Las razones del único exsecuestrado político que dijo 'No' al acuerdo de paz en Colombia

De los 11 ex secuestrados políticos que aún viven, el exministro Fernando Araújo fue el único que manifestó públicamente su oposición al Acuerdo de Paz entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que buscaba ser aprobado el pasado 2 de octubre a través de un plebiscito, pero sucumbió en las urnas.
En su oficina en el barrio Bocagrande de Cartagena de Indias, acompañado de dos de sus hijos, contó a Univision sobre su mirada frente a la negociación, sus reflexiones sobre el triunfo del NO y qué cree que viene ahora.
Araújo no está retirado completamente de la vida política, porque todavía es integrante del Directorio Nacional del Partido Conservador en Colombia. Precisamente su último cargo político fue ser Presidente del partido. Sin embargo, se declaró en receso porque su hijo, Fernando Nicolás, es senador por el partido Centro Democrático, y porque está dedicado a un proyecto de construcción en Panamá y se mantiene mucho tiempo fuera del país. Entonces sí, es un receso pronunciado, pero no definitivo.
Dentro del grupo de ex secuestrados políticos de las FARC, usted era el único que iba abiertamente por el No ¿a qué cree que se debió ese fenómeno?
En términos generales, yo he visto mi secuestro con una mirada diferente a la de los otros secuestrados que, con todo respeto y no constituye una crítica sino una mirada diferente, ellos insisten mucho en su condición de víctimas. Para mí la condición de víctima es secundaria.
Yo viví el secuestro como un suceso en mi vida muy importante, que supe cuando comenzó pero no sabía cuando terminaba. En ese momento yo tuve la oportunidad de elegir cuál iba a ser mi comportamiento frente al secuestro mismo y a mis secuestradores, y decidí mantenerme libre durante mi secuestro. Creo que lo logré. Por eso nunca me llené de odio, ni rencor, ni busqué venganza. Si consideré que era muy importante aprender al máximo de esa experiencia y compartirlo con las autoridades para ayudar a combatir a la guerrilla, porque es una organización que le hace mucho daño a la sociedad.
Entonces viví mi secuestro como la oportunidad para aprender de la guerrilla y saber qué podía sacar para mi provecho y el de la sociedad. Con esa visión he vivido también después de estar secuestrado.
He sido testigo de la Fiscalía en muchos casos frente a procesos de guerrilleros que han sido juzgados por mi secuestro, y con base a mi testimonio, la justicia ha condenado a varios de ellos a muchos años de cárcel. Es mi deber como ciudadano contribuir a que la justicia pueda hacer su trabajo.
Yo no me siento una víctima derrotada, ni siento que perdí seis años de mi vida estando secuestrado. Decidí siempre sacarle el mayor provecho en la circunstancia que me tocó vivir.
¿Qué fue lo más aberrante que le tocó vivir durante el secuestro?
Lo más aberrante fue ver los asesinatos de los soldados y los policías, y ver cómo los guerrilleros reaccionaban frente a esos asesinatos con júbilo. Yo fui testigo de emboscadas a patrullas, a infanterías de marina. Ellos no me llevaban a que yo lo viera, pero las circunstancias ocurrían y cuando habían operaciones para perseguirlos a ellos y buscarme a mí, yo era testigo de cómo la colocación de minas era el arma que más usaba la guerrilla para combatir las fuerzas militares.
Por ejemplo, en una ocasión oí una explosión y luego un guerrillero me mostró un pedazo de una bota, que era lo único que había quedado de un infante de marina que se había explotado con la mina. Entonces para mí esas circunstancias fueron muy aberrantes, y ver cómo lo que para ellos era motivo de felicidad para mí era motivo de profunda tristeza.
¿A cuántos años de cárcel condenaron a los guerrilleros que lo secuestraron?
Hay guerrilleros condenados a 12 años, otros a 20 años. Por ejemplo, Manuel, que era el jefe del Frente 35 de las FARC, y que estuvo en los campamentos en los que yo estaba, está condenado a más de 20 años.
Si el acuerdo se hubiera hecho efectivo, él hubiera podido concurrir al Tribunal Especial para la Paz y decir: yo sí fui secuestrador de Fernando Araújo, y con decir eso ya podría salir de la cárcel. Lo cual me parece que pone a la sociedad en peligro, porque todas están personas que están presas salen de la cárcel en un periodo de tiempo muy corto y muchos de ellos van a intentar volver a delinquir.
