Para este maestro los docentes hispanos tienen dos almas, una en el mundo estadounidense y otra en el latino

Miguel Gonzáles viene de una familia de maestros. Hoy es un exitoso profesor de liderazgo, psicología educacional y estudios superiores en la Universidad de Nevada, Las Vegas, pero el camino para llegar hasta allí fue largo. Y comienza con su papá.
-Cuéntanos la historia de tu padre. ¿Él influyó en tu decisión de ser maestro?
Mi padre siempre fue un gran ejemplo e influencia en mi vida. Él nació en Texas, de padres inmigrantes de México, de San Luis Potosí y Monterrey. Creció en un ambiente pobre, sin mucho apoyo y recursos de sus padres, prácticamente solo. Como muchos hispanos en EEUU, al graduarse de la secundaria, no se atrevió a asistir a la universidad.
Por años, se dedicó a trabajar en empleos de salario mínimo y muchas veces tenía más de dos trabajos para sostener a nuestra familia de cuatro hijos. Cuando yo tenía 11 años, mi padre tuvo, digamos, una epifanía, y se dio cuenta de que para progresar y ayudar a nuestra familia tenía que volver a estudiar. Entonces en ese momento, se dio cuenta también que quería ser maestro.
A mi padre le encantó la idea de ser maestro porque él se consideraba a sí mismo un “adolescente jubilado” y le gustaba estar con jóvenes. Quería ayudar y servir a la juventud, especialmente la juventud hispana, con las herramientas para navegar exitosamente en esta sociedad moderna. Entonces, cuando yo tenía 17 años y estaba a punto de graduarme de la secundaria, mi papá se graduó de la universidad, en 1999. Al año siguiente, había logrado su sueño de ser maestro.
El ver el sacrificio, ejemplo, dedicación y sobre todo el gozo que sentía mi papá por ser maestro me inspiró a seguir sus mismos pasos. Yo también quería tener el mismo gozo e influencia en los jóvenes y en la comunidad hispana como lo tenía él.
- Cuéntanos del momento en que decidiste ser maestro y cómo se materializó esa idea
Me hice maestro de secundaria en 2008. Tuve la dicha de ser maestro de la misma secundaria donde me gradué en 1999 (Santa Maria High School). Fue una experiencia inolvidable. Me sentí realmente como un adolescente de nuevo cuando empecé mi carrera como maestro en aquella escuela. Allí tienen y tenían una población estudiantil predominantemente hispana con pocos maestros hispanos. Tuve el privilegio de representar a la comunidad hispana no solamente como profesor, sino también como un alumno hispano de esa escuela.
Durante la mayor parte de mi vida, asistí a escuelas de nivel socioeconómico bajo. No tuve muchas experiencias buenas en cuanto a mi propio aprendizaje. Vi y pasé por cosas que jamás deberían pasar en una escuela. Y lamentablemente, las investigaciones nos enseñan que los alumnos de escuelas de niveles socioeconómicos bajos tienen menos probabilidad de graduarse de la secundaria, obtener empleo bueno y asistir a la universidad.
No fue hasta que empecé a asistir a la facultad que me di cuenta que me habían robado mi educación; en otras palabras, me robaron oportunidades de aprender, progresar y de desarrollar mis habilidades e intereses. Fue en ese momento que sentí la urgencia de ser maestro y quería que ningún alumno se sintiera engañado o robado de una buena educación.
-¿Cómo fue el camino hasta convertirte en maestro? ¿Fuiste por la ruta tradicional?
Como mencioné, fue en la universidad que me di cuenta de que me engañaron en mi educación y no quería que ningún estudiante pasara por la misma experiencia. Allí me dediqué a ser maestro. Empecé en el college comunitario local y luego me transferí a la Universidad de California en Santa Barbara.
Cuando me gradué, me tomé otro año más en la Universidad de Chapman para sacar mi título de maestro y a la vez una maestría en pedagogía. A medida que yo progresaba en mi carrera de maestro, sentía un gran anhelo de obtener un doctorado. Empecé a aplicar a varias universidades y para mi sorpresa, fui aceptado para estudiar en la Universidad de Harvard. Era un sueño mío estudiar en Harvard.
Pero este sueño fue de corta duración. Después de matricularme en Harvard tuve que dejar la escuela porque no pude obtener las finanzas necesarias para pagar la matrícula. Gracias a Dios, Él tenía otros planes para mí. Poco tiempo después de dejar a Harvard, fui aceptado para el programa doctoral de la Universidad del Sur de California (USC). Durante mi tiempo en USC, acepté la posición de subdirector de una escuela secundaria en Santa Barbara. Un año después acepté otra posición para ser director ejecutivo de una escuela charter y me gradué del programa doctoral de USC.
