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Salud Mental

Por qué es tan difícil ‘superarlo’ para la gente que ha sufrido traumas

Personas que pertenecen a grupos que Trump atacó durante su campaña – mexicanos, musulmanes, afroamericanos, por nombrar algunos – tienen miedos y sensibilidades a nuevos insultos que pueden ser difíciles de entender por aquellos que no han experimentado traumas históricos.
21 Feb 2017 – 11:40 AM EST
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El trauma de mujeres embarazadas pueden tener un impacto negativo en el desarrollo del feto. Crédito: Angel Valentin/Getty Images

El pasado, presente y futuro de las personas están interconectados, igual que nuestro país. Estar dispuesto a considerar la conexión entre traumas históricos y las experiencias y angustias del presente es esencial a nivel tanto personal como nacional, especialmente cuando trabajemos colectivamente las heridas dejadas por la reciente campaña y elección presidencial.

Después de la toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos hace ya un mes, debemos considerar cómo traumas históricos pudieran estar dándole forma a las reacciones al presidente y a los funcionarios que está designando.

Como psicólogo clínico he tratado sobrevivientes de traumas y dirigido investigaciones nuevas que muestran cuán difícil es superar los efectos de continuos traumas. Aquellos que han sido expuestos a traumas repetidos tienen miedos y sensibilidades a nuevos insultos que pueden ser difíciles de entender para aquellos que no hemos experimentado traumas históricos.

A nadie le gusta ser insultado, pero las investigaciones sugieren que aguantar faltas de respeto puede ser incluso más difícil para quienes pertenecen a ciertos grupos que han sido insultados por décadas, y hasta por siglos. Si entendemos y respetamos a otros cuyas experiencias son diferentes, quizás podríamos sanar mejor las heridas de una nación dividida.

¿El trauma puede transmitirse de una generación a otra?

Existe creciente evidencia de que los traumas experimentados por una generación pueden tener un efecto negativo en las siguientes generaciones. En otras palabras, el daño de largo plazo del trauma puede pasar de padres a hijos.

Este fenómeno clínico fue estudiado primero en los hijos de aquellos que sobrevivieron el Holocausto Nazi – en la clandestinidad, escondiéndose o escapando, en guetos, en campos de trabajo forzado o en campos de exterminio. Desde entonces, ha habido estudios sobre la salud mental heredada en los hijos de veteranos de guerra, en poblaciones indígenas, refugiados y en los de japoneses-americanos injustamente encarcelados durante la II Guerra Mundial.

No es una exageración pensar que los problemas contemporáneos o los problemas de salud en comunidades particulares tienen raíces históricas. Tómese por ejemplo a los nativo estadounidenses, que han experimentado pérdidas tremendas de cultura, lenguaje, tierra y gente como resultado de la colonización. Desplazamiento y reubicación forzosa de comunidades tribales, asimilación impuesta, prohibición de prácticas religiosas, ¿cómo estos eventos podrían no afectar el bienestar mental, físico, social y espiritual de alguien? De hecho, un estudio reciente confirma que los pensamientos de los indígenas estadounidenses sobre las pérdidas históricas en sus comunidades continúan estando asociados con su salud mental, incluyendo abuso de sustancias y tendencias suicidas.

No estamos del todo seguros cómo se recibe esta agobiante herencia, solo que esto puede suceder y que sucede. Los traumas históricos pueden ser pasados de una generación a la siguiente por vía genética, por influencias en el útero o por experiencias en edad temprana.

Por ejemplo, se sabe que las historias de trauma de mujeres embarazadas pueden tener un impacto negativo en el desarrollo del feto. El trauma parece tener una manifestación biológica en el cuerpo de las mujeres que es transmitida durante el embarazo vía alteraciones relacionadas al trauma en el ambiente intrauterino. Con relación a esto, nuevos datos de investigaciones longitudinales a más de 2,000 mujeres embarazadas muestran que aquellas que experimentaron infancias más adversas – con abusos, negligencia o en hogares disfuncionales – fueron estadísticamente más propensas a tener bebés con bajo peso natal y de menos semanas de gestación al momento del parto.

Adicionalmente, los hijos de sobrevivientes de trauma crecen bajo la sombra del evento, ya que esta clase de dolor no es fácil de esconder. El ambiente hogareño, el estilo de paternidad, las expectativas de los padres para con sus hijos, y la comunicación padre-hijo en hogares traumatizados pueden conducir a este tipo de cicatrices de larga duración.

Aliviar los dolores de los traumas puede requerir ayuda de todos nosotros

Esto no es para ser alarmista y sin duda no para justificar, sino para añadir contexto para entender el dolor de las personas. Tanto si los padres callan sobre sus sufrimientos o los expresan demasiado, las historias sobre cómo el mundo y sus habitantes pueden ser inhumanos y crueles son comunicadas a los niños.

Con miedo a que el pasado se repita en el presente, la capacidad de los padres para hacerse cargo de sus niños también puede verse profundamente alterada, resultando en sobreprotección o en inaccesibilidad emocional. Siendo desconocido para ellos, estos hijos y nietos pueden convertirse en recipientes duraderos de traumas y pérdidas que no reciben el duelo necesario.

No es un secreto que muchos grupos de personas han experimentado traumas en la historia de nuestra nación, y que hay quienes continúan sufriéndolo. Muchos pertenecen a grupos que Trump atacó durante su campaña – mexicanos, musulmanes, afroamericanos, por nombrar algunos.

Este legado de traumas pasados de generación en generación es un lente por el cual se puede mirar la escalada de miedo y la sensación de aislamiento y alienación en grupos tradicionalmente marginados. Crecer marginado es aprender a vivir en el llamado “modo de sobrevivencia”, con elevadas dosis de ansiedad, desconfianza, tristeza, vergüenza y rabia.

En la medida que esos sentimientos se intensifiquen entre los varios grupos de personas que se han sentido insultados y profundamente dolidos por comentarios del nuevo presidente, es importante para todos nosotros recordar que arrastramos las injusticias del pasado en nuestro presente. Y eso no es algo que simplemente se supere.

The Conversation

*La doctora Joan Cook es profesora asociada en psiquiatría de la Universidad de Yale.

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