¿Qué fue lo que pasó el domingo 2 de octubre?
Vas a encontrar muchos matices. El primer punto, el tema de la abstención. Ese es un tema que ocurre en todas las elecciones en Colombia, no es un tema nuevo. Previendo que la abstención podía ser alta, el gobierno bajó el umbral al 13% porque sabían que la participación no iba a ser alta. Entonces en realidad se sorprendieron, ellos esperaban el 15, el 18 o el 20, pero fue el 34. Pero esta es la abstención histórica que hay en Colombia.
Y sí, los resultados fueron 50/50, pero fue una campaña muy asimétrica. En una campaña así de asimétrica, el resultado debió ser 40/60 o 55/45, o 35/65 porque la fuerza de la asimetría era demasiado grande. La prensa escrita, hablada y de televisión estaba volcada a favor del Sí. El gobierno volcado a favor del Sí. El presupuesto nacional, los regionales y los locales volcados a favor del Sí. Entonces lograr el 50% en esas condiciones es una proeza del pueblo que dijo: “no me dejo engañar”.
Hubo unos líderes muy importantes: el Presidente Uribe, el Presidente Pastrana, Marta Lucía Ramírez, Alejandro Ordóñez. Líderes muy importantes que trataron de hacer una pedagogía de por qué mejor el No que el Sí. Pero frente a la avalancha de publicidad era una cosa tan abrumadora que uno se sentía desesperado. Entonces el resultado frente a una campaña tan asimétrica es una victoria de verdad.
Esta mañana escuché a un dirigente que estaba a favor del Sí, diciendo que se habían enfrentado el miedo y la esperanza y que había ganado el miedo. Pero no, fue lo contrario. Los del miedo eran los del Sí que le tienen miedo a las FARC. Decirles Sí a las FARC para no seguir en guerra. Yo no le tengo miedo a las FARC, esa es la gran diferencia. Sé que es un grupo criminal, me secuestraron seis años y no les tengo miedo. Y si le tuviera miedo, pondría por delante de mi miedo el futuro del país.
La palabra la tiene la comisión del No ¿Qué cree que va a pasar ahora?
La verdad es que estamos frente a una incertidumbre muy grande, porque yo pienso, “hombre, cómo se puede renegociar”. Pero lo primero que pensaría es que todo el equipo negociador hay que cambiarlo, porque las personas que ya hicieron algo con lo que no estamos de acuerdo tienen que salir. El primero que debe hacerlo es el Comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, y Humberto de la Calle. Y no son críticas a nivel personal, sino sobre el resultado de la acción que han venido ejecutando. Esa acción fracasó y tienen que ponerse a un lado, igual que el General Naranjo y el General Mora.
¿Qué sigue? El Presidente organiza una nueva coalición negociadora con los dirigentes de la oposición a los acuerdos. Pero él va a seguir siendo el jefe y tendrá que decir que sí y que no. Así es muy difícil hacer la negociación. Entonces ahí veo dos opciones. La primera es que se hagan las negociaciones cuando se acabe el gobierno de Santos; y la segunda es que Santos renuncie.
Santos dijo en la noche del 2 de octubre lo que tenía que decir, pero eso requiere una reflexión más profunda, porque estamos hablando del futuro de Colombia. Hay que pensarlo dos veces.
Esperar dos años es quedar en un limbo..
No, no es quedar en un limbo porque se pueden pactar unas condiciones básicas como la del Cese Bilateral al Fuego y que sea verificable. Y en la próxima campaña se debaten las ideas y el pueblo escoge lo que más le conviene a Colombia. Es que va a ser muy difícil negociar bajo este gobierno. A mí de las dos alternativas me gusta más esperar los dos años, pero la otra también me parece válida.
¿Cuáles son los puntos del Acuerdo de Paz con los que tuvo más conflicto?
Lo primero es que todo el contexto es un error histórico. Por ejemplo, después de la Segunda Guerra Mundial hubo un acuerdo de paz porque se rindieron los nazis y hubo que pactar. Pero era el enfrentamiento de dos fuerzas que tenían algún tipo de equilibrio y representaban a muchos pueblos.
También pasó en los casos de las luchas de algunas dictaduras en Centroamérica, donde la dictadura no dejaba que el pueblo se expresara, ni hubiera democracia. Entonces se formaron unos grupos que derrocaron al gobierno y tuvieron que hacer unos acuerdos de paz. O en otros casos, eran luchas muy parejas y hubo que hacer un acuerdo porque no iba ni para adelante, ni para atrás. Pero en el caso colombiano, no hemos vivido ni lo uno ni lo otro.
