Nordstrom deja de vender la ropa de Ivanka ¿Otro triunfo del boicot a los Trump?

Nordstrom, la reconocida tienda por departamentos que tiene cerca de 350 locales en Norteamérica, anunció en un comunicado oficial que ya no venderá más la ropa de Ivanka Trump. “Siempre tomamos decisiones sobre la base de cómo se desempeñan las marcas en nuestras tiendas y en esta ocasión debido a los resultados hemos decidido no comprar la marca esta temporada”, explicaron los voceros del gigante de la moda que fue uno de los primeros en apoyar la marca de Ivanka Trump desde que se lanzó en 2011.
La evidencia de que la primavera de 2017, por lo menos en Nordstrom, no tendrá nada que ver con los Trump lanza preguntas que algunos reclaman ya como pequeños triunfos. "Grandes noticias. Ustedes lograron esto. Estoy emocionada", dijo en su Twitter Shannon Coulter, fundadora del movimiento #GrabYorWallet que ha querido crear resistencia boicoteando los negocios de la familia presidencial.
¿Acaso se habría vendido mejor la marca homónima de la hija mayor del presidente si él no hubiera decidido emprender su carrera hacia la Casa Blanca? ¿Está el panorama político afectando las empresas de la millonaria familia?
El anuncio llega después de que meses atrás, en plenos debates electorales, la reputada tienda Nordstrom fuera señalada por muchos de sus consumidores por considerar que al vender la ropa de Ivanka, de alguna manera u otra estaba apoyando al entonces candidato republicano, ahora presidente.
Con esta decisión ¿está Nordstrom queriéndose desmarcar definitivamente de esa sospecha? “Los boicots tienen éxito si logran que sobre el que se está ejerciendo presión cambie sus comportamientos”, le explicó Maurice Schweitzer, profesora de la escuela de negocios de la Universidad de Pensilvania a Time.
Brayden King, es profesor de la Universidad de Northwestern y ha investigado los boicots. King advierte de que a pesar de que muchas veces la gente termina boicoteando cosas que simplemente no consume y de las que es fácil deshacerse “el verdadero poder de los boicots, más allá de herir directamente las ganancias, es el de crear una crisis de imagen”.
El retiro de los zapatos, las carteras, la línea de vestidos y joyería de la hija del presidente cobra un cierto eco tras otra noticia que asaltó los medios esta semana.
Después de que más de 200,000 aplicaciones de Uber fueran borradas por los s de sus celulares, Travis Kalanick, el CEO de la compañía, en una carta abierta hizo público que renunciaba a pertenecer al comité económico del actual mandatario. “Le dejé saber al presidente que no podré ser parte de su comité económico. Unirme a este grupo no tuvo la intención de apoyar al presidente ni su agenda, pero infortunadamente este acto fue leído exactamente como eso”, dijo el empresario .
La decisión fue el resultado de las fuertes críticas y la avalancha masiva en la que se vio envuelta la compañía después de que el sábado 27 de enero Uber no apoyara (y ofreciera bajas tarifas) el paro de una hora que hicieron los taxistas de Nueva York tras las decisiones que había tomado Donald Trump en torno a los musulmanes.
Las cosas se pusieron peor cuando los consumidores fueron notificados de que el CEO de la compañía efectivamente era cercano al gobierno. Como sucedió en su momento con la ropa de Melania y el hashtag #GrabYour Wallet, las redes popularizaron una nueva insignia para castigar este apoyo. #DeleteUber hizo que en cuestión de horas, la aplicación de la competencia, Lyft, escalará a ser una de las más descargadas.
Los dos episodios dibujan un panorama en el que el consumidor le da un valor político a sus acciones de consumo.
Tras otros episodios acaecidos con los tenis New Balance que fueron masivamente quemados cuando sus dueños leyeron un tuit del CEO de la compañía que daba a entender que apoyaba la política de Trump, o del escándalo que ha desatado el anuncio del CEO de Starbucks de contratar 10,000 refugiados durante los próximos años, lo que queda claro es que como nunca antes la gente está creando identidad política con las cosas que compra.
Unos zapatos, un vestido, un café, ya no son solo eso, ahora son una especie de tarjeta de identidad para saber en qué crees.
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