La traición de su matón favorito en 1993 le causó una crisis nerviosa a Griselda Blanco mientras pagaba una sentencia en una prisión federal. En octubre de 1998, los fiscales de Florida decidieron salvar el proceso y le propusieron a Griselda y a sus abogados un acuerdo: declararse culpable de tres de los asesinatos ejecutados por sus sicarios y salvarse de la silla eléctrica.