En el sur de EEUU, algunos distritos escolares están intentando volver a segregarse

Cuando me mudé a Durham, Carolina del Norte, a mediados de los años 80, el condado tenía dos sistemas escolares separados. En el centro geográfico estaba el sistema de la Ciudad, el cual consistía casi totalmente en estudiantes afroestadounidenses y tenía el índice más alto de deserción escolar en el estado, además las peores calificaciones en los exámenes. Debido a la baja recaudación de impuestos en esta zona pobre, era difícil resolver esta brecha educacional.
El sistema educacional de la Ciudad estaba circundado por el sistema del condado, cuyo cuerpo estudiantil incluía a más estudiantes blancos y de los suburbios. En esta área se ubicaba una zona tecnológica con grandes empresas, como IBM, las que aportaban dinero que no había en el centro pobre. Al incrementar el impuesto en las propiedades por un centavo, el condado podría obtener 30 dólares por estudiante, mientras que la ciudad sólo podría obtener 17 dólares. No sorprende que el condado se gastara dos veces más por estudiante en los materiales didácticos y que el valor de esto se demostrara en las calificaciones de exámenes de los estudiantes.
Poco después, los líderes políticos de Durham formaron un equipo que puso los cimientos para fusionar ambos sistemas en 1992 y crear un solo sistema escolar. El trabajo del grupo fue difícil: sus 41 tuvieron que lidiar con asuntos como la equidad racial y compartir el poder, discusiones que evidenciaron las heridas más profundas la ciudad. Pero también “sirvieron para afianzar una aceptación más amplia de la diversidad étnica dentro de la comunidad”, dice Deborah Giles, quien en aquel entonces era miembro del grupo y que hoy es la directora de igualdad de oportunidades y de garantía de equidad para la alcaldía de Durham.
Sin embargo, ahora los legisladores estatales republicanos de Carolina del Norte quieren reconsiderar estas ‘otras maneras’. Un comité de estudio legislativo tendrá su primera reunión para discutir si se debe permitir que los sistemas escolares consolidados se desintegren de nuevo. El comité fue autorizado por un proyecto de ley de 2017 que fue aprobado con un disentimiento considerable de parte de los demócratas.
Chris Malone —representante estatal republicano y uno de los patrocinadores del proyecto de ley— dice que a veces las áreas suburbanas y rurales se sienten ignoradas por los grandes sistemas escolares consolidados. Malone escuchó eso cuando se postuló para el comité escolar del Condado Wake en 2009 y habló con votantes que viven fuera de Raleigh. “Lo que escuché cuando fui de puerta en puerta fue: ‘somos el hijastro pelirrojo del condado’”, dice. Actualmente no está a favor de desintegrar a su condado natal. Pero tener “otra herramienta en la caja de herramientas siempre es algo bueno”, dice.
El think tank conservador más grande del estado —la Fundación John Locke— ha abogado por la desconsolidación hace mucho tiempo. John Hood, su cofundador, cita un estudio de 2007 que concluyó que los distritos grandes se vuelven “burocracias lentas” con “ineficiencias significativas”.
Incluso los críticos reconocen que hay puntos positivos en tener distritos más pequeños. Lynn Edmonds —residente de Raleigh y directora de promoción comunitaria para Public Schools First NC, una agrupación activista a nivel estatal— nota que la nieve en una esquina de un distrito quizás cancele clases en todas las escuelas, incluso cuando no haya caído ni un copo de nieve en otras partes. Eso quizás parezca raro para las múltiples personas del área quienes se mudaron allá desde el Noreste y el Medio Oeste, ya que un 55% de los residentes del Condado Wake nacieron fuera del estado de Carolina del Norte, según el Carolina Population Center (Centro Poblacional Carolina). Por cierto, Malone se encuentra entre estas personas, ya que ella nació en Nueva Jersey. “La gente viene acá de otras partes del país en donde tienen pequeños distritos escolares”, dice Edmonds. “No creo que piensen más allá que su propia conveniencia”.
Pero según dice Edmonds, dividir a los condados inevitablemente promoverá la desigualdad educativa. Las escuelas de Wake se conocen por su compromiso con la igualdad de oportunidades: “Las brechas en el logro educativo se volvieron no sólo intolerables sino impensables allá”, escribió el fallecido sociólogo Gerald Grant en el libro Hope and Despair in the American City: Why There Are No Bad Schools in Raleigh (Esperanza y desesperación en la ciudad estadounidense: la razón por la que no hay escuelas malas en Raleigh), el cual fue publicado en 2009. Durante una iniciativa que ocurrió entre 1998 y 2003, la brecha en el porcentaje de niños afroestadounidenses y blancos que aprobaron ciertos exámenes de fin de grado se redujo de un 37% a un 17%, escribió.
