Si de verdad existe un 'Infocalipsis', comenzó en 2016

Si algo puso a prueba a la sociedad de información fue, más que la Campaña Presidencial 2016, el triunfo de Donald Trump. El periodismo quedó bastante golpeado, visto por una mayoría como parcializado, con agendas políticas y sin la influencia en la opinión pública que había tenido en mejores tiempos. Los grandes medios y firmas no pudieron convencer a una enorme porción del electorado (de hecho prefirieron creerle a Trump) y les ha costado mucho retomar el lugar que ostentaron en épocas pre-internet.
¿Qué pasó?
La de 2016 fue la primera campaña de la posverdad, vale decir, firmemente enclavada en la cultura del “reality show” y con un criterio sobre lo verdadero y falso que desafía los preceptos éticos y prácticos a los que estamos acostumbrados. Un show en vivo pero, al final, fabricado o, mejor dicho: improvisado.
Tengo la teoría de que 16 precandidatos republicanos y una contrincante demócrata no pudieron con Trump porque, en los debates, ellos estaban preparados a hablar de realidad y política. Pero la gente prefirió show y celebridad, que el magnate manejó por intuición y ego.
En este ambiente la sustancia sobra porque ¿para qué hablar de algo tan aburrido como el déficit o la pertinencia de ciertos programas sociales? Se abandonaron los “issues” y la campaña giró hacia el carácter de los candidatos (puro show pues). Y en la cultura de la “real TV” gana el mejor entertainer, no el más honesto, ni qué decir el más preparado.
El match “Clinton vs Trump”, particularmente, fue una pesadilla para los fact-checkers. Un artículo de Fortune titulado “Por qué las mentiras de Donald Trump durante el debate no importan” encontró 34 afirmaciones del candidato en el primer debate, consideradas falsas o reñidas con los datos. ¿Ejemplos? Sobre NAFTA criticó a la Ford Motors por llevarse trabajos a México y fue corregido por la empresa misma por Twitter. Más adelante afirmaría que Obama y Clinton habían fundado ISIS y que el caso de los emails era el escándalo más grande desde Watergate.
El fact-checker Politifact encontró que 51% de las declaraciones de Trump en 2016 cayó en las categorías de “mayormente falsas” o “completamente falsas”. La credibilidad con sus seguidores, sin embargo, se mantuvo esencialmente intacta. De alguna manera “The Donald” capturó el momento, mientras Clinton trataba de hacer encajar un estilo político que dejaba de ser atractivo.
Antes los candidatos eran mucho más cautos y gráciles para mentir. El público castigaba esas faltas. Con Trump sin duda no ocurrió así. En el “reality show” la verdad es ria e importan más la emocionalidad y la improvisación exitosa. A Donald Trump lo bañaron de publicidad negativa y no le afectó, o muy poco. Es un líder demagogo y ofrece exactamente lo que una parte del electorado quiere escuchar y le cree. Polariza, apela a las emociones. No detalla plan concreto. Y de paso soslaya la etiqueta política.
Para colmo en septiembre de 2016, la encuesta Gallup sobre Confianza en los Medios en EE.UU. arrojó que solo 32% de los estadounidenses manifestaba tal seguridad. El nivel más bajo desde que comenzó tal consulta en 1972. El año anterior, 2015, había alcanzado 40%. Pero en 2017 subió auspiciosamente a 37%, una recuperación que hace honor a muchos esfuerzos de la gran prensa por reasumir un liderazgo extraviado.
No hay dudas de que muchos periodistas y medios tuvieron posiciones beligerantes. Por ejemplo, FoxNews y MSNBC -por nombrar dos emblemáticos- fueron estandartes de la derecha republicana y la izquierda demócrata respectivamente, a veces de forma militante. Este involucramiento sin duda ha minado la confianza en la neutralidad de la prensa.
