La Fiscalía considera a Lula el "comandante máximo de la corrupción" en Brasil

RÍO DE JANEIRO, Brasil.- Luiz Inácio Lula da Silva y su Partido de los Trabajadores (PT) ya no ocupan el poder en Brasil, pero las pesquisas de los escándalos de los últimos años todavía no han terminado. Este miércoles, el expresidente fue denunciado y acusado de ser “el comandante máximo del esquema de corrupción identificado en la Operación Lava Jato”, que investiga desvíos de miles de millones de reales en la empresa semiestatal Petrobras.
El nombre de Lula fue señalado por los investigadores del Ministerio Público Federal como “el maestro de una gran orquesta concatenada para saquear los cofres de Petrobras y de otros órganos públicos”. El procurador Deltan Dallagnol definió el sistema como una “ sobornocracia” en la que políticos, funcionarios y empresas de construcción intercambiaban favores mediante contratos firmados con Petrobras.
“Esta vez, Lula no puede decir que no sabía de nada”, afirmó Dallagnol en una rueda de prensa en Curitiba, en el sur de Brasil. Según sus datos, la constructora OAS llegó a entregarle un total de 3.7 millones de reales en sobornos (más de 1.1 millones de dólares) de forma “oculta o disimulada”, incluida la reforma de un apartamento en el litoral del estado de São Paulo.
Para MPF, Lula era o 'comandante máximo' do esquema da Lava Jato https://t.co/j1WMnLSGGZ pic.twitter.com/pq3YDEGL2K
— G1 (@g1) September 14, 2016
La denuncia formal se produjo justo dos semanas después de que su heredera política, Dilma Rousseff, fuera destituida definitivamente por el Senado en la última votación del proceso de impeachment (o impugnación). En su lugar gobierna ahora Michel Temer, quien fue su vicepresidente durante más de cinco años y finalmente acabó participando en las negociaciones para arrebatarle el sillón.
Para los fiscales, parece suficientemente probado que el PT y algunos de sus dirigentes se beneficiaron del esquema durante años. Pero también “saquearon los cofres” el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), precisamente la formación liderada por Temer, y el Partido Progresista (PP), que antes daba apoyo parlamentario a Dilma y ahora respalda a su sucesor.
Pese a ese reparto de culpas entre varias formaciones de distintas ideologías, el empeño de los investigadores por ‘cazar’ a Lula ha llevado a sus aliados a criticar la supuesta parcialidad de jueces y fiscales. “Está claro que el sistema judicial brasileño es selectivo. No tiene como objetivo a toda la clase política, tiene como objetivo primordial al PT”, se quejó Wadih Damous, diputado de ese partido, en una entrevista el pasado viernes en Río de Janeiro.
Desde São Paulo, la defensa del expresidente respondió que no existen pruebas y arremetió contra el “ilusionismo” y el “espectáculo judicial y mediático” del Ministerio Público Federal. “Su crimen es haber sido presidente de la República, elegido democráticamente dos veces”, ironizó el abogado Cristiano Zanin Martins.
Popularidad y desgaste
Cuando dejó el poder hace casi seis años, Lula estaba considerado como el presidente más popular de la historia reciente de Brasil. Su Gobierno alcanzó una aprobación superior al 80%, cifra inimaginable en estos tiempos tanto para Dilma Rousseff, que dejó el poder con un 13%, como para Michel Temer, que hoy apenas tiene un 14%.
En la actualidad, el antiguo líder sindical continúa disfrutando de un apoyo considerable en las encuestas para una posible candidatura en 2018, aunque su imagen ha sufrido un fuerte desgaste en medio de la crisis y las investigaciones judiciales.
En cualquier caso, y a punto de cumplir 71 años, el carismático fundador del PT sigue siendo una figura que divide a los brasileños. Este miércoles, las graves acusaciones contra él desataron una guerra de hashtags en las redes sociales: mientras sus adversarios hablaban de “vergüenza nacional” ( #LulaVergonhaNacional), quienes aún se mantienen fieles a él lo presentaban como “perseguido político” ( #LulaPerseguidoPolitico).
Junto al exgobernante fueron denunciados también su esposa, Marisa Letícia, y el presidente del Instituto Lula, Paulo Okamotto, así como importantes ejecutivos de la constructora OAS.