Según Edmonds, un factor clave es “una base imponible unida que ayude a compartir los recursos por todo el sistema”. Al dividir el condado, dice, los suburbios más pudientes terminarán en un sistema diferente de los vecindarios más pobres de las ciudades. “Comoquiera que lo dividan, no veo cómo no pueda conducir a dos sistemas diferentes con dos grupos diferentes de recursos”.
Malone reconoce que la posibilidad de una desigualdad más profunda es “un verdadero problema”, pero también insiste que se pueden dibujar las líneas divisorias para “tener más paridad”.
Erika Wilson —profesora de Derecho en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill— sugiere que esta desigualdad potencial es intencional: los padres suburbanos no quieren subvencionar a las escuelas de la ciudad. “Lo que está sucediendo en Carolina del Norte no es una anomalía”, dice. “Es parte de una tendencia mucho más amplia, particularmente en el Sur”.
Wilson ha escrito extensamente sobre la geografía de los distritos escolares, lo cual incluye lo que ella llama ‘la nueva segregación escolar’: la secesión de comunidades pudientes de blancos de los sistemas escolares de condados sureños que son racialmente diversos. Entre los lugares que discute está el Condado Jefferson en Alabama, sobre el cual escribió Nikole Hannah-Jones en un artículo muy comentado que fue publicado el año pasado en la New York Times Magazine. Esta semana el Tribunal de Apelaciones del Circuito N°11 impidió que un suburbio del Condado Jefferson llamado Gardendale formara su propio sistema). Según indica Wilson, la secesión les quita a los estudiantes más necesitados de los recursos financieros que necesitan e impulsa una profundización de la fuga por parte de los blancos.
“Los proponentes de las secesiones de los distritos escolares sureños (…) sugieren que los sistemas más centralizados que se basan en los condados son ineficientes y no cumplen suficientemente con las necesidades educativas de los estudiantes”, escribió en un artículo publicado en una revista académica en 2016. “Sostienen que la creación de distritos escolares más pequeños y localizados corregirá estos problemas. Sin embargo, tal como sucede con la mayoría de las invocaciones modernas del localismo, los asuntos de raza y clase socioeconómica quedan justo en la superficie”.
De mismo modo, dice, los defensores de la desconsolidación en Carolina del Norte están argumentando de manera “racialmente neutra” sobre los beneficios de los sistemas más pequeños. “No es que se quiera impugnar sus motivos”, dice. “Pero la realidad es que es difícil desvincular la raza y la economía”.
En 2011 el Centro para los Derechos Civiles de la Universidad de Carolina del Norte realizó un análisis integral de las inequidades escolares en el Condado Halifax. Cuatro años después, demandó al gobierno del condado —hasta la fecha sin éxito— para obligar una fusión. La demanda documentó cómo la división del condado creó “una competencia por recursos que los distritos negros no pueden ganar”. Los dos sistemas escolares con una mayoría de estudiantes negros tenían maestros inexpertos y ofertas académicas limitadas. Además, las disparidades en cuanto a infraestructura son asombrosas.
En la secundaria Northwest High School —el cual está en el sistema del condado— “los estudiantes han tenido que caminar por aguas residuales para viajar entre sus lockers y las clases”, dice la demanda, la cual será examinada por la corte suprema del estado durante esta primavera. El sistema de climatización falla regularmente y “pedazos del techo se han desmoronado y han caído sobre pupitres y estudiantes en medio de las clases”. Por contraste, Roanoke Rapids High School “parece un catedral” (su diseño fue basado en el de la Universidad Cambridge) con una biblioteca nueva y un campo atlético “prístino”. El pasado septiembre fue nombrado como la escuela secundaria pública más bella de Carolina del Norte por la revista Architectural Digest.
Los oponentes de la desconsolidación se preocupan que los contrastes marcados del Condado Halifax se podrían extender a otros condados —y particularmente a los condados urbanos— si las comunidades pudientes se salen de sus distritos.
Pero también reconocen que la consolidación no ha resultado ser una panacea. Incluso mientras los condominios en el próspero centro de Durham se ponen a la venta por más de un millón de dólares —algunos dicen que este renacimiento de bienes raíces no hubiera ocurrido sin la consolidación— sus escuelas siguen luchando con un éxodo de familias blancas y negras de la clase media. Muchas de sus aulas están desequilibradas racialmente al punto de constituir la segregación de hecho. “El problema del logro académico entre los estudiantes afroestadounidenses sigue existiendo después de la fusión, al igual que existió antes de la fusión”, dice Giles, la directora del departamento de igualdad de oportunidades de la ciudad de Durham. “Esto genera la pregunta sobre si la fusión haya sido valiosa”.
Pero según insiste, revertir a dos sistemas desiguales no es la solución. “Siempre es una mala idea ir hacia atrás. Aunque las cosas no están tan buenas como quisiéramos, estaríamos en un lugar mucho mejor si miráramos hacia adelante [para considerar] cómo podemos mejorar la educación para todos los niños”.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.