El 'precio' de condenar a Trump: parte del liderazgo republicano enfrenta la defenestración en su propio partido
No le basta a Liz Cheney tener un comprobado ADN conservador como el que tiene siendo la hija de una de las más prominentes figuras del Dick Cheney. Tampoco le basta ser la tercera figura de poder de su partido en la Cámara de Representantes.
Cheney enfrenta el desahucio en un partido que parece no perdonarle que haya alzado la voz para condenar las acciones del expresidente asalto al Capitolio el 6 de enero protagonizado por seguidores del exmandatario.
Cheney, representante por Wyoming desde 2017 y presidenta de la Conferencia Republicana (la reunión de los republicanos en el Congreso), es la número 3 en la escala de liderazgo de su partido, pero se espera que sea removida de su puesto en los próximos días.
¿Por qué? Por su 'falta', cometida el pasado 12 de enero, de votar a favor de acusar al entonces presidente por incitar a sus seguidores a atacar la sede del Congreso. Cheney fue una de los 10 republicanos que votaron en la Cámara Baja para apoyar la acusación contra Trump por "incitación a la insurrección".
La republicana también fue tajante en su declaración sobre el rol de Trump al decir que el entonces presidente "convocó a esta turba, los reunió y encendió la llama de este ataque" y aseguró que era la "mayor traición" de un presidente de Estados Unidos.
Cheney también condenó la "gran mentira" que Trump azuzó sobre supuestos fraudes electorales en su contra, acusaciones que cayeron una tras otra por falta de pruebas o bases.
Pero los republicanos no le perdon su postura frente a Trump quien, incluso privado de Twitter -su 'arma' más poderosa de comunicación- y Facebook parece afianzar más su poder sobre el Partido Republicano en Washington DC desde su club Mar-a-Lago, en Florida.
La pregunta ineludible
El 6 de enero pasado, un grupo de seguidores de Trump salió de un evento de campaña del entonces presidente para luego dirigirse al edificio del Congreso interrumpiendo violentamente la certificación de votos del Colegio Electoral se hacía en ese momento para verificar la victoria de Joe Biden.
Trump los convenció de que le estaban "robando" la elección y aseguró, sin base alguna, que su vicepresidente, Mike Pence, tenía el poder de revertir el resultado o frenar el conteo.
Al grito de (¡Cuelguen a Mike Pence!) y otras consignas violentas, la turba ingresó al Capitolio y detuvo el conteo en cuestión. Congresistas y senadores debieron refugiarse y el ataque terminó con cinco personas muertas, antes de que la Guardia Nacional pudiera retomar el control del edificio.
Tras los eventos de enero, considerados como un ataque a la democracia estadounidense sin precedentes, se cernió sobre el Partido Republicano la pregunta ineludible sobre si se había llegado al límite de tolerancia con los aspavientos y exabruptos de Trump. ¿Era el momento de la condena indiscutible al líder?
Mientras que algunos republicanos en privado mostraban disgusto sobre las acciones de Trump, Cheney junto a un grupo de congresistas de su partido condenaron abiertamente las mentiras sobre las elecciones y lo señalaron como el responsable de incentivar la violencia en ese 'templo de la democracia' que es el Congreso.
Pero incluso con la condena tajante que el líder republicano del Senado Mitch McConnell hizo de Trump en su discurso en el último juicio político en el que señaló al exmandatario como el "responsable" del ataque al Capitolio, los meses han ido pasando y la mayoría del partido se ha decantado por mantenerse leal a Trump o llamarse a silencio para dar vuelta la incómoda página.
El 'precio' de condenar a Trump
Antes de Cheney, a otros republicanos su propio partido les ha hecho 'pagar' el precio de condenar las falacias del expresidente.
La dirección del partido
Todo parece indicar que el expresidente está fortaleciendo su control sobre el partido republicano si consuman el derrocamiento de una de sus críticas de más alto perfil. Cheney se convirtió en la encarnación del ala conservadora tradicional del partido, una postura a la que la mayoría del partido ahora le está dando la espalda.
La congresista señaló en un artículo de opinión publicado en The Washington Post el 5 de mayo: "El Partido Republicano se encuentra en un punto de inflexión" y "deben decidir si optar por la verdad y la fidelidad a la Constitución... Inmediatamente después de la violencia del 6 de enero, casi todos conocíamos la gravedad y la causa de lo que acababa de suceder... McCarthy dijo 'El presidente es responsable del ataque del miércoles al Congreso'... Ahora, McCarthy ha cambiado su historia".
Añade: "El colegio electoral ha hablado. Más de 60 tribunales estatales y federales, incluidos varios jueces designados por Trump, han rechazado los argumentos del expresidente (de fraude)... La pregunta que tenemos ante nosotros ahora es si nos uniremos a la cruzada de Trump para deslegitimar el resultado legal de las elecciones de 2020, con todas las consecuencias que podría tener".
"Trump... sugiere que no se puede confiar en que nuestras elecciones... hagan la voluntad del pueblo. Esto es inmensamente dañino, especialmente ahora que competimos en el escenario mundial contra la China comunista y sus afirmaciones de que la democracia es un sistema fallido", señala. "Los republicanos debemos... alejarnos del peligroso y antidemocrático culto a la personalidad de Trump. La historia está mirando. Nuestros hijos están mirando".
La elegida para reemplazar a Liz Cheney en su posición de liderazgo es Elise Stefanik, una congresista de Nueva York que solía ser considerada moderada y ahora es la joven encarnación de los republicanos pro-Trump.