En 2016 ocurrieron otras cosas que solo podríamos calificar de raras, estrambóticas o inesperadas (esto solo como contexto):
- Bob Dylan ganó el Premio Nobel de Literatura.
- Se filtraron los Papeles de Panamá… y los del Partido Demócrata también (parte del hacking ruso).
- Gran Bretaña decidió separarse de la Unión Europea con su Brexit.
- Hubo “impeachment” de presidente en dos países: Brasil y Corea del Sur.
- En Colombia un referendo le dijo No al Acuerdo de Paz con las FARC (luego se revirtió).
- Corea del Norte inició sus pruebas nucleares.
- Los Cachorros de Chicago ganaron la serie mundial a los Indios de Cleveland después de estar 3 a 1 juegos en contra. Esto lo menciono solo para que vean como se desafiaron las predicciones.
Infocalipsis
El término fue acuñado por Aviv Ovadya, Jefe Tecnológico de dos centros importantes de medios e innovación periodística en las universidades de Michigan y de Columbia. Justo a mitad de 2016:
“Se dio cuenta que había algo fundamentalmente malo en Internet, tan equivocado que abandonó su trabajo [de entonces] y sonó una alarma. Unas semanas antes de las elecciones de 2016, presentó sus preocupaciones a los tecnólogos en el Área de la Bahía de San Francisco y advirtió sobre una inminente crisis de desinformación en una presentación que tituló "Infocalypse" (Infocalipsis).
Sus preocupaciones pueden resumirse en estos puntos:
- La web y el ecosistema circundante son “muy poco saludables”.
- Los incentivos de las plataformas más importantes recompensan información engañosa y polarizante, o ambas cosas.
- “Las plataformas como Facebook, Twitter y Google priorizaron clics, call-to-action, anuncios y monetización sobre calidad de la información.”
- La información tóxica es más adictiva.
Ese tsunami inundó la relativamente tranquila comarca de la prensa y los medios tradicionales. Ya lo he comentado en otros artículos: emisores y receptores intercambiaron roles; los contenidos eran fácilmente copiados, pirateados y falsamente atribuidos; las vías comunicacionales se multiplicaron, se cruzaron, se comercializaron algunas y se hicieron “multi” (media, plataforma, formato, etc).
A eso se suman millones de ciudadanos, con todo el abanico de actividades y competencias, jugando al periodismo con muy diversos niveles de suficiencia.
En la cultura del reality show la imagen es el contenido, la emoción comunica mejor que la razón, la improvisación que funciona es más valiosa que lo premeditado sin impacto. Más que el intelecto y el carácter de estadista se cotizaron mejor el carisma, la fotogenia y la conexión emotiva con el público.
En la llamada “´posverdad” los criterios de certeza han perdido preeminencia e importancia. La masa toma como cierto, conscientemente o no, lo que le da la razón, o tranquilidad o esperanza. La autoridad y el carisma se imponen a las pruebas duras, lo “entretenido” y lo “aburrido” son dos criterios para que la gente se informe.
El fact-checking está en alerta permanente. O se desprestigia la fuente o el dato aún siendo cierto puede no importarle a mucha gente. Los periodistas luchan a diario y en todos los frentes, contra las miles de fisuras en las paredes del dique que contiene un océano de falsedades. Pero por volumen y voluntad de la mayoría, se imponen muchas de ellas y el daño que causan puede ser considerable.
Les pongo un ejemplo de este daño. El otro día quise promover un post de tema político en Facebook. Le hice un “boost”, un empujón publicitario (pagado) por el cual la plataforma lo hace aparecer en multitud de perfiles que no nos siguen, de acuerdo con la inversión. Como era de tema político no me lo aprobaron. El sistema explicaba que tales posts no podían enviarse a público estadounidense si la fuente no está certificada. Eso implica registrarse en línea, pero el último paso fue anotar un código que llegaba a mi oficina por correo de papel. De esta forma validaban la dirección física de mi empresa. Ahora sí puedo hacerlo, pero imaginen cuantos cientos de miles no.
