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    El inesperado 'efecto Trump': Obamacare, George W. Bush y hasta el Congreso son ahora más populares

    El presidente tiene un récord de impopularidad para un recién elegido, pero desde su victoria otros personajes públicos y políticas tradicionalmente poco apreciadas han mejorado su imagen.
    9 Abr 2017 – 09:06 AM EDT
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    Trump ha vuelto populares algunas causas insospechadas y algunas que parecían perdidas. Crédito: Olivier Douliery-Pool/Getty Images

    Pero mientras la imagen de Trump cae, otros políticos u otros fenómenos poco apreciados hasta ahora se han hecho más populares desde su elección. Algunos de manera sorprendente.

    Obamacare

    El plan de seguro médico aprobado por el presidente Barack Obama y el Congreso de mayoría demócrata en 2010 fue durante años impopular entre los republicanos, pero también entre los propios votantes demócratas.

    Recibió críticas por los problemas en el lanzamiento de la web, las subidas de algunos precios o la imposibilidad de elegir el médico de cabecera. Su aprobación, probablemente, fue una de las causas de la pérdida de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes en 2010.

    Ahora que los ciudadanos han estado a punto de perderlo con el intento, de momento fallido, de los republicanos de reemplazarlo, el actual plan de salud se ha convertido en sorprendentemente popular.

    Tras la retirada de la propuesta republicana por falta de acuerdo dentro del propio partido, el plan de salud de 2010 ha alcanzado su máximo histórico de aceptación: un 55%, según Gallup. Justo después de las elecciones de noviembre, lo respaldaba un 42%.

    Aunque sigue siendo un asunto polarizador y con una clara división partidista, entre las personas que se identifican como republicanas, su popularidad ha subido diez puntos respecto a noviembre y entre las que se declaran independientes, 17.

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    George W. Bush

    George W. Bush terminó enero de 2009 su segundo mandato como el presidente más impopular desde Jimmy Carter, con una aprobación de tan solo el 34% (por ejemplo, el presidente Obama lo hizo con un 59% de apoyo).

    El presidente republicano no ha hecho campaña por los aspirantes republicanos a presidente, ni cuando estaba en la Casa Blanca ni después. Desde que dejó el poder, ha estado apartado de la vida pública y ha hecho pocas declaraciones más allá de la inauguración de su biblioteca presidencial en 2012 y de algún otro acto honorífico.

    La victoria de Trump ha coincidido con un renacimiento de Bush. Su libro con retratos de veteranos de las guerras de Irak y Afganistán está entre los cinco más vendidos según la lista del New York Times y su capacidad artística ha sido alabada por expertos como el crítico de arte del New Yorker.

    El libro, además, le ha servido de excusa para volver a dar entrevistas, algunas de ellas críticas con el nuevo presidente. Bush ha salido en defensa de la inmigración o de la libertad de prensa.

    Aunque ya no hay encuestas sobre él, Bush ha subido en el ranking de presidentes que hace C-SPAN consultando a historiadores y otros expertos: del puesto 36 que tenía en 2009 al 33 actual.

    El abrazo de Michelle Obama en la inauguración del museo de historia afro-americana y la buena relación de ella y su marido con los Bush también han ayudado a que el expresidente republicano sea más popular entre demócratas que lo denostaban. Su aparición en el programa de televisión de Ellen DeGeneres o el recuerdo del discurso que dio el presidente en una mezquita unos días después del 11-S lo han popularizado en contraste con Trump.

    Vladimir Putin

    El presidente ruso sigue siendo una de las figuras menos apreciadas en Estados Unidos, pero, aunque la cifra sea baja, ahora tiene su nivel de popularidad más alto desde 2003. La última vez que Gallup preguntó, en 2015, sólo el 13% de los estadounidenses tenían una buena opinión del presidente ruso; ahora son el 22%.

    La diferencia la marcan quienes se identifican como republicanos, que aceptan más a Putin ahora que el presidente de su partido muestra simpatía hacia él.

    Su nivel de desaprobación sigue en el 72%, pero menos encuestados dicen no tener una opinion sobre él.

