“Le troncharon todos sus sueños”, dice la madre de un estudiante asesinado por paramilitares en Nicaragua
MANAGUA, Nicaragua-. Los hermanos Vázquez López tenían una canción plena favorita. Gerald, el mayor, siempre la cantaba junto a sus dos hermanas como una forma de prometerles unidad y apoyo en la vida. La mañana de este lunes, las pequeñas apenas lograron cantar la rola (canción) sobre el ataúd del joven de 23 años. “Hermano, me dijiste que siempre estarías aquí para mí”, balbuceaban.
Gerald Vázquez López fue asesinado en la madrugada del sábado pasado por paramilitares del gobierno de Daniel Ortega, cuando formaba parte de la resistencia universitaria en la Universidad Nacional de Nicaragua (UNAN-Managua). El homenaje póstumo estuvo cargado de sentimiento y emotividad. Todos los familiares estaban afectados y sumidos en el llanto excepto la madre. Ella se movía de un lado a otro de la capilla ardiente reivindicando la rebeldía de su hijo.
“¡Gerald Vázquez, el Chino, presente!”, gritaba Susana López Gutiérrez a todo pulmón. Es una mujer morena, bajita, de pómulos anchos y acentuados rasgos indígenas. Ella se enteró de la muerte de su hijo a través de las noticias. “Eso fue como un bombazo. Lamentablemente, creía que era mentira”, narró López Gutiérrez a Univision Noticias.
Nicaragua se fue a la cama la noche del viernes siguiendo el incesante ataque que paramilitares y policías acometieron contra la UNAN-Managua. Mientras Daniel Ortega hablaba de paz en un acto público en la ciudad de Masaya, en la capital el recinto era atacado con ferocidad con fusiles de guerra de los paramilitares. El campus estaba tomado desde hace dos meses y cinco días por los estudiantes en protesta contra la istración sandinista. Gerald estaba dentro del recinto desde mayo. Resguardaba las trincheras explotando morteros.
Jonathan López, integrante de la Coalición Universitaria, explicó que previo al ataque armado, los estudiantes habían decidido abandonar el recinto para evitar ser víctimas de la “Operación Limpieza” ejecutada por el gobierno que consiste en en quebrar tranques y trincheras ciudadanas con violencia desproporcionada, según organismos de derechos humanos. De hecho, los universitarios habían empezado una negociación con la Comisión de Verificación y Seguridad, liderada por la iglesia católica, para salir del recinto a cambio de garantías de seguridad.
Aunque la Cancillería del gobierno conocía la propuesta, los paramilitares abrieron fuego con saña por todos los flancos de la UNAN-Managua. Los universitarios se refugiaron en la iglesia Divina Misericordia, ubicada contiguo al campus. Gerald estaba entre los 200 universitarios atrapados bajo las ráfagas paramilitares.
El ataque duró hasta la mañana del sábado. Los universitarios que quedaban resistieron en las trincheras para evitar que los paramilitares irrumpieran en el templo. Una bomba explotó cerca de la cara de Gerald la madrugada del sábado y fue trasladado aturdido a la enfermería. El estudiante de tercer año de ingeniería civil decidió volver a la trinchera tras recuperarse. A las cuatro de la madrugada volvió al centro asistencial con un impacto de bala en la cabeza. El proyectil atravesó su cráneo de lado a lado. Agonizó frente a sus compañeros. “El Chino”, como era llamado en la UNAN-Managua, fue el primer asesinado de esa jornada violenta. Después moriría Francisco José Flores, otro joven rebelde.
Pese a que Gerald era un reconocido folclorista en el barrio de La Morita, en Managua, la Policía Nacional aseguró que el joven era “un reconocido delincuente”, al igual que el otro caído, Francisco Flores. “Estos dos delincuentes junto a todo el grupo terrorista que mantuvo secuestrada la universidad se dedicaron a cometer acciones criminales como: asesinatos, asaltos a mano armada y otros actos violentos todos los días”, dice el parte policial.
El papá de Gerald, Yader Vázquez, “presintió algo” el sábado al amanecer. Ya su hijo había sido asesinado, pero la noticia trascendió a eso de las seis de la mañana, cuando los noticieros comenzaron a emitir sus primeros boletines. Como Gerald se había integrado a la resistencia universitaria sin el permiso de su familia, sus padres lidiaban a diario con el temor de “que le pasara algo”.
