null: nullpx

La naturaleza también sufre violencia en Centroamérica

Ubicada en la cintura del continente, Centroamérica ha perdido el 52% de su biodiversidad original, según advierte el Quinto Informe del Estado de la Región.
14 Nov 2016 – 07:54 PM EST
Comparte
Default image alt
trees burn during a forest fire in the Tatumbla mountain range, 25 km east of Tegucicalpa, April 23, 2009. There are more than 25,000 forest fires a year in Honduras. AFP PHOTO Orlando SIERRA. (Photo credit should read ORLANDO SIERRA/AFP/Getty Images) Crédito: Getty Images

Talvez sea demasiado pedirle a una región donde los humanos se matan entre sí con tanta frecuencia que tenga sensibilidad por sus bosques, ríos, océanos o el aire que respira. O más bien quizás resulte obligatorio pedírselo a Centroamérica por ser la región del mundo con más densidad de aves y mamíferos, con el 12% de la biodiversidad de la Tierra en solo el 2% de su territorio y con tanta vulnerabilidad ante los efectos del cambio climático.

Esta región de siete países, valiosa y amenazada por encima de sus fronteras es la cintura de América, un puente de tierra con una posición geográfica privilegiada, pero acosada por la voracidad humana, por el crecimiento urbano desordenado y por una masa de vehículos que traga y traga derivados del petróleo y acota cualquier posibilidad de triunfo de las energías amigables. Sus fuentes limpias, variadas y abundantes, tienen un potencial que no se aprovecha por barreras tecnológicas, económicas o sociales.

El cuadro crítico lo pinta el Quinto Informe del Estado de la Región, que no se detiene en escalafones entre los siete países, sino se enfoca en un abordaje centroamericano porque las sequías no se acaban en los mojones y un ave no lleva pasaporte para emigrar a otro país por un mejor hábitat. El informe académico hecho por especialistas retrata una región con avances concretos en desarrollo de fuentes de energía renovables y en protección legal de bosques, pero sin razones para sentir que endereza el rumbo.

Para peores, el activismo ambiental se puede pagar con la vida como le ocurrió este año a la dirigente hondureña Berta Cáceres, quizás el caso más visible de una dirigente asesinada en un país que registró 111 líderes víctimas entre 2002 y 2014, según el informe de 2015 de la organización Global Witness. Es este una vertiente de violencia adicional a la que sufren los habitantes de el “triángulo norte” de Centroamérica en este siglo.

Por ejemplo, Guatemala es uno de los países de mayor biodiversidad de la región, pero no cesa de convertir en leña sus bosques. Por su parte, Honduras los redujo un 28% en lo que llevamos de este siglo, pero defender la naturaleza allí... es jugarse la vida.

El Salvador tiene cobertura forestal apenas sobre el 12% de sus suelos. Nicaragua tiene el peor alcance de alcantarillado sanitario y Costa Rica, pese a su imagen ambiental, es uno de los 10 países del mundo con mayor porcentaje de uso de fertilizantes por hectárea cultivada.

Al sur, Panamá registra penosas ventajas en especies amenazadas y en porcentaje del consumo energético que depende de hidrocarburos.

Estos son otros datos que muestran la violencia de la región con la naturaleza.

Centroamérica ha perdido el 52% de su biodiversidad original debido a las presiones de la sociedad. Entre 2004 y 2014 se duplicó el número de especies amenazadas en la región, al pasar de 426 a 872. Los países más afectados son El Salvador, Guatemala, Costa Rica y Honduras (les queda menos del 50% de su biodiversidad original).

-Cobertura forestal es de 40%, mayor al promedio mundial pero se redujo en todos los países en lo que llevamos de este siglo, menos en Costa Rica. En cobertura boscosa, la mayor caída se dio Honduras con un 28% y El Salvador un 20%. En Honduras y Nicaragua más del 90% de la madera procede de bosques naturales.

-Aunque en general se redujeron las hectáreas dedicadas a cultivos, creció un 60% el área dedicadas a métodos intensivos para piña y caucho, un 47% la de yuca y 73% la de maní. (cuadro 5.6). Estos sembradíos contaminan cuerpos de agua, erosionan, elevan las emisiones y provocan pérdida de ecosistemas. Un factor importante en el cambio de uso de suelos es que el área urbana de ciudades capitales se triplicó en las últimas cuatro décadas.

-En el consumo final de energía de la región hay una alta proporción basada en derivados del petróleo: 48%. De ella, el 63% se gastó en transporte. En 2013, la industria eléctrica dependió en 31% de los derivados de petróleo. Honduras y Nicaragua son casos especiales: donde fue de 57% y 50%, respectivamente.
Además, Centroamérica solo ha explotado un 22% de su potencial de generación de energía hidráulica y lo mismo sucede con otras fuentes limpias, como la geotermia, la energía eólica y la solar.

-Pese a épocas y zonas de sequía, Centroamérica tiene agua en abundancia. El problema está en su aprovechamiento, pues hay sectores importantes de población sin a ella. Por ejemplo: el 32% de los habitantes de la zona rural de Nicaragua. En la región, más del 50% del agua se dedica al agro (salvo Panamá). Lo que preocupa es que solo un tercio de población centroamericana está conectada a sistemas de alcantarillado.

La sed que cruza el istmo

Entre 2014 y 2015 la vertiente del Pacífico de Centroamérica sufrió un faltante de lluvias que causó una fuerte sequía en los siete países de la región. Es la franja conocida como “corredor seco centroamericano”, que va de Guatemala a Costa Rica y se reinicia en Panamá.

El total de precipitaciones fue el mínimo en los últimos 40 años. ¿La causa? La combinación de un calentamiento en el océano Pacífico ecuatorial, conocido como “El Niño”, con el enfriamiento de la superficie del océano Atlántico, y en especial del mar Caribe.

Esto generó una diferencia récord de temperaturas en los mares a ambos lados del Istmo. En algunos casos el déficit de precipitaciones ascendió a más del 65% del volumen normal para la estación seca, señala el Quinto Informe Estado de la Región citando a CRRH-SICA, 2015.

La sequía motivó racionamientos adicionales a los habituales en mucho municipios; se incrementaron los costos de bombeo para la extracción de agua desde acuíferos, o del todo se secaron fuentes superficiales empleadas para abastecer a pequeñas comunidades rurales.

Esto amenaza los sembradíos de maíz y frijol, vitales para la alimentación de los centroamericanos, en especial en zonas rurales e indígenas. En el norte del istmo, las pérdidas en estos granos llegaron al 80% y el 60% de las cosechas de esos productos, respectivamente.

De igual manera se han afectado cultivos de arroz y café, la ganadería y el abastecimiento hidroeléctrico, lo que obliga a comprar hidrocarburos para generar energía térmica. A ello se suman los conflictos entre comunidades por el al agua, agravados por las falencias en la gestión del recurso.

Comparte
RELACIONADOS:Medio Ambiente