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La contaminación atmosférica en Los Ángeles puede causar daños en el cerebro de los adolescentes

Un nuevo estudio sugiere un vínculo entre este tipo de contaminación y la delincuencia a tempranas edades.
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27 Dic 2017 – 12:17 PM EST
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Uno de los orígenes de la polución ambiental en Los Ángeles es la dependencia del automóvil para trasladarse. Crédito: David McNew/Getty Images

Todos sabemos que ciertos elementos invisibles de nuestro entorno pueden causarnos daño: la exposición al plomo puede reducir el coeficiente intelectual de un niño y la contaminación del aire acaba con la vida, anualmente, de más de 3 millones de personas. Y ahora un reciente estudio, realizado por la Facultad de Medicina Keck de la Universidad del Sur de California (USC), deja entrever que la contaminación atmosférica puede ocasionar efectos perniciosos en los cerebros de los más jóvenes.

La investigación, publicada hace par de semanas en la Revista de Anomalías de la Psicología Infantil, se enfocó en 682 infantes del área metropolitana de Los Ángeles durante casi una década, desde los 9 años y hasta sus 18. El resultado: la contaminación del aire puede provocar conductas delincuenciales en adolescentes.

“Corroboramos que la contaminación estaba teniendo aún un efecto adverso, incluso después de aislar las demás variables”


De 2000 a 2014, un grupo de investigadores midieron la contaminación atmosférica a diario en el Sur de California. Esta fue medida como material particulado o PM2.5, que se refiere al diámetro máximo, 2.5 micras, de las diminutas partículas medidas (para que se tenga una idea, una hebra de cabello tiene unas 60 micras de grosor). Para evaluar la delincuencia, por su parte, los estudiosos solicitaron a los padres que registraran los comportamientos de sus hijos. En esos registros, a menudo se verificó que mentían, robaban y abusaban de sustancias prohibidas.


Al cotejar la calidad del aire y los datos relativos al comportamiento infantil, los investigadores comprobaron que los estimados de contaminación atmosférica eran mayores en vecindarios cercanos a autopistas y carentes de vegetación, y coligieron que la conducta delincuente prevalecía entre adolescentes varones, afroestadounidenses, los que venían de estratos menos favorecidos económicamente, y quienes residían en barrios con limitados espacios verdes. El estudio también subrayó que los efectos de la contaminación atmosférica en la delincuencia empeoraban con el estrés social y las deficientes relaciones entre padres e hijos.


Para controlar sus resultados tomando en cuenta distintas condiciones de vida y ambientales de los participantes, los investigadores entregaron cuestionarios a los padres que aceptaban identificar género, raza, estatus socioeconómico y rasgos domésticos de los individuos que componían la muestra de análisis.

“Corroboramos que la contaminación estaba teniendo aún un efecto adverso, incluso después de aislar las demás variables”, indicó Diana Younan, autora principal de la investigación. Younan refirió que no se sentía precisamente asombrada por los hallazgos. “Durante los últimos veinte años, la contaminación del aire ha venido apareciendo y mostrando que puede aquejar el funcionamiento cerebral”, aseguró. “Pero al analizar comportamientos específicos, como el abuso de sustancias prohibidas y la salud mental, todavía comporta cierta novedad”.


La reciente indagación señala que tanto las concentraciones de PM2.5 como los índices de criminalidad han ido disminuyendo en el sur californiano, y exhorta al desarrollo de más estudios acerca de si estas concentraciones pudieron haber actuado decisivamente en el aumento de los índices delincuenciales. Sin embargo, los efectos de la contaminación existente son nocivos, particularmente para las comunidades minoritarias. Según Los Angeles Times, la ciudad de Los Ángeles aprobó tres mil unidades de vivienda cerca de autopistas en 2016, incluso cuando se sabe que quienes viven cerca del tráfico (y, por tanto, de la contaminación que genera) padecen de una serie de problemas de salud que van desde ataques cardíacos hasta cáncer de pulmón. Además, está científicamente demostrado que las comunidades de color tienden a ser desproporcionadamente afectadas por la contaminación del aire.

Younan añadió que no se debe ser absoluto a la hora de afirmar que la contaminación causa delincuencia. “Yo no utilizaría la palabra ‘causalidad’”, acotó. “Pero sabemos que la exposición ocurre antes del comportamiento. Sí podemos decir, en cambio, que el estudio proveyó evidencias de que existe una fuerte relación entre ambos factores”

La delincuencia no puede simplemente ser ignorada o pasada por alto como si fuera un mal comportamiento juvenil. Especialmente si se produce en las edades comprendidas entre 12 y 16 años, es una seria advertencia de futuras conductas criminales (un informe de 2015, tomado de la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas, estableció que la polución despedida por los vehículos de motor tuvo un efecto cuantificable en la actividad criminal de Chicago). Pero este es solo uno de los efectos colaterales de la contaminación atmosférica. El trabajo anterior de Younan se centró en el vínculo entre la propia contaminación del aire y la obesidad, y en cómo aquella puede producir demencia en mujeres de la tercera edad.

La investigadora espera que más homólogos suyos afronten el problema, de modo que, aunando evidencias sobre los efectos no deseados en la conducta adolescente, a las autoridades no les quede más remedio que enfrentar los hechos. “Para que cambie la política, tiene que haber un cúmulo importante de investigaciones que empujen ese cambio”, opinó.

Ahora bien, la reducción de la contaminación atmosférica no es tarea fácil: sus causas están enraizadas en muchos aspectos de la cotidianidad urbana. Los legisladores tendrían que reformar casi todo, desde el transporte hasta la construcción y la industria, para hacerla menguar significativamente. Para Younan, una de las cosas más difíciles de cara a reformar el marco constitucional que ampara la contaminación es, justamente, que el gobierno de la ciudad y los demás sectores la reconozcan y la aborden como un problema serio.

“La contaminación atmosférica es peligrosa para muchos órganos”, aseguró. “No solo los pulmones o el corazón, sino también el cerebro”.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.

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