Dejó una nota pidiendo perdón a sus padres y prometió volver
El joven se sumó a la resistencia a principios de mayo y no se comunicó con sus papás hasta después de un mes. Ante la insistencia de sus progenitores, salió una semana del campus. Sin saberlo nadie, esa fue la despedida de su familia. Susana cuenta que Gerald jugó mucho con sus hermanas, cantaron la canción plena, y una mañana desapareció de la casa. Había regresado a la UNAN-Managua. Dejó una nota pidiendo perdón a sus padres, pero prometió regresar con vida, según su familia. Yader era el que más temía por su hijo, pero Susana, de cierto modo, estaba orgullosa de que Gerald estuviera “luchando por algo justo”.
Había contradicciones en la participación de Gerald en la resistencia universitaria. Era una familia sandinista y Gerald un estudiante que quería ser ingeniero en un “país democrático para que su hermana pudiese estudiar medicina con libertad, y así sacar adelante” a esta familia de obreros y originaria de la ciudad de Masaya.
“Hasta antes que me mataran a Gerald, yo era un gran sandinista como mi familia. Si los paramilitares atacaron, es porque el gobierno dio la orden”, afirma Yader. “Desde allí me arrancan el rojo y negro y me puse el azul y blanco”, agregó el padre de Gerald, en referencia a la bandera del Frente Sandinista y a la de Nicaragua.
Susana prefiere no emitir comentarios respecto al gobierno en torno al asesinato de su hijo. Durante todo el sepelio, grita junto a los estudiantes de la UNAN-Managua "Vivas" para Gerald. Susana no vestía de negro. Usaba una camisa blanca y azul y con una entereza sobrecogedora dirigió el cortejo fúnebre por la Carretera a Masaya, una de las principales vías de Managua, y donde se han realizado las manifestaciones contra el gobierno de Ortega en estos tres meses de protestas, que dejan una legión de más 350 muertos.
“Le troncharon todos sus sueños. Le faltaba poco para salir de su carrera. Era una excelente persona. No era para que terminara de esta manera”, dijo la madre exaltada sobre la carretera. “¡Gerald Vázquez”, gritaba, “¡presente!”, le respondían quienes acompañaban. “¡El Chino, presente! ¡Él era estudiante, no era delincuente!”, continuó la mujer sin descanso durante los cinco kilómetros que recorrió el féretro en hombros hasta el panteón de Las Sierritas, en Managua.
Gritó y gritó y no lloró. A veces, Susana sonreía cuando veía a los compañeros de trinchera de Gerald detonar morteros artesanales para rendirle homenaje. Ella alentaba a los estudiantes continuar la marcha y no detenerse a llorar. “¡Viva la UNAN!”, decía Susana al abrirse paso entre la muchedumbre dolosa. Las pequeñas hermanas de Gerald iban incontenibles. Su madre las miraba pero no reparaba en ellas. Reivindicaba la rebeldía de su hijo en las trincheras y el amor del joven por el baile folclórico. Gerald pertenecía a un grupo que bailaba en actos del gobierno de Daniel Ortega.
La mortaja de Gerald representaba una de sus pasiones y una de sus aspiraciones: El baile y la lucha universitaria. Vestía guayabera blanca y un sombrero de palma con los que marcaba los compases de la marimba. Al pie de su ataúd, una bandera de Nicaragua manchada de sangre. “Él no murió, la lucha sigue. El futuro de Nicaragua está por venir”, enunció un de los universitarios cuando las paladas de tierra marrón caían sobre el ataúd.
Susana López se mantuvo estoica, siempre sin llorar, y con el puño en alto. Su voz volvió a resonar en el panteón de las Sierritas por encima de un saxofón solitario que interpretaba Nicaragua, Nicaragüita: “¡Gerald Vázquez, el Chino, presente!”. Los sepultureros no habían terminado su labor, cuando la madre dio la media vuelta y salió con la frente en alto agradeciendo a la rebeldía de los universitarios que se atrevieron a llegar al entierro pese a la cacería selectiva de los paramilitares.