¿Cómo ocuparemos nuestro tiempo cuando nuestros autos se manejen solos?

He aquí lo más reciente de la revolución de los automóviles autónomos: en Pittsburgh, la nueva flotilla de vehículos autónomos de Uber dio la bienvenida a sus pasajeros, Boston anunció un plan para efectuar pruebas de manejo a coches autónomos en las calles de la ciudad y Tesla implementó mejoras en softwares relacionados con la seguridad de su sistema de pilotos automáticos. Mientras parece cada vez más cerca la posibilidad, antes propia de la ciencia ficción, de un futuro sin necesidad de choferes, cabe preguntarse: ¿Qué se supone que hagamos con nosotros mismos, dentro del auto, una vez el robot esté al volante?
Es precisamente sobre esta interrogante que Michael Sivak, quien lidera el consorcio investigativo para el Transporte Mundial Sostenible de la Universidad de Michigan, ha venido reflexionando, y, como resultado, hemos obtenido respuesta, al menos en principio, en un nuevo informe cuya autoría es compartida con su colega Brandon Schoettle.
El estadounidense promedio invierte hoy día una hora aproximadamente conduciendo, tiempo que podría, teóricamente, ahorrarse, y de esta forma ser empleado, cuando todos nos movamos en auto-robots, en algo más productivo. Pero el informe concluye que un 62% de los actuales choferes en Estados Unidos no vería aumento alguno de la productividad, ya sea porque no quieren andar en coches autónomos o porque pasarían toda la hora mirando a través de su ventanilla.
El sueño de no tener que caer en la procrastinación en el auto ha existido por décadas (vea el magnífico paquete de servicios Mobile Director para los Chryslers Imperial de fines de los sesentas, con asiento y escritorio giratorios, de modo que el empresario podía vociferarle todo cuanto quería a su secretaria). En 2015, Mercedes-Benz presentó una versión actual inspirada en esa oficina rodante, un concepto completamente autónomo con sillas de salón giratorias y un ambiente como el de una sala de espera de aeropuerto adornada con nueces.
Este es uno de los numerosos intentos de repensar lo que sería ir sentado en su automóvil una vez que no tengamos las manos en el timón. Los defensores de los vehículos autónomos, por su parte, a menudo pregonan el poder transformador de la tecnología en que podamos, eventualmente, controlar nuestro tiempo. Todo ese tiempo perdido hoy en el viaje, ya no será tiempo muerto en los coches autónomos. ¡Volveremos a la vida! ¿Trabajaremos? ¿Veremos la tele? ¿Nos dará sueño? ¿ Tendremos sexo? ¡Nadie lo sabe!
Los dueños de Tesla, que están migrando hacia el piloto automático, ya experimentan de a poco el sabor (a veces peligroso) de este nuevo mundo, al tiempo que se vuelven algo negligentes respecto de sus parcialmente automatizadas carreras interestatales. Pero los investigadores de Michigan analizaron aún más a fondo el comportamiento de los choferes, así como sus miedos y expectativas sobre cómo sería la experiencia en un vehículo autónomo, y hallaron diversos obstáculos al hecho de beneficiarse del prometido auge de la productividad.
En primer lugar, la gente necesitará estar convencida de que es seguro andar en un automóvil autónomo: casi una cuarta parte de los encuestados en Estados Unidos, durante un sondeo de 2014, descartó de plano subirse a uno de estos; y encuestas más recientes han indicado que esos porcentajes apenas se han movido (en otros lugares del mundo, la gente parece más animada: solo un 3.1% de los encuestados chinos, por ejemplo, expresaron reservas).
E incluso de esos estadounidenses que estuvieron de acuerdo con adquirir un auto sin necesidad de chofer, un 35.5% declaró que pasaría todo el tiempo pendiente a través del parabrisas. “Es algo tan novedoso y poco probado, piensan ellos, ‘que mejor miro todo el camino’”, sostiene Sivak.