Acá lo que hemos vivido son unas fuerzas irregulares durante los últimos 50 años dedicadas a hacer terrorismo. Para mí se asemeja más a los actos de terrorismo que hace Al Qaeda, o los grupos islámicos, que van y hacen un acto terrorista en Bruselas, o hacen un acto de terrorismo en París, o en su momento hicieron un atentado en la estación Atocha en Madrid. Eso no quiere decir que esos grupos estén en guerra contra Bélgica, Francia o España. No se puede decir que ninguno de esos países está en guerra. Estados Unidos tampoco está en guerra. Ha estado en la guerra de Irak, en la guerra en Afganistán, pero como pueblo no están en guerra.
Lo que está pasando en Siria es una guerra. Hay dos ejércitos enfrentados, armados por países extranjeros, y están luchando día a día. Pero ese no era el caso de Colombia. En el caso de Colombia lo que había era que las FARC iban y volaban un oleoducto o una torre. Iban y hacían la toma de un pueblo y luego salían huyendo porque nunca tuvieron la capacidad de enfrentar al ejército. Nunca. Siempre era golpear y huir. O secuestrar a una persona. Actos de terrorismo, no actos de guerra porque además no representaban al pueblo sino a ellos mismos que se erigieron como ejército del pueblo. Eran 5,000, 7,000, 10,000 efectivos, pero no eran un ejército real enfrentado al ejército de Colombia.
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Y, ¿qué es lo que hay en este momento?
La historia que nos están contando en este momento, que es una historia desarrollada por el gobierno del presidente Santos, es que Colombia ha estado en guerra por 50 años y eso no es cierto. Con esa afirmación, el gobierno de Santos le dio a las FARC un estatus frente al Estado Colombiano y empezaron a negociar de igual a igual.
Eso es un gran error porque cuando Santos llegó al poder las FARC estaban derrotadas militarmente. Eso no lo reconoce Santos, ni las personas que están hablando del Acuerdo de Paz, pero yo estoy convencido de que estaban derrotadas. Además lo viví, cuando a mí me secuestraron me llevaron a los Montes de María, y ahí habían dos frentes de las FARC, el 35 y el 37. Entre los dos tenían entre 500 y 600 guerrilleros en armas. Yo salí del secuestro en enero de 2007. En octubre de 2007 esos dos grupos habían desaparecido totalmente. El comandante principal de la zona, que era Martín Caballero, estaba dado de baja. El segundo comandante de ellos, que era el líder del Frente 35 y se llamaba Manuel, estaba preso. Muchos de los jefes de las diferentes estructuras de ellos estaban dados de baja o estaban presos. Muchos de los otros guerrilleros se habían incorporado a los grupos de reinserción del gobierno. En el mes de noviembre de 2007 no habían guerrilleros en la zona, estaban totalmente derrotados. Ese ejemplo se fue repitiendo en otros lugares del país y por eso los jefes de las FARC tuvieron que irse a países vecinos a esconderse. Los gobiernos de esos países veían con indiferencia que ellos estuvieran allá, como en el caso de Raúl Reyes en Ecuador, o el caso de muchos jefes de las FARC que estaban en Venezuela. Y el gobierno lo sabía.
Yo después fui Ministro de Relaciones Exteriores y tenía información militar de dónde estaban los comandantes de la guerrilla en Venezuela. Todos se tenían que ir porque estaban derrotados y si se quedaban aquí iban a ser dados de baja como fue el caso de Alfonso Cano, el Mono Jojoy, Raúl Reyes, el Negro Acacio o Martín Caballero.
Entonces el gobierno de Santos cambió ese equilibrio e inventó que estábamos en guerra, inventó que no estaban derrotados y les dio un estatus que cambió totalmente la correlación de fuerza del Estado frente a la guerrilla.
Entonces, ¿qué hubiera esperado del proceso?
Hubiera esperado que el Estado colombiano le ofreciera a las FARC unas condiciones específicas para su desmovilización y la entrega de las armas, pero no un acuerdo de paz. Podían ser condiciones generosas, garantizarles su vida para que pudieran entregar las armas. Pero esas condiciones tenían que tener contraprestaciones para el beneficio de la sociedad y del Estado, como no seguir cultivando drogas ilícitas, o seguir cometiendo actos criminales contra la sociedad. Pero en lugar de eso, se reunieron a pactar unas condiciones para modificar la Constitución, para modificar la justicia, para modificar la tenencia de la propiedad, para hacer cosas que no correspondían. Es decir, las FARC derrotadas como grupo narcoterrorista, resultan imponiéndole al estado nuevas condiciones. Por eso voté No.
