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Cómo ignorar a los demás usando el teléfono llegó a ser normal

Un estudio explica que, a través del uso del móvil, la falta de respeto hacia los otros es cada vez más socialmente aceptada.
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22 Jun 2016 – 09:25 AM EDT
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El llamado "phubbing" ya es algo común en la vida diaria, querámoslo o no. Crédito: Sjale/iStock

Para mí, usar el smartphone cuando estás junto a otros raya en lo grosero, pero lo sigo haciendo. Trato de disculparme cuando lo hago. “Lo siento, necesito escribirle a esta persona/enviar este correo/ver este mapa bien rápido”, digo, pero últimamente he llegado a sentir que soy incluso más grosera cuando pido a los demás que no usen sus teléfonos en mi presencia. Es como si, haciendo avergonzar a los otros en un tono algo desagradable, uno estuviera necesitando de toda su atención, en todo momento. Cuando el grupo en pleno está usando su iPhone, el camino más fácil es el de sacar el tuyo y recaer, de inmediato, en Instagram.

Enajenarse por medio de tu teléfono en un espacio público es conocido como “ phubbing” –compuesto por las iniciales de phone (ph) y la terminación de snubbing (que significa desdeñar, ignorar, ser indiferente… aclaro que yo no inventé el término). Un nuevo estudio publicado en la revista académica Computers in Human Behavior examina qué motiva a la gente a ejercer el phub, y cómo este fenómeno se ha convertido en algo habitual.

Un grupo de 276 participantes respondió numerosas preguntas que no solo medían sus experiencias como sujetos y objetos de phubbing, sino también sus niveles de adicción a Internet, a los smartphones, su capacidad de autocontrol y el llamado fear of missing out (FOMO, o “miedo a perderse algo”). Todas estas experiencias resultaron, en cierta forma, de acuerdo con lo esperado: la gente más propensa a no separarse de la pantalla (ya sea de un iPhone, o una laptop), mientras está acompañada, es aquella con menos poder de autocontrol, con mayores dosis de FOMO, y también de adicción a Internet y a los smartphones (aún está en debate si uno puede realmente ser adicto a Internet; el estudio más bien analiza si la persona usaba compulsivamente o no las redes, y el modo en que estas interferían en su vida).

El aspecto más interesante que arrojó la pesquisa fue que la gente que refirió ser la más proclive a hacer phubbing era también la que más habitualmente era objeto de esta práctica. Los investigadores de la Universidad de Kent sugieren varias razones. Una de ellas es la simple reacción a modo de represalia: si estás tratando de hablarle a alguien, y esa persona está usando su teléfono, pues nada, tú sigues el juego y sacas el tuyo.

De hecho, mucha gente más puede participar del juego. Si un miembro del grupo usa su móvil, esto abre la puerta para que otros comiencen a hacer lo mismo, creyendo tal vez que se trata de un juego socialmente aceptable por la mera razón de que siguen viendo a los demás en función de lo mismo. Después de todo, ¿Por qué tanta gente lo haría si no estuviera bien? ¿No podría nadie sacarlos del ensimismamiento?

Otra de las razones es que la práctica del phubbing es susceptible al llamado efecto del falso consenso, esto es cuando la gente asume que los demás comparten sus opiniones y creencias. Por ejemplo, si alguien piensa que revisar las notificaciones de Twitter en medio de una cena en grupo no es demasiado rollo, puede asumir entonces que tampoco los demás verán un problema en esto, de modo que no sentirán presión social alguna para no hacerlo.

Todas estos elementos pueden explicar esa suerte de efecto dominó que he sentido cuando, dentro de un grupo, hemos ido del “momento de grupo”, propiamente dicho, al “momento del teléfono”. En un principio pudiéramos sacar nuestros teléfonos solo por despecho ante quienes están usando los suyos; pero cuanto más lo hacemos, quizá menos torpe parezca.

“En un escenario en que las personas cambian constantemente de sujetos a objetos de este comportamiento, nuestros datos sugieren que el phubbing es cada vez más la norma”, escriben los autores del estudio.

Investigaciones previas, por otra parte, han concluido que la gente solía estar menos satisfecha de sus relaciones románticas en la medida en que su pareja fuera más phubber (practicante del phubbing). Será interesante conocer si persistirá la relación inversa entre estos últimos factores mientras el fenómeno del phubbing cobra, cada vez, mayores visos de normalidad. Tal vez, solo se trate de vivir en un cargado mundo de smartphones; pero recuerde esto: en la misma medida en que ignore a los otros, por usar su teléfono, será ignorado de vuelta.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en The Atlantic.

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