El Partido Republicano le teme a las ciudades

Donald Trump puede chequear dos veces el nombre de Baltimore de la lista de ciudades que debe nombrar, luego de su discurso del jueves en la noche, en el cual aceptó la nominación republicana para ser presidente. Los medios locales en mi ciudad de nacimiento levantaron las orejas, por supuesto: el Baltimore Sun abrió su cobertura con la referencia que hizo el candidato al reciente repunte de los homicidios en la localidad. Más adelante, Trump declaró “con cada acción que tome, me haré esta pregunta: ¿cómo puedo mejorar la vida de los jóvenes estadounidenses en Baltimore?”.
Mi ciudad probablemente no ha disfrutado de un rol tan importante en una reunión republicana desde la última vez que fue la sede de este tipo de eventos, en 1864. Baltimore, junto a Chicago, Detroit y Ferguson (en las afueras de St. Louis) parecen ser los lugares que aparecen en la mente de Trump cada vez que quiere invocar la marea de caos que sus oponentes supuestamente han desatado en el “Estados Unidos real”. Algo que suele hacer.
Estas ciudades también aparecieron en cuando Trump criticó a la OTAN, en una conversación con periodistas de The New York Times. En ella, explicó por qué se podría confiar en él para llevarse mejor con los regímenes autoritarios. “Cuando el mundo ve lo mal que está Estados Unidos, y vamos a tratar de hablarles de libertades civiles, creo que no podemos ser un buen mensajero”, dijo. Yendo más atrás, Trump también le echó la culpa a pandillas inmigrantes de “ muy malos chicos” por la violencia callejera en Baltimore, algo que dejó desconcertadas a las autoridades de la ciudad. Baltimore, como muchas otras ciudades que están viendo su población encogerse, está haciendo esfuerzos para atraer inmigrantes y sus conocidos problemas de pandillas se sabe que tienen que ver con la economía del encarcelamiento y no con la inmigración.
Pero da lo mismo. Como dice Trump, toda prensa es buena prensa, y espero que todos los que vivimos en Baltimore, Chicago, Detroit y Ferguson podamos capitalizar en esta oportunidad de publicidad y visibilidad que la Convención Republicana nos ha regalado. En general, el Estados Unidos urbano se llevó una golpiza en Cleveland, donde las ciudades fueron mencionadas principalmente como los lugares de revueltas, tiroteos a policías, refugios de ilegales y terroristas, además de chupasangres tributarios de los dólares de los contribuyentes. En su visión de un país asolado por la falta de cumplimiento de la ley, el nuevo y autodesignado candidato de la ley y el orden requiere de un eje del mal, y aparentemente las ciudades lo serán.
Aquellos que han chequeado la veracidad de lo dicho en el discurso, se dieron cuenta de que hubo una selección de datos, falsedad y uso de la exageración de la verdad. Las ciudades estadounidenses no están descendiendo en masa hacia la anarquía, a pesar de los legítimamente preocupantes índices de homicio en DC, Baltimore y Chicago. Hasta ahora, los homicidios están ligeramente por debajo del promedio anual en más de la mitad de las 63 ciudades que son reportadas por la organización Major Cities Chief Association. Y el crimen violento, en general, está en índices que son una fracción de los que existían durante los gobiernos de Reagan y Bush.
El grado en que los estadounidenses perciben una ola de crimen doméstico arrastrándose hasta sus porches es digno de una discusión separada. En la revista New York, el sociólogo Alex Vitale especula que una razón por la que la mayoría de la gente estima erróneamente que el crimen ha aumentado desde 2000 cada año, es porque ya no tenemos “la experiencia directa con el crimen”. En vez de eso, lo recibimos transformado en dramas policiales en la televisión y en reportes de medios sobre eventos espectaculares, pero poco frecuentes. En otras palabras, estamos tan seguros que el solo hecho de consumir crimen real o ficticio –y escuchar a nuestros líderes advirtiéndonos de éste– es suficiente para aterrorizarnos.
Históricamente, el partido Republicano ha utilizado la situación de las ciudades, que tienden a ser demócratas, para alimentar los resentimientos de los votantes rurales y suburbanos, los que obstaculizan gastos en transporte público y otros sospechosos proyectos urbanos. Este año la plataforma de los republicanos incluso denunció a la istración Obama de buscar “exclusivamente una visión urbana de densificación habitacional y transporte gubernamental”, y advirtió tenebrosamente que “su malamente llamada Iniciativa de Habitabilidad busca ‘obligar a la gente a dejar sus automóviles’”.
Este tipo de hostilidad frente a los esfuerzos más inocuos –y contra la misma “habitabilidad” – puede que no sea una estrategia políticamente exitosa de largo plazo, especialmente debido a que muchos votantes están buscando estos “infiernos” densos y caminables. Pero esa es una parte clave del punto de vista de esta campaña: transformar al Estados Unidos urbano en lo que mantiene despierto al Estados Unidos suburbano mientras intenta dormir en la noche.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.