¿Qué significará para Colombia que gane Iván Duque o Gustavo Petro las presidenciales de este domingo?
BOGOTÁ, Colombia.- Colombia va a elegir en las elecciones de este domingo entre dos modelos de país opuestos. Desde que en la primera vuelta del 27 de mayo el conservador Iván Duque y el progresista Gustavo Petro consiguieran el mayor número de votos, el tramo final de la campaña ha estado marcada por el juego de alianzas de cada uno para intentar sumar el apoyo de otras fuerzas políticas y sectores de la sociedad.
Petro se presenta como el emblema del cambio en una sociedad históricamente inclinada hacia la derecha.
No habrá un debate cara a cara entre los dos aspirantes a ocupar el Palacio de Nariño cuando Juan Manuel Santos deje el cargo el 7 de agosto. Petro culpa de ello a su oponente, acusándole de no cumplir con ese "derecho democrático" de los ciudadanos. "En segunda vuelta hay que debatir realmente con lo que se piensa, con lo que se sabe, con lo que se propone y por eso a Duque le dio inmenso temor debatir conmigo, por eso ha suspendido todos los debates".
"Yo estoy listo para siempre confrontar las ideas con el que sea, aquí ustedes me vieron en la Universidad del Norte (en Barranquilla), no contra uno, sino contra cuatro, y me vieron exponer mis ideas con respeto, porque no valido mis ideas atacando a nadie ni acusando a nadie de corrupto ni de dictador", respondió este.
La campaña comenzó hace casi dos años, cuando se escenificó la división de la sociedad colombiana en el plebiscito por el acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, en octubre de 2016. Entonces empezaron los mensajes propagandísticos desde ambos bandos, la mayoría de ellos sin fundamento y difundidos a través de las redes sociales, cadenas de WhastApp y por el boca a boca en las calles. Esta polarización se profundizó en las pasadas elecciones legislativas de marzo.
A Duque sus detractores le acusan de ser el "títere" de Uribe ( a quien, a su vez, Petro ha calificado como un "dictador"), de querer volver a la guerra y recortar los avances sociales conseguidos durante ocho años con Santos. De Petro dicen sus rivales que es "castrochavista" y que va a convertir a Colombia en la nueva Venezuela porque no respeta la propiedad privada.
El programa de cada uno de ellos no incluye medidas tan extremas, pero sí que ofrecen una visión totalmente diferente respecto al futuro de Colombia. Aquí analizamos sus propuestas en los cinco apartados más importantes.
El futuro de los acuerdos de paz
Iván Duque es el único candidato de los cinco que se presentaron a primera vuelta que quiere hacer "modificaciones o reformas" en el acuerdo de paz alcanzado a finales de 2016. Al principio Uribe y otros líderes de su partido hablaron directamente de "hacerlo trizas" pero después han reculado.
Hay tres puntos que considera innegociables: los antiguos líderes guerrilleros como Iván Márquez tienen que pagar por sus crímenes antes de hacer política desde el Congreso; el narcotráfico no puede formar parte del delito político amnistiable; y las FARC deben colaborar en la lucha contra los cultivos ilícitos.
Las dos primeras condiciones van en contra de lo que ya se firmó y el propio presidente Santos ha asegurado ante la comunidad internacional que el acuerdo es "inamovible". Respecto al tercer punto, en realidad los exguerrilleros ya están colaborando en este asunto con la Justicia Especial para la Paz (JEP), el órgano que juzga los crímenes durante la guerra.
Gustavo Petro ha prometido cumplir los acuerdos y garantizar su implementación durante los próximos cuatro años si llega a ser presidente. Sin embargo, critica a Santos por su "poca altura política" y cree que, más allá de firmar la paz con la guerrilla, es necesaria "una reforma más amplia" en puntos fundamentales como la salud, la educación y el a la tierra. Él aspira a liderar esa gran convergencia nacional.
En cuanto al proceso iniciado por Santos con la otra guerrilla del país, el ELN, también hay discrepancias. Duque anuncia "mano dura" si los elenos no interrumpen unilateralmente cualquier tipo de hostilidad, mientras que Petro apuesta por continuar con el diálogo para encontrar una solución. La conversaciones avanzan en La Habana con lentitud y continuos altibajos.
El objetivo del actual gobierno colombiano es alcanzar un cese al fuego bilateral cuanto antes.
La lucha contra "la mermelada"
Quizá el único punto en el que Duque y Petro están de acuerdo es en la lucha contra la corrupción o "la mermelada", como llaman en Colombia a los favores políticos a cambio de dinero. Estas han sido las primeras elecciones en más de medio siglo en las que la seguridad no ha sido la mayor preocupación de los ciudadanos y la corrupción ha ocupado ese lugar.
Petro ha vendido una imagen de sí mismo como el representante de "los desposeídos" que va a devolver al pueblo el poder tras décadas de gobierno de las élites. Cuenta con la experiencia de su época de senador en la primera década de este siglo, cuando se enfrentó al paramilitarismo y consiguió importantes victorias legales contra los corruptos.
