El movimiento ambiental de Estados Unidos necesita un nuevo mensaje
Cuando el ingenio y la furia anti-Trump se mezclan: las mejores pancartas de la marcha por el Clima
Por Nives Dolsak y Aseem Prakash
Las cuestiones ambientales tuvieron un impacto marginal en las elecciones decisivas de 2016, y la istración de Trump ya está dando marcha atrás en muchas políticas claves en cuanto al cambio climático y la política de conservación de recursos. Estas duras verdades son una llamada de alerta para el movimiento ambiental de Estados Unidos.
La solicitud de presupuesto de Trump exige que se despida una cuarta parte de la fuerza laboral de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) y que se cancelen docenas de programas. Trump propuso también grandes recortes en el Departamento del Interior que istra las tierras públicas, y en programas del Departamento de Energía para la lucha contra el cambio climático y el desarrollo de tecnologías de energía limpia. Además, la EPA ha rechazado una petición presentada por grupos ambientalistas que solicitan la prohibición de un insecticida usado en la agricultura, clorpirifo, que causa graves daños a la salud en las comunidades de agricultores.
Podría decirse que la elección presidencial de 2016 debería haber sido un referéndum sobre cuestiones ambientales. Después de todo, los argumentos científicos sobre el cambio climático son sólidos. Los estragos causados por grandes eventos meteorológicos, como el huracán Sandy, que los científicos dicen que serán más frecuentes al progresar el cambio climático, es obvio. La crisis del agua en Flint puso de manifiesto las horribles desigualdades raciales perpetradas por las agencias gubernamentales responsables de proveer a los ciudadanos con agua potable.
¿Por qué tuvieron estos asuntos tan poca influencia? Basado en nuestra investigación, creemos que los ambientalistas estadounidenses no logran convencer a los votantes corrientes a preocuparse seriamente por los asuntos ambientales. A nuestra vista, el movimiento necesita una agenda y estrategias de comunicación nuevas para trascender más allá de sus raíces y conectarse con los votantes de la clase trabajadora y los inmigrantes.
Amplio apoyo pero poca urgencia
Las cuestiones ambientales casi se ignoraron durante la campaña de 2016. Aunque los demócratas hablaron en sus elecciones primarias sobre abordar el cambio climático, los republicanos no tenían más que desprecio para este asunto. En las elecciones generales, Clinton y Trump apenas mencionaron el asunto.
Según las encuestas de opinión, la mayoría de los estadounidenses estaba preocupada por el medioambiente y en general apoyaba la protección ambiental. Sin embargo, los sondeos a pie de las urnas en noviembre mostraron que estas opiniones influyeron muy poco en los votos de los estadounidenses. Los votantes de Clinton clasificaron la política exterior como su máxima prioridad, seguido por la economía, el terrorismo y la inmigración. Para los votantes de Trump, la inmigración, el terrorismo, la economía y la política exterior fueron los factores críticos.
¿Por qué el cambio climático no fue una prioridad ni siquiera para los votantes de Clinton? Una razón podría ser que las encuestas de opinión sufren de sesgos de "deseabilidad social". Se supone que las respuestas a una encuesta deberían ser anónimas, los encuestados todavía pueden tratar de ser políticamente correctos apoyando las causas ambientales, aunque esas respuestas no reflejen sus verdaderos sentimientos o su comportamiento real.
Además, las encuestas no son formuladas para destacar las compensaciones que los votantes quizás tengan que hacer para financiar la protección del medioambiente. Es fácil apoyar una política "libre" que protege el medioambiente, pero los encuestados cambian sus opiniones cuando se les pide que consideren los costos.
Por ejemplo, en un estudio reciente financiado por el Instituto de Política Energética de la Universidad de Chicago, 65% de los encuestados estaba de acuerdo con que el gobierno debería hacer algo en cuanto al cambio climático, pero solo 57% estaba dispuesto a pagar tan poco como US$1 por mes más para electricidad de baja emisión de carbono. En cambio, mucha gente quiere un pase gratuito y que otros paguen por sus beneficios ambientales.
El ambientalismo también es víctima de su propio éxito durante los 40 años pasados. Gracias a numerosas leyes federales, la mayoría de los estadounidenses ahora está bastante satisfecha con la calidad del ambiente natural y no cree que tenga que luchar por él. Solo 16% se considera a sí mismo como participante activo del movimiento ambiental.
Las regulaciones benefician a todos, penalizan a algunos
Los críticos argumentan que las regulaciones ambientales perjudican a la economía. Grupos económicamente deprimidos son propensos a buscar chivos expiatorios, y las regulaciones ambientales son un blanco conveniente. Por ejemplo, la mecanización y cambios tecnológicos son las causas principales para la disminución del empleo en la industria del carbón, sin embargo, los estados y comunidades afectados tienden a culpar un blanco visible: las regulaciones.
Los políticos republicanos argumentan enérgicamente que las regulaciones "matan" empleos. Los sindicatos de obreros - pilares del Partido Democrático - también se oponen a las regulaciones ambientales, cuando creen que los empleos están en juego, como en la controversia sobre el oleoducto de de Dakota. Los Trabajadores Mineros Unidos se opone fuertemente al Plan de Energía Limpia, que por orden del presidente Trump debe ser modificado o reemplazado por la EPA.
Hacia una nueva estrategia
Cuando los ambientalistas exigen nuevas medidas para proteger los recursos, deberían tener más en cuenta quiénes correrán con los costos y exigir que sean indemnizados. A este enfoque lo llamamos ambientalismo arraigado.
El plan Appalachia de Hillary Clinton fue un ejemplo. El mismo ofrecía $30 mil millones para ayudar a las comunidades productoras de carbón que se hubieran visto afectadas por el Plan de Energía Limpia. Este enfoque puede ayudar a fomentar una alianza azul-verde donde obreros y ambientalistas se unen para proteger el medioambiente y salvaguardar los intereses económicos de las personas afectadas.
Los ambientalistas también tienen que convencer a los inmigrantes -- a quienes más les importan los empleos y la seguridad económica -- a que apoyen la protección ambiental. Pero el movimiento ambientalista ha luchado para establecer una relación con las comunidades de color. Los grupos verdes mayores carecen de la diversidad. Solo 15% del personal de las grandes organizaciones ambientalistas son personas de color y no ocupan puestos de liderazgo en ninguno de los grupos más grandes.
Además, estas políticas de estas organizaciones reflejan las preocupaciones de los votantes urbanos y blancos de clase media y alta. Por ejemplo, la protección de parques nacionales y tierras públicas es para los ambientalistas un asunto de firma, pero los datos indican que las minorías pasan menos tiempo al aire libre que los blancos.
Contrariamente a la percepción popular, a las minorías les importan las cuestiones ambientales, incluyendo el cambio climático. Las iniciativas ambientales cambiarán sus votos si se ocupan de asuntos locales -- como la contaminación del aire y del agua y agua potable -- y riesgos laborales, como la exposición a pesticidas de los trabajadores agrícolas inmigrantes.
Para convertirse otra vez en un movimiento social influyente, los ambientalistas estadounidenses tienen que "volverse local" y prestar atención a las perspectivas de las minorías y los obreros. Para desprenderse del elitismo urbano, necesitarán autorreflexión crítica y dolorosa, más inversiones en alianzas azul-verdes y un esfuerzo honesto para diversificar el movimiento ambientalista y su agenda.
*Este artículo fue publicado originalmente en inglés en The Conversation. Lo autores son Nives Dolsak, profesora de Políticas Ambientales de la Universidad de Washington y Aseem Prakash professor y Director Fundador del Centro de Política Ambiental de la Universidad de Washington