pero dijo que estaban en deuda con los dos extraños.
"Nos salvaron", dijo. "Realmente dieron un paso al frente".
Lista para buscar refugio en una piscina
Otra residente de Pacific Palisades, Sheriece Wallace, no sabía nada de los incendios hasta que su hermana la llamó, justo cuando un helicóptero dejó caer agua sobre su casa.
"Yo estaba como, ¿'está lloviendo'?", comentó Wallace. "Me dijo: 'No, no está lloviendo, tu vecindario está en llamas. Tienes que huir”.
Abrió la puerta y vio que la ladera detrás de su casa estaba ardiendo. La calle de abajo estaba repleta de autos abandonados y rocas que habían caído por el cañón. Pensó que tendría que saltar a una piscina para salvarse, pero en lugar de eso caminó hasta una esquina y tuvo la suerte de encontrarse con un vecino que se ofreció a llevarla.
“No tenía otra manera de salir”, dijo Wallace. “Y si no hubiera sido por la gracia de Dios, el hijo de mi vecino que venía a buscar a su madre y yo que iba a la esquina para intentar hacer señas a alguien para que se detuviera...”.
El hombre que perdió los recuerdos de su familia y su comunidad
Eddie Aparicio, residente de Altadena, se quedó estupefacto cuando él y su pareja evacuaron el martes por la noche, avanzando lentamente a través del tráfico denso mientras vientos casi huracanados aullaban a su alrededor.
“Las ramas caían por todas partes. Había árboles enormes sobre los autos”, dijo Aparicio. “Ver las brasas caer de la montaña, saltar 30 cuadras y aterrizar en una casa, es una locura”.
Finalmente llegaron a la casa de la madre de su pareja. A la mañana siguiente, un vecino envió un video que mostraba que su casa, como tantas otras en su cuadra, se había quemado. Solo la chimenea seguía en pie.
Si bien perdieron algunos recuerdos familiares, como pinturas de la abuela y el padre de Aparicio, la parte más triste fue la pérdida de una comunidad querida.
Mira también: