Los mapas secretos con los que los soviéticos monitoreaban todo el planeta

El inglés ya jubilado John Davies ha sido un apasionado de los mapas toda su vida. “Solía dibujar planos de mi casa cuando era pequeño”, confesó. Aunque su carrera en computación no le permitía inmiscuirse demasiado en la cartografía, Davies visitaba tiendas de mapas durante sus viajes.
Fue así que, estando por negocios en Riga, capital de Letonia, a inicios de los 2000, dio con un ‘tesoro escondido’. Sin esperarlo, Davies estaba en una tienda que albergaba varios atlas de ciudades británicas, creados durante la Guerra Fría por militares soviéticos. Los ejemplares habían sido confeccionados con tanto detalle que incluían elementos como los productos manufacturados y la capacidad de carga de los puentes. “No podía esconder mi asombro”, recordaba Davies.
Cada vez que visitaba Riga, traía de vuelta más mapas. Y resultó que estos no solo se hicieron de urbes británicas: Davies descubrió a lgunos similarmente enrevesados de metrópolis estadounidenses, así como de otras ciudades del mundo. Él y Alexander Kent, profesor de cartografía en la Universidad Christ Church de Canterbury, colaboraron para elucidar cómo era que habían sido construidos los ejemplares. De su investigación, derivó el libro The Red Atlas.
No fue nada fácil el trabajo que realizaron. Se suponía que toda esa información fuera destruida tras la caída definitiva del bloque socialista, pero algunos oficiales, entreviendo una oportunidad lucrativa, vendieron los mapas. De hecho, nunca han sido oficialmente desclasificados. “Los rusos no hablarán de ellos”, asegura Davies. “Quienes los crearon se llevarán el secreto a la tumba”.
Un mapa soviético del centro de Washington (Cortesía de John Davies/The Red Atlats: How the Soviet Union Secretly Mapped the World).
Davies y Kent inspeccionaron minuciosamente el ‘tesoro’, especialmente los que replicaban ciudades británicas y estadounidenses, y luego los compararon con mapas locales. “Cuanto más de cerca los revisábamos, más podíamos decodificarlos”, añadió Davies. Se percataron, por ejemplo, de un indicador de altitud en un mapa ruso que también aparecía en uno local, pero no en otros mapas locales fabricados antes o después de él. Como consecuencia, Davies y Kent sabían que habían encontrado el mapa exacto que los rusos usaron para crear el suyo. “Era como una huella dactilar”, dijo Davies. “Esto fue lo que nos llenó de alegría, la emoción propia del descubrimiento”.
Incluso los errores en los atlas soviéticos revelaban sus fuentes de información. En un mapa de Doncaster, Inglaterra, los cartógrafos habían etiquetado algunos complejos de viviendas como ‘ Roman Pottery Kilns’ (Hornos de Cerámica Romana), lo que, según Davies, “no tenía sentido alguno”. Pero entonces sorpresivamente Davies y Kent dieron con un estudio británico de principios del siglo XX que mostraba sitios arqueológicos en el área, con hornos de cerámica romana.
Los soviéticos también mapearon Manhattan (Cortesía de John Davies/The Red Atlats: How the Soviet Union Secretly Mapped the World).
Queda claro que varios elementos en los mapas habían sido aportados por monitoreo aéreo. En uno de los mismos, los cartógrafos habían confundido una carretera con un gasoducto. “Podemos asegurar, casi en un 100%, que quienes hicieron ese mapa usaron imágenes satelitales”, indicó Davies. “La excavación de la tubería debió de haber parecido una carretera desde arriba”.
Si bien Davies y Kent obtuvieron información que solo pudo haber provenido de espías sobre el terreno –un puente en Miami, por ejemplo, contiene pistas que solo un testigo ocular pudo haber proporcionado–, hubo menos casos de este tipo de lo que la serie de TV The Americans (o Los Americanos) podría sugerir. “No había, casi con toda probabilidad, muchas personas anotando detalles y suministrándoselos a los rusos”, opinó Davies. “Había, eso sí, un cúmulo importante de información de dominio público: mapas, directorios, guías de turismos, horarios de trenes y cosas por el estilo”.
Mapa de Berlín, con el muro marcado en púrpura (Cortesía de John Davies/The Red Atlats: How the Soviet Union Secretly Mapped the World).
Ambos investigadores convinieron en llamar a los mapas 'la Wikipedia de su época': un depósito de conocimiento, antes que un medio de urdir complots para invadir o bombardear. Davies cree que fueron hechos pensando que el Comunismo prevalecería y que, más temprano que tarde, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas tendría todo el control. “Los mapas, de hecho, no habrían tenido caso si las ciudades fueran bombardeadas”, razona. “Tienen que ver más con el poder del conocimiento”.
Ahora bien, el meticuloso trabajo cartográfico respecto a pequeñas áreas urbanas, acaso menos estratégicas, como Scranton, Pennsylvania, y Galveston, Texas, apoya esta hipótesis, como lo hace también el hecho de que los cartógrafos añadieron nuevos detalles sin por ello borrar más datos y referencias históricos. Algunos mapas muestran, por ejemplo, el lugar por el que los transbordadores llevaban autos de un lado a otro de un estuario, pese a que se han construido puentes y túneles desde entonces, dejando en desuso a los transbordadores. “No se les iba ninguna información”, aseguró Davies.
Por último, él espera que The Red Atlas estimule la curiosidad cartográfica, pero también la de historiadores, expertos militares o simplemente entusiastas, como él mismo, de los mapas, pues ansía que se hurgue más allá y se realicen descubrimientos novedosos. “Aguardo, con el alma en vilo, lo que ellos sean capaces de aportar”, concluyó.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.