    En Rusia, Putin tiene más del 80% de aceptación, según dicen los rusos a los encuestadores de Gallup.

    El medioambiente

    La preocupación por el cambio climático está en su máximo histórico en Estados Unidos en tres décadas, según los datos de Gallup y se ha disparado en los últimos meses.

    En 2016, el 37% pensaba que era un “gran asunto” y ahora, según las entrevistas realizadas por Gallup en marzo, es el 45%. También hay un número inusualmente alto de estadounidenses que piensa que hay darle prioridad a la política medioambiental sobre la energética o que se deberían invertir más recursos en energía solar.

    Esto contrasta con las primeras decisiones del presidente Trump en este campo. El presidente ha decidido congelar las medidas de reducción de emisiones aprobadas por el presidente Obama y asegura que promocionará el carbón, que produce la energía más contaminante y que ahora está cayendo en desuso porque es más cara respecto a opciones como el gas.

    El Congreso

    El Congreso es una institución impopular, identificada a menudo con el bloqueo. Lo sigue siendo, pero también ha ganado puntos desde la victoria de Trump.

    En febrero batió su récord de años con un 28%. En marzo, ha bajado al 24%, pero sigue siendo el índice más alto comparado con cualquier mes entre junio de 2011 y enero de 2017. Por ejemplo, el año pasado la media de aprobación del Congreso fue del 17%.

    Uno de los motivos es que tras unas elecciones los votantes del partido ganador suelen tener más confianza en las instituciones y así pasa en el caso de los republicanos ahora. Además, en relación a Trump, los votantes han identificado a sus representantes como la vía de influencia y control de la istración. Eso explica las llamadas y protestas en las reuniones de congresistas y senadores que, en parte, han logrado que el plan de seguro médico de Obama no haya sido reemplazado.

    El futuro de la popularidad del Congreso dependerá de cómo de capaz sea de hacer de contrapeso respecto al ejecutivo y a la vez de conseguir aprobar legislación.

    Hillary Clinton

    La candidata demócrata a presidenta era casi tan impopular en la campaña como su rival republicano. Pero durante años, Clinton ha vivido el mismo fenónemo: era muy popular hasta que se presentaba a un cargo público.

    Sus momentos de máxima aceptación fueron al final del segundo mandato de su marido y durante sus años como secretaria de Estado. En 2012, por ejemplo, tenía un 65% de apoyo.

    Una vez fuera de la contienda electoral, ya hay señales de que su imagen tiende a mejorar.

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    Es cierto que, pese a que su nivel de rechazo subió en la campaña, la votaron 65,8 millones de personas, casi tres millones más que a Trump.

    Su aceptación sigue siendo un asunto partidista, pero en la encuesta anual de Gallup de 2016 Michelle Obama.

    La pelea

    En 2016, Gallup preguntó de manera genérica si los votantes eran más favorables a que los líderes en Washington defendieran por encima de todo los principios de su partido o favorecieran la negociación para llegar a un compromiso. La mayoría, demócratas y republicanos, estaba a favor del compromiso. Ahora, la mayoría de demócratas está a favor de la pelea y de que sus líderes consideren como prioridad los principios y no el deseo de compromiso.

    Hace sólo unos meses, el 20% de los demócratas estaban a favor de que los líderes del Congreso se preocuparan más de sus principios que del consenso. Ahora es el 57%.

    Las elecciones de noviembre mostraron un país dividido entre las ciudades y las zonas rurales con dos candidatos polémicos. La tensión y los insultos en la campaña son difíciles de encontrar en cualquier otra contienda de la historia. Aun así, la pelea es ahora más popular.

    El optimismo económico

    El presidente Obama terminó su mandato con un nivel de paro por debajo del 5%, pero sólo ahora los republicanos son más optimistas sobre el futuro y sus respuestas han hecho que suban más los índices de entusiasmo por la marcha de la economía.

    En el último mes la confianza ha bajado ligeramente porque a republicanos e independientes se les ha pasado un poco el entusiasmo, pero la economía ya no es un problema en la mente de los americanos.

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