Adiós, Bolton, bienvenida de vuelta la diplomacia
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Fue una semana agitada en Washington para la política hacia América Latina.
El canciller mexicano informó que disminuyeron de forma significativa los flujos de migrantes centroamericanos que atraviesan su país en su camino hacia la frontera que compartimos, mientras que a la vez rechazó un acuerdo de tercer país seguro que Estados Unidos ha estado promoviendo. Honduras siguió coqueteando con la idea de si firmaría dicho acuerdo específicamente relacionado con los migrantes nicaragüenses y cubanos que pasan por su peligroso territorio.
Y el presidente Trump despidió al Asesor de Seguridad Nacional John Bolton, mientras que en el Departamento de Estado nombraron un nuevo alto cargo diplomático para la región, el veterano funcionario de carrera, embajador Mike Kozak. Finalmente, en Houston, los principales candidatos presidenciales demócratas debatieron en profundidad sobre la política de inmigración estadounidense ... y sobre Nicolás Maduro, el tirano, o dictador (según las respuestas de los diferentes candidatos), venezolano.
Aunque no están directamente relacionados, estos acontecimientos refuerzan una verdad que a menudo se olvida: Estados Unidos está tan inextricablemente unido a la región que cuando ésta tose, en Estados Unidos podemos pescar un resfriado fronterizo o de crisis de política exterior.
Muchos consideran que el sorpresivo despido (aunque a nadie le sorprende ya) de John Bolton mediante un tuit era ya algo previsto, dado su desdén por las negociaciones diplomáticas y la creación de alianzas y su preferencia belicosa por el uso del poder coercitivo en Afganistán, Irán, Corea del Norte, etc.
Sin embargo, cuando el senador Marco Rubio tuiteó el jueves que acababa de confirmar con Trump que la política hacia Venezuela seguiría siendo lo suficientemente agresiva, algo que se le había atribuido a Bolton, el presidente respondió, comentando que " De hecho, mis puntos de vista sobre Venezuela, y especialmente sobre Cuba, eran mucho más fuertes que los de John Bolton. ¡Él me estaba conteniendo!"
Independientemente de quién sea más estricto con los tiranos, es necesario seguir enfocándose en la verdadera amenaza criminal hacia los pueblos y la estabilidad de la región que Venezuela representa. El nombramiento del embajador Kozak, ex adjunto del enviado para Venezuela, Elliot Abrams, es una buena noticia en ese sentido.
Él conoce la región y ha participado en el fomento de una agenda bipartidista basada en la promoción de la democracia y los derechos humanos desde la década de 1980. Sabe bien que los diplomáticos tienen que hablar con los malos actores para resolver las crisis.
Los debates primarios del Partido Demócrata del jueves pasado también se enfocaron en los problemas de Estados Unidos y América Latina, principalmente debido a la inclusión del presentador de Univision, Jorge Ramos, como uno de los moderadores. Salpicó sus preguntas con algunas palabras en español, el segundo idioma más hablado en Estados Unidos, lo que llevó a varios candidatos a hacerse eco de la opinión de que " éste es también nuestro país (es decir, de los latinos)".
Tanto la senadora Warren como Joe Biden hablaron sustancialmente sobre la urgencia de invertir en América Central, en lugar de recortar la ayuda como lo ha hecho el presidente Trump. Biden se atribuyó debidamente el mérito de encabezar la Alianza para la Prosperidad, la cual tenía el propósito de apoyar a las empresas centroamericanas, la sociedad civil y los socios gubernamentales confiables en los países del Triángulo Norte con el fin de mitigar los factores impulsores de la migración irregular hacia Estados Unidos.
Aunque atacó a Biden por su mala memoria en otros temas, Julián Castro también refrendó la necesidad de invertir en América Central. El regreso a este tipo de política de programas de ayuda exterior es patentemente del interés de Estados Unidos. No sucederá durante el mandato de Trump, pero fue reconfortante ver un acuerdo general entre los demócratas si uno de ellos gana las elecciones de 2020.
En un momento sorprendente, Bernie Sanders se negó a llamar dictador a Nicolás Maduro, y optó en cambio por utilizar el término tirano. Tras abandonar rápidamente el tema de qué haría con el asunto de Venezuela, afirmó que su visión del socialismo democrático no tiene nada que ver con Venezuela, Cuba o Nicaragua.
Junto con un anuncio del comité de acción política republicano que se transmitió durante el debate y que comparó el tipo de socialismo de la congresista Alexandria Ocasio-Cortez con el genocidio camboyano, los elogios de Sanders hacia el bienestar social de Escandinavia estimularán la simplista — aunque efectiva para sus partidarios — demonización de todos los demócratas por parte del presidente como potenciales apologistas de los regímenes de Maduro, Ortega o de La Habana.
Las preocupaciones sobre política exterior casi nunca influyen en las elecciones estadounidenses, especialmente si no involucran el despliegue de tropas. Por lo tanto, la cantidad de tiempo que se le dedicó a la inmigración y a América Latina, específicamente a Venezuela, fue notable y saludable.
A pesar de los esfuerzos de Trump por degradar nuestros vínculos con la región mediante una política comercial punitiva y basada en aranceles, recortar los presupuestos de ayuda y construir un Muro, el ineludible proceso de integración continuará.
Y aunque no habrá cambios importantes en la política estadounidense con respecto a la región, con una mano experta que guíe la diplomacia regional en el Departamento de Estado quizás nuestro compromiso a corto plazo se caracterice por un poco más de orden, coordinación y previsibilidad.