La ilustradora que le puso rostro a 164 mujeres asesinadas: "El feminismo salva vidas"
Crédito: Fidel Carrillo
LIMA, Perú. -Clorinda (49), Magdalena (29), Roxana (23), Milena (30) … No son sólo nombres. Ellas eran mujeres, madres, esposas y trabajadoras que murieron el año pasado en Perú en manos de sus parejas, exparejas o conocidos. En total, fueron 164 peruanas las que perdieron la vida por el simple hecho de ser mujeres. Pocos conocen sus historias. Casi nadie recuerda sus rostros. Hasta que Carla Marroquín –publicista y fotógrafa de 34 años– decidió dibujar a cada una para sacarlas del olvido al que están condenadas las víctimas de femicidio.
Comenzó en febrero de 2019 haciendo “hilos” en su cuenta de Twitter ( @carlamarroquin), donde mencionaba el nombre, la edad, la ciudad donde ocurrió el hecho y una breve descripción de cada caso, que iba apareciendo en los medios peruanos. Luego, se dedicó a recopilar las fotografías de las víctimas. Hasta que recurrió al trabajo de la ilustradora argentina, Eliana Iñiguez (@fenomenoide), quien en 2017 ilustró los rostros de mujeres fallecidas como parte de la campaña #NiUnaMenos y Carla se sintió inspirada a hacer lo mismo con las víctimas peruanas.
“Lo que he ilustrado es la punta del iceberg. Es sólo una parte, porque en esa lista no están incluidas ni las niñas ni las mujeres trans. Aparte, debe haber muchos casos en el interior del país que no se registran”, comenta Carla, a quien le tomó casi tres meses levantar la información publicada en los medios, contrastarla con los registros oficiales del Ministerio de la Mujer, depurarlas y armar su propia lista para ponerle rostro a una tragedia, que el año pasado dejó huérfanos a 205 niños y niños, en su mayoría entre 4 y 8 años, según cifras oficiales.
Lo más difícil no fue contrarrestar las contradicciones que encontró en la información sobre los femicidios en Perú o desafiarse a sí misma en cada boceto, por no dominar el arte de la ilustración sino la carga emocional que supuso dibujar a pulso el retrato de un país dominado por el machismo. “Leer cada historia. Ponerme en la piel de la víctima y de su familia. Saber que no habrá justicia. Todo eso me generó una carga emocional muy fuerte. Pero no me hubiese quedado tranquila sino lo hubiese terminado. Yo necesitaba hacer algo para visibilizarlas. Es como si cada una de ellas me estaba pidiendo: No dejes que nos olviden”, comenta.
Carla nunca se consideró feminista. Incluso, alguna vez pronunció el término “feminazi”. “Lo hice por ignorancia”, confiesa. “Tenía la idea de que las feministas eran unas locas agresivas que querían pelearse con los hombres”. Pero luego comenzó a ahondar en el tema, impulsada por la corriente del #MeToo, y comprendió que el feminismo reivindica a la mujer por su condición de ser humano. Es un grito de igualdad. “El feminismo salva vidas. Ahora me siento en la necesidad de transmitir este mensaje, porque no sólo depende de mí sino es un trabajo de todos. Venimos de una sociedad machista y tenemos que deconstruirnos”.
País misógino
La lucha contra la violencia hacia la mujer en Perú se declaró un tema de interés nacional y prioridad del Estado en junio de 2018. Sin embargo, 2019 resultó ser un año violento, al arrojar la cifra más alta en la última década. ¿A qué responde ese fenómeno? Daniela Viteri, directora de Violencia contra el Género del Ministerio de la Mujer, explica que antes las víctimas estaban invisibilizidas y que ahora existe un interés colectivo por reportar los casos. Más cuando después que en 2011 fuera tipificado el feminicidio como un delito.
La versión oficial muestra que el porcentaje de mujeres que ha sufrido violencia –de todos los tipos– por parte de sus esposos o parejas ha disminuido en más del 9% desde 2014. Mientras que las mujeres que acuden a instituciones del Estado cuando han sufrido violencia ha aumentado en casi 5% de 2014 a 2018. Pero los logros resultan pequeños ante un problema de gran magnitud: “No es sólo un asunto que le concierne al Ministerio de la Mujer. Hay más actores que se tienen que sumar a la lucha: un poder judicial comprometido, el ministerio de educación, el ministerio de la salud. Incluso, la sociedad civil, los medios y las empresas”, afirma Viteri.
La directora de Violencia contra el Género asegura que lo más urgente es seguir capacitando a la policía para que se dé una atención más adecuada a las víctimas o a sus familiares cuando acudan a denunciar. De manera que no vuelvan a ocurrir casos como el de Solsiret Rodríguez, cuya denuncia por su desaparición no fue tomada en serio por el suboficial Dante Pastor Bocangel. El funcionario le aseguró a sus padres que su hija había desaparecido porque “tenía la cabeza caliente” y “se había ido con otro”. De Solsiret no se supo nada por cuatro años, hasta que en febrero sus restos fueron encontrados en casa de su cuñada.
Solsiret era una activista feminista y estudiante de sociología, que en el momento de su desaparición tenía 23 años. El mes pasado, su cuñada Andrea Aguirre confesó haberla matado en complicidad con Kevin Villanueva, hermano del esposo de la víctima. Este caso dejó a dos niños huérfanos de madre, quienes acaban de pasar a custodia de sus abuelos maternos. Ellos, sin embargo, no son los únicos. Cerca de 1,000 niños y niñas peruanos han quedado desamparados desde 2014 a causa de los femicidios.
El Estado aprobó hace poco un decreto para asistir a estos niños con una beca de 600 soles bimestrales (176$), asistencia psicológica, médica y educativa hasta que cumplan los 18 años de edad. Pero esta ayuda no parece saldar la inmensa deuda que se tiene con esta población.
“Se le da tan poco a una víctima que ha pérdido tanto”, reflexiona Marroquin. “El Estado estará eternamanete en deuda con estas mujeres y con sus hijos”, agrega.