¿Por qué todo esto? Por la “ fábrica rusa de noticias falsas”, que inundó de #fakenews las redes de al menos 120 millones de s en 2016, en EE.UU. Muchos expertos la consideran si no la principal, al menos una de las más importantes razones para el triunfo de Donald Trump. Si este fenómeno informacional en internet no tuvo una influencia clave en esta historia reciente ¿entonces qué?
La democracia se resiente
A manera de cierre, dejo una serie de puntos diversos que no necesariamente comenzaron en 2016, pero se consolidaron e hicieron norma desde entonces:
- Los expertos fallaron en pronosticar el triunfo de Trump, quien fue un auténtico “Cisne Negro”, es decir, un evento de gran impacto político, social o económico que nadie previó y que pocos daban como posible cuando se asomó. Porque, en serio ¿quién imaginó en marzo de 2016 que un multimillonario empresario de bienes raíces, sin antecedentes ni experiencia política, lograría en 9 meses uno de los más altos cargos del mundo? Confieso que yo no.
- La polarización aumentó. Trump es resultado de esa polarización, que como líder populista fomentó. Pero ya venía con bríos propios desde Obama, quien la propició. En 2014 el Pew Research Center había encontrado en su portentosa encuesta sobre Polarización en EEUU (a 100.000 adultos) que “la polarización política es la característica definitiva del principio del siglo XXI en la política estadounidense, tanto entre el público y los oficiales electos”.
- El estudio reveló que los republicanos y demócratas nunca habían estado tan alejados ideológicamente en la historia reciente. El porcentaje de Republicanos con opinión desfavorable del partido Demócrata “ha saltado de 17% a 43% en los últimos 20 años”. El aumento de este indicador en el Partido Demócrata es muy similar. La gente se está agrupando en “silos ideológicos”, incluso varios en cada partido, aunque más en el Republicano. Por ejemplo: los seguidores de Trump y los pro-establishment conforman dos silos que se diferencian hasta en el estilo de vida.
- La polarización nos hace caer en la”trampa de la ideología”, la obligación de coincidir con todo el menú de preceptos que lo hacen a uno “un verdadero conservador” o “un verdadero progresista”. Fueron Trump y Sanders quienes rompieron el monopolio de la polarización que tenían republicanos y demócratas.
- La verdad forense está asediada. Las “posverdad” empodera a muchos ciudadanos a “decidir” si algo es “verdadero” o “falso”, no basado en pruebas forenses o evidencias científicas, sino en emociones o conveniencias. En mi trabajo como fact-checker me encuentro con decenas de personas que se molestan cuando uno les dice que un dato X es falso. Su argumento puede resumirse en esta frase: “¿Qué importa si es falso si ayuda a la causa?”.
- Hay tanta información, tantos medios, tantas herramientas y, en fin, tantos datos que es muy difícil determinar origen, calidad, autenticidad, veracidad, contemporaneidad y autoría de tal información. Como el tiempo es un activo tan valioso, la mayoría acepta lo que recibe.
- La democracia se resiente. Aunque la confianza y el apego de los ciudadanos en países desarrollados sigue sólida, hay serias “rebeliones” ciudadanas contra los liderazgos constituidos: Trump por supuesto; los movimientos separatistas como el Brexit o el referendo catalán; el insólito retorno del comunismo disfrazado de socialismo en muchos países (con resultados devastadores en países como Venezuela) y el gusto por la izquierda de los millenials (hasta que comienzan a trabajar, claro).
O las aguas vuelven a su cauce, o forman uno nuevo o se desbordan en una inundación que nadie quiere. El “infocalipsis” está en pleno desarrollo y solo una persona puede controlar al menos el ámbito que lo rodea y la influencia que ejerce sobre sus pares:
Me refiero a usted, mi querido lector.
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Fernando Nunez-Noda es Director de VerifiKado.com
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