Yo no hago estas reflexiones ni por odio, ni por rencor. Las hago porque estoy pensando en el país que queremos los colombianos. Mirando hacia adelante. Porque la gente se confunde, yo no hago estas reflexiones desde el punto de vista de la víctima, sino desde el punto de vista del ciudadano que quiere un mejor país para todos los colombianos.
Desde su perspectiva, ¿En dónde quedan los fundamentos políticos sobre los que las FARC negociaron en La Habana?
Eso tienen que lograrlo a través de la acción política posterior, pero no anterior. Es decir, si ellos se legalizan, cumplen con el Estado, cumplen con la sociedad mediante la devolución de los dineros que han adquirido a través de sus actividades criminales y hacen la reparación correspondiente, tienen todo el derecho a luchar por sus ideales. Tienen derecho a convencer al pueblo colombiano utilizando los mecanismos constitucionales que están establecidos para la reforma de la ley de la Constitución. Pero no lo que está haciendo Santos, que es pasar por encima de todos los mecanismos legales, y él se erige en poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Eso no es. Para eso está la división de poderes establecida y eso hay que respetarlo.
En un escenario en el que hay tradición de inequidad y de latifundismo; en donde hay millones de víctimas que necesitan asistencia urgente ¿Cuál va a ser la solución en términos de tierra y reparación?
Yo no estoy de acuerdo con que en Colombia haya latifundismo. Tú vas a Estados Unidos y encuentras fincas de 1,000, de 2,000, de 100,000 hectáreas. Vas a Brasil y ves lo que es un latifundio. Aquí fincas grandes no existen. Pero en el caso de que sí existieran, ¿cómo se hace la reforma? Hay unos mecanismos establecidos para eso. Hay mecanismos de protesta social que es justa y es reconocida. Pero no puede ser que si “tú no me aceptas esto, yo pongo una bomba o mato a un montón de soldados”. O darle unas condiciones distintas que al resto del pueblo colombiano. 26 zonas especiales en donde ellos son los reyes, mandan y son los dictadores. Eso es más inequitativo que cualquier inequidad que hayan sufrido los colombianos.
Yo no me opongo a que haya cambios, pero ese cambio tiene que tener una génesis, una razón de ser, un procedimiento, porque si no se arma una dictadura. Caeríamos en la dictadura del pensamiento de las FARC, estableciendo unos mecanismos que son unas personas sentadas en La Habana, con el acompañamiento de unos gobiernos con los que nosotros no compartimos, como son Cuba y Venezuela, dictándonos el futuro del pueblo colombiano. Me parece una cosa descabellada.
¿Cuál es el riesgo político más alto que usted percibe en este proceso?
Tienen un poder económico que se ha originado en actividades ilícitas que es muy grande. No solo el narcotráfico, sino la minería ilegal. Tienen recursos inmensamente grandes, en un país tan pobre como Colombia, donde todos sabemos la influencia que puede tener el dinero ilícito en las campañas, es un riesgo muy grande. Estamos sometiendo el país a unos riesgos que no corresponden.
El Fiscal General manifestó hace unas semanas en Washington que la fiscalía iba a perseguir esos dineros…
Pero es que, mire, el Fiscal puede tener toda la buena voluntad, pero él no puede hacerlo todo solo. Él tiene que apoyarse de otros fiscales que van a estar amenazados por las FARC. Es que la entrega de armas no se ha producido y dicen que se va a demorar todavía seis meses más para que se haga efectiva. Y de todas maneras quedan grupos de ellos armados que no se van a desmovilizar. Además quedan dudas inmensas de los nexos de ellos con el ELN y las bandas criminales, entonces quedamos en un estado de indefensión muy grande frente al poder que esas organizaciones han adquirido y a la legalización de ese poder a través de esos acuerdos.
A las 7:00 de la tarde es el fin del día laboral para Fernando Araújo. Gráficos y planos de los nuevos proyectos arquitectónicos de su firma reposan sobre su escritorio.
En las últimas horas los expresidentes Álvaro Uribe, del partido Centro Democrático, y Andrés Pastrana, del partido Conservador, han pactado reunirse con el Presidente Santos. Araújo queda atento a cuál será el siguiente paso en este proceso de paz.