Ahora soy profesor de liderazgo y políticas de educación en la Universidad de Nevada en Las Vegas. Es mi meta y esperanza ayudar a cambiar nuestro sistema educativo para el bienestar de nuestro futuro y también ayudar a los jóvenes hispanos a ser exitosos en nuestra sociedad.
-Según tu experiencia, ¿cuál ha sido el aspecto más gratificante de enseñar?
Uno de los aspectos más gratificantes son las relaciones que se establecen con los alumnos. Al establecer una relación con los estudiantes, los maestros tienen la oportunidad de ayudarles a cambiar su pensamiento, hábitos e incluso carácter. Siempre me asombraba cada vez que recibía cartas de mis alumnos que me agradecían por el impacto que tuve en sus vidas. Para mí, esas cartas valían más que el oro.
-¿Tienes una anécdota de un estudiante con el que hayas conectado de manera especial?
Recuerdo un año, era el primer día de clases, le pedí a un alumno que leyera algo en voz alta. Se negó a leer y empezó a ser muy grosero conmigo y sus compañeros de clase. Le pedí que saliera del aula por un tiempo porque empezó a salirse de control.
Pensé que este adolescente iba a ser una pesadilla para mí y que él iba a ser muy problemático para la clase entera. Salí de mi aula y comencé a hablar con él y descubrí que él hizo una escena a propósito porque no sabía leer. No recuerdo exactamente lo que le dije ese día, pero le prometí que si entraba a mi aula durante la hora del almuerzo le enseñaría a leer. Él se animó y empezó a venir a mi aula durante la hora del almuerzo, y así comenzamos a establecer una relación positiva. Su lectura mejoró y también su comportamiento.
Al final del año, me escribió una carta dándome las gracias y me hizo un pisapapeles en forma de pato en su clase de carpintería, el cual todavía conservo.
-¿Por qué crees que es importante tener maestros latinos, como tú, en las aulas?
El maestro latino tiene dos almas, uno en el mundo estadounidense y otro en lo latino. Con esta ventaja, el maestro latino puede llegar a ser un puente entre las escuelas y la comunidad latina.
Con el aumento de alumnos latinos en las escuelas públicas, he observado que muchos colegios, sin ninguna mala intención, no entienden la cultura hispana y mucho menos la cultura inmigrante. Además, hay muchos maestros hoy en día que no entienden la complejidad que es ser latino en EEUU. Tampoco entienden lo complejo que es para los padres hispanos que están tratando criar a un niño americano.
Sin embargo, la mayoría de los maestros hispanos sí entienden esta complejidad y pueden ser una clave principal para ayudar a la comunidad latina a seguir adelante. Pueden ayudar a convertir las escuelas en espejos, no ventanas, de la comunidad latina. En efecto, los alumnos latinos deben ver su identidad reflejada en su comunidad escolar (espejos), para saber que la gente "como yo" son ciudadanos plenos en la escuela.
Igualmente importante es que los alumnos latinos sean desafiados a mirar fuera de sí mismos (ventanas) para entender, respetar y apreciar las culturas e identidades de los demás.
-¿Qué has aprendido siendo maestro? ¿Qué has aprendido de tus alumnos?
Algo que he aprendido como maestro es que el maestro tiene mucho poder. El deber del maestro es algo grande y noble, porque en realidad es el maestro que tiene ambos el presente y el futuro en sus manos al mismo tiempo.
A la vez, he reconocido que el sistema educativo que tenemos hoy en día no proveerá a los jóvenes los recursos, experiencias y habilidades que necesitarán para competir y trabajar en el siglo 21. Nuestro sistema educativo es esencialmente un modelo industrial de educación, un modelo de fabricación, digamos, que se basa en la linealidad y la conformidad.
Yo creo que tenemos que cambiar el sistema educativo a un modelo que se base más en los principios de la agricultura. Como dijo Ken Robinson, orador y educador, tenemos que reconocer que el florecimiento humano no es un proceso mecánico; es un proceso orgánico. En realidad, no se puede predecir el resultado del desarrollo humano. Todo lo que puedes hacer, como un granjero, es crear las condiciones bajo las cuales empezarán a florecer. Y son los maestros y los líderes de las escuelas que tienen este gran privilegio y deber crear las condiciones bajo las cuales los alumnos empezarán a florecer.
He aprendido muchas cosas de mis alumnos. He llegado a la conclusión que los alumnos realmente quieren un maestro que demuestre interés sincero por su bienestar. Sin mostrar que le importa realmente su bienestar, el maestro no puede llegar a enseñar ni a inspirar al alumno.
Para aprender más sobre la importante labor de los profesores latinos en nuestras comunidades, visita nuestro proyecto en conjunto con Pearson, Nuestros Maestros.