Duque busca combatir este mal endémico en Colombia (donde el escándalo de Odebrecht también ha salpicado al poder) a través de una renovación de lo que él llama "la vieja política". Para ello propone un equipo de gobierno joven (asegura que el 75% de su gabinete será menor de 45 años) y muy técnico, que se encargará de identificar las fallas del sistema y controlar "el despilfarro" desde el gasto público.
Propiedad de la tierra y cultivos ilícitos
Es el fantasma que persigue a Colombia desde mediados del siglo pasado, cuando aparecieron los movimientos guerrilleros como respuesta a la precaria situación del campesinado. En el acuerdo de paz una de las grandes victorias de las FARC fue acordar con el Gobierno una revisión del sistema de reparto de tierras que todavía hoy perpetúa la desigualdad.
A Petro le acusaron de querer expropiar, pero él precisa que su política será poner impuestos a las tierras "improductivas" por encima de las 500 hectáreas. En la práctica, obligaría a los grandes ganaderos del interior de Colombia (la región donde Duque arrasó en primera vuelta) a vender las tierras al Estado por un precio pactado o a cedérselas a los campesinos para que estos puedan vivir de ellas y cultivar.
Duque representa la otra cara de la moneda: defenderá a los grandes terratenientes, como su mentor Álvaro Uribe, cuya familia posee fincas ganaderas en el departamento de Antioquia. Respecto a los cultivos ilícitos Duque está en contra del programa voluntario actual con ayudas del Estado para que los campesinos abandonen de forma progresiva los sembrados de hoja de coca, marihuana y amapola. Él defiende la erradicación forzosa. Petro prefiere dar continuidad al programa de Santos, quien prohibió la fumigación aérea con productos químicos como el glifosato.
Modelo económico
Ambos hablan de proteger a la clase media, pero para cada uno este sector de la población representa algo muy diferente. Si Petro quiere subir los impuestos a los que más tienen y redistribuir la riqueza entre los menos favorecidos, Duque dice que bajará la carga impositiva a las empresas, a las que ofrecerá beneficios fiscales.
En términos estratégicos, el plan de Petro es reducir la dependencia del petróleo y el carbón y apostar por las energías renovables. Entre sus propuestas está poner es solares en los tejados de las casas, aprovechar el potencial eólico en regiones como La Guajira (una península desértica muy pobre al noreste, junto a Venezuela) y fomentar el cultivo de productos como el aguacate.
Su plan de cobertura social es ambicioso: dice que garantizará el a la salud como un derecho fundamental y aumentará la inversión en educación, cultura, ciencia y tecnología. Una de las críticas más repetidas contra su gestión como alcalde de Bogotá fue, precisamente, que quería hacer demasiadas cosas que eran imposibles.
Frente a ello, Duque se presenta como el candidato eficiente que garantiza la estabilidad. Su perfil encaja bien en el neoliberalismo que aboga por una reducción del papel del Estado y fomenta el sector privado. Habla de la importancia de la economía naranja (industrias creativas, deporte) como agente dinamizador.
Pretende atraer la inversión extranjera y el turismo (dos obsesiones de Santos en el último tramo de su mandato) y dinamizar las exportaciones y el consumo privado.
Venezuela y el papel en la región
Pese a que Petro ha sido acusado desde el principio de la campaña de haber sido amigo de Hugo Chávez y compartir unos ideales revolucionarios, sus declaraciones sobre Venezuela coinciden en lo esencial con las de Duque. Ambos han calificado el régimen actual de Nicolás Maduro como "una dictadura" y ambos anhelan en el país vecino un cambio hacia la democracia y la libertad de expresión.
En Colombia ya viven más de un millón de venezolanos que han escapado por la escasez de alimentos, medicamentos y otros servicios básicos, además de la inseguridad.
Petro se opone a un bloqueo económico y propone el regreso de Venezuela a la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que Maduro abandonó en 2013. Duque es más vehemente: hará todo lo posible para posibilitar la caída del gobierno venezolano desde los organismos internacionales. Eso sí, niega que vaya a aprobar una intervención militar desde Colombia.
En cuanto a las prioridades en política internacional, Petro asegura que en su caso será coordinar "la lucha contra el cambo climático" y garantizar los apoyos a "la construcción de la paz en Colombia". Además, advierte un cambio de relaciones con Estados Unidos, que ha tenido en el país un aliado estratégico en América del Sur desde finales del siglo pasado. "Somos un apéndice de sus intereses", dice.
Duque no ha aclarado cuáles serán las líneas de su gobierno en política internacional, aunque previsiblemente renovará el apoyo de Donald Trump en la lucha contra las drogas en Colombia. El nuevo escenario de carteles mexicanos operando en el país a través de grupos armados ilegales locales como el comandado por alias Guacho en el sur, junto a la frontera con Ecuador, será uno de los grandes desafíos del próximo presidente.