Algo más de un 10% del resto de los inquiridos en Estados Unidos refirió que leería dentro del auto. Un segmento similar de encuestados, por su parte, sería capaz de enviar mensajes de texto o de hablar con amigos, al tiempo que un 6% itió que vería la televisión. Menos de un 5% pensó que intentaría hacer algo. He aquí una posible razón: de un 6% a un 12% alegó que experimentaba algún tipo de padecimiento relacionado con la movilidad.
Otro obstáculo es el tiempo. Pareciera que todos pasamos la mitad del día sentados al volante debido al tráfico –y de hecho, algunos lo hacen-, pero los viajes en auto duran, como promedio, unos 20 minutos cada uno, apenas lo suficiente para echar una siesta corta o ver un episodio de una comedia.
Sivak, a su vez, señala otros aspectos asociados a la seguridad. Esa oficina rodante, no sin cierta prestancia, pudiera ser peligrosa en caso de una parada brusca del vehículo, advierte el autor del informe:
“Varios diseñadores visualizan a los pasajeros de los coches autónomos en un rango de posiciones nada tradicionales. Por ejemplo, se conciben salas de estar, con pasajeros sentados de mil y una maneras, perfilados hacia aquí o hacia allá, e incluso durmiendo supinamente. No solo tendrían muchas de estas posturas no tradicionales que variar, considerablemente, respecto de lo óptimo para lo que los sistemas de control fueron diseñados, sino que algunas de ellas son posiciones o posturas muy cercanas al peligro, con la fuerza de gravedad actuando sobre los pasajeros durante accidentes y paradas repentinas, los cuales pueden causar, con cierta probabilidad, lesiones más serias que las que ocurren tradicionalmente, es decir, en pasajeros sentados de frente y orientados en el sentido del vehículo”.
Si tenemos pensado ensimismarnos en nuestras laptops a 75 millas por hora, añade Sivak, vamos a tener que encontrar una manera de poner límites a los objetos electrónicos con que viajamos. “Estos aparatos pueden transformarse en proyectiles”, apunta. El informe explica además lo siguiente:
“Los objetos no controlados que viajan hacia delante desde los asientos traseros, ya sea durante una parada brusca, o bien tras un choque, y que, en un auto tradicional se incrustarían contra los espaldares de los asientos, en un automóvil autónomo, en cambio, irían justo a dar contra el frente de los asientos delanteros, los cuales habrían quedado orientados hacia atrás. Asimismo, los ocupantes de los asientos delanteros, sentados contra el sentido del vehículo, correrían el riesgo de impactarse con sus propios objetos y dispositivos (tales como ordenadores portátiles o tabletas), pues estos también se propulsarían hacia ellos durante un accidente”.
El informe no explora posibles soluciones. Sin embargo, ninguno de estos problemas es insuperable, dados el tiempo necesario y la destreza de la ingeniería. No es difícil imaginar, por ejemplo, cómo los autónomos coches del futuro dispondrán de cierto número de ventajas, en términos de seguridad, respecto de los vehículos corrientes. Podrían privarse de las ventanillas y ser construidos a prueba de golpes; por no hablar de que serían equipados, de una punta a la otra, con bolsas de aire (además, estos autos futuristas no serían conducidos por estúpidos ni borrachos).
Pero la mayor barrera, acaso, ante la posibilidad de transformar el tiempo invertido hoy en conducir, en tiempo de ocio –o tiempo productivo- sea el problema inherente a la historia y la naturaleza humanas. Una vez que las expectativas sociales de lo que se supone que hagamos dentro de un auto comiencen a cambiar, otras tareas llenarán esos momentos improductivos. Y así, como sucedió en su día con las lavadoras y los correos electrónicos, los automóviles autónomos pudieran acabar sumándose a la larga lista de innovaciones tecnológicas que, habiendo prometido alguna vez la liberación del individuo, se conviertan en realidad en una manera distinta de mantenerse ocupado.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.