Dilma no cae sola: las cuentas pendientes de la clase política brasileña

Por segunda vez en 24 años, la persona elegida por los brasileños para presidir la República está a punto de ser relevada por el Congreso Nacional. Si la mayoría del Senado vota en su contra la próxima semana, Dilma Rousseff seguirá los pasos de Fernando Collor (1990-92) y deberá abandonar el Palacio de Planalto mientras espera una decisión definitiva sobre su destitución.
Pero la exguerrillera de 68 años no se irá sola. El proceso de limpieza del sistema político continúa y ahora amenaza con llevarse por delante a uno de los políticos más influyentes del país: Eduardo Cunha, el Frank Underwood brasileño.
Comparado frecuentemente con el protagonista de la serie House of Cards por sus confabulaciones maquiavélicas entre bastidores, Cunha preside la Cámara de los Diputados desde principios de 2015. Como tal, es el tercer colocado en la línea de sucesión inmediatamente después del vicepresidente, Michel Temer, quien aspira a ascender al primer peldaño del poder en los próximos días.
Aliados y adversarios de Cunha reconocen su inteligencia por encima de la media y su extraordinaria habilidad de negociación en los despachos y pasillos del Congreso en Brasilia. A sus 57 años, alardea de no haber perdido nunca una votación parlamentaria. Y lo cierto es que, en un repaso a su trayectoria reciente, su único fracaso lo obtuvo el pasado febrero, cuando su candidato para liderar el PMDB en la Cámara fue derrotado en una elección interna. El resultado: 37 a 30.
Fue precisamente él quien dio inicio al proceso de impugnación del mandato de la presidenta de la República. No por casualidad, Cunha anunció su decisión sólo unas horas después de que el gobernante Partido de los Trabajadores (PT) confirmara que pediría su salida del cargo por haber mentido a una comisión sobre sus cuentas secretas y millonarias en Suiza.
Una vez cumplida la tarea de impulsar y acelerar el impeachment hasta su aprobación en la Cámara el pasado 17 de abril, ahora Cunha se ha convertido en el próximo objetivo de la justicia por su presunta implicación en escándalos de corrupción. Ante el riesgo de que asuma el poder si la presidenta es destituida y su sucesor tiene que viajar al extranjero, el Supremo Tribunal Federal (STF) tomó este jueves la determinación de suspender su mandato como diputado. Previsiblemente, la decisión será recurrida".
El PT de Dilma y Lula recibió la noticia con cierta amargura. “Cunha tendría que haber salido hace mucho tiempo y no debería haber presidido el proceso de impeachment, porque lo hizo motivado por la venganza”, se quejó el diputado Paulo Teixeira.
Cunha y el vicepresidente Temer son líderes destacados del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), las siglas que cuentan con el mayor número de senadores, diputados, gobernadores, alcaldes y afiliados en todo el país. Su ideología algo difusa y su orientación pragmática han hecho que esta formación apoyara en las dos últimas décadas tanto al Gobierno moderado de Fernando Henrique Cardoso como al proyecto más izquierdista de Luiz Inácio Lula da Silva y de la propia Dilma Rousseff.
Al PMDB también pertenece Renan Calheiros, presidente del Senado y cuarto en la línea sucesoria. Si Temer ha sido mencionado en casos de corrupción y Cunha está siendo apartado por esos y otros escándalos, Calheiros no se queda atrás. Su nombre figura en casi una decena de averiguaciones relacionadas con la Operación Lava Jato, que investiga el gigantesco esquema de desvíos de dinero en la compañía semiestatal Petrobras.
Y por si quedan dudas de lo enfangada que está la política brasileña, el probable sucesor de Cunha al frente de la Cámara también está en el punto de mira de los investigadores como sospechoso de haberse beneficiado de dichos sobornos. Se trata de Waldir Maranhão, diputado del Partido Progresista (PP), que hace unos días casi pidió disculpas a Cunha por votar contra el impeachment. “Mi presidente querido, continuaré siendo leal a tu persona”, proclamó ante el pleno.
Maranhão y los demás parlamentarios mencionados en este artículo no son casos aislados. Según la ONG Transparencia Brasil, más de la mitad de los diputados y senadores tienen cuentas pendientes con la Justicia por presunta corrupción u otros crímenes. Algunos de ellos incluso están siendo barajados como posibles ministros de un eventual Gobierno Temer, aunque podrían ser descartados si los jueces pasan a emprender acciones también contra ellos.
En medio de la interminable Operación Lava Jato y de la inminente transición en el Palacio de Planalto, da la impresión de que Brasil “está siendo pasado a limpio”, en palabras de la veterana periodista Eliane Cantanhêde. “Cunha es sólo el comienzo”, advierte la columnista del periódico O Estado de S. Paulo. “Que los políticos pongan las barbas a remojar, porque el procurador general de la República viene caliente y el Supremo está hirviendo”.