Una guerra a la migración financiada por la Unión Europea

Crédito: The Outlaw Ocean
El 4 de febrero de 2021, a unas 70 millas al norte de Libia, un avión de reconocimiento, equipado con una cámara en su parte inferior, sobrevolaba una balsa que transportaba a un centenar de migrantes desesperados que intentaban cruzar el mar Mediterráneo para llegar a Europa.
Las imágenes captadas por la cámara del avión se transmitían en vivo a una oficina en Varsovia, Polonia, sede de Frontex, la agencia de control fronterizo de la Unión Europea.
Dos horas más tarde, un buque patrulla de la Guardia Costera libia alcanzó a los migrantes y les ordenó detenerse, a pesar de ya estar muy lejos de las aguas territoriales libias. Los agentes armados subieron a los migrantes a bordo, los golpearon brutalmente y los llevaron a alguno de los centros de detención de Libia.
Dos meses después, uno de ellos, Aliou Candé, un bisauguineano de 28 años y padre de tres hijos, era asesinado a tiros en el centro de detención más infame de Libia: Al Mabani.
Aunque es ilegal según el derecho internacional, la captura de migrantes en el mar Mediterráneo por parte de Libia se ha vuelto algo habitual en los últimos años, a medida que la Unión Europea ha externalizado sus esfuerzos para impedir que los refugiados crucen sus fronteras.
Por supuesto, Europa no está sola en esta estrategia. Australia detiene a migrantes indocumentados en Papúa Nueva Guinea y Nauru.
Bajo el gobierno de Barack Obama, Estados Unidos pagó al gobierno mexicano para que detuviera a personas indocumentadas que intentaban ingresar al país. La istración de Donald Trump fue mucho más allá: deportó a cientos de personas indocumentadas desde territorio estadounidense a una megaprisión en El Salvador conocida por su brutalidad.
La nueva temporada del podcast The Outlaw Ocean pone en evidencia la migración en Europa
La historia de Candé se desarrolla a lo largo de los tres primeros episodios de la nueva temporada del podcast The Outlaw Ocean, una serie documental de ocho partes que reúne años de investigaciones realizadas en el mar.
El primer episodio profundiza en las circunstancias que rodearon la muerte de Candé. El segundo revela la complicidad de la UE en la crisis migratoria. El tercero ofrece un estremecedor testimonio en primera persona sobre la violencia que enfrentaron los periodistas en Trípoli mientras investigaban la muerte de Candé.
La primera temporada del podcast The Outlaw Ocean recibió múltiples premios en 2024, entre ellos el 'Dan Rather Award for News and Guts ' y un 'Robert F. Kennedy Award for Human Rights'. La segunda temporada se lanzó el 4 de junio de 2025 en colaboración con CBC Podcasts, con un episodio nuevo cada semana.
Durante más de una década, la UE ha proporcionado los buques, los suministros para los centros de detención, la inteligencia aérea y los vehículos que Libia utiliza para capturar a los migrantes que cruzan el Mediterráneo en busca de una vida mejor.
Eficiente y brutal, la captura en el mar y la internación de estos migrantes en prisiones de Trípoli y sus alrededores es lo que los funcionarios de la Unión Europea elogian como parte de una asociación exitosa con Libia en sus esfuerzos de “rescate humanitario” en el Mediterráneo.
Sin embargo, según numerosos defensores de los derechos humanos, expertos legales y del Parlamento Europeo, el verdadero objetivo de esta campaña conjunta no es tanto salvar a los migrantes del tráfico o del naufragio, sino impedir que lleguen a las costas europeas.
A pesar de que dispara habitualmente contra balsas migrantes, de que ha sido vinculada por la ONU con el tráfico de personas y el asesinato, y de estar actualmente controlada por milicias, la Guardia Costera libia sigue recibiendo un firme apoyo de la UE.
Desde al menos 2017, la UE, con Italia a la cabeza, ha entrenado y equipado a la Guardia Costera libia para que actúe como una fuerza marítima por encargo, cuyo objetivo principal es evitar que los migrantes lleguen a las costas europeas.
Como parte de una investigación más amplia, una periodista de The Outlaw Ocean se embarcó durante cinco semanas en un barco de Médicos Sin Fronteras que realiza labores de búsqueda y rescate en el Mediterráneo con el objetivo de salvar la vida de migrantes que cruzan el mar desde África hacia Europa.
Así es el rescate de migrantes en las costas europeas
Es una carrera contra la muerte. Mientras el barco humanitario intenta rescatar a los migrantes y llevarlos a un lugar seguro en Europa, las embarcaciones de la Guardia Costera libia, más rápidas, más grandes y más agresivas, tratan de llegar primero para arrestarlos y devolverlos a las cárceles en Libia.
Europa ha negado durante mucho tiempo jugar un rol activo en este operativo, pero los periodistas filmaron drones operados por Frontex, la agencia fronteriza europea, que Europa utiliza para alertar a los libios sobre la ubicación exacta de las balsas con migrantes.
“[Frontex] nunca ha participado en ninguna cooperación directa con las autoridades libias”, declaró la oficina de prensa de Frontex en un comunicado, en respuesta a las solicitudes de comentarios sobre la investigación.
Sin embargo, un creciente cúmulo de pruebas recopilado por periodistas europeos y organizaciones no gubernamentales sugiere que la implicación de Frontex con las autoridades libias no fue ni accidental ni limitada.
En 2020, por ejemplo, Lighthouse Reports, una organización periodística sin fines de lucro con sede en los Países Bajos, documentó 20 casos en los que aeronaves de Frontex se encontraban cerca de embarcaciones con migrantes que luego fueron capturadas por la Guardia Costera libia.
En una decena de esos casos, según Lighthouse, Frontex fue la primera en identificar las embarcaciones, lo que, según el derecho internacional, la obligaba a notificar no solo a la Guardia Costera libia, sino también a la embarcación más cercana, gubernamental o comercial, para que se pudiera llevar a cabo un rescate inmediato.
Además del papel de la UE en ayudar a Libia a capturar migrantes en el mar, las Naciones Unidas, así como organizaciones humanitarias y de derechos humanos, han criticado duramente a las autoridades europeas por su responsabilidad en la creación y el financiamiento de una red de prisiones brutales para migrantes en Libia. La UE ha suministrado a Libia buques patrulla, vehículos todoterreno y autobuses para trasladar a los migrantes capturados a los centros de detención.
Para la UE, el desafío de cómo abordar la situación de los migrantes desesperados que huyen de la miseria en sus países de origen no hará más que intensificarse en los próximos años. Se estima que el cambio climático desplazará a 150 millones de personas en todo el mundo en los próximos 50 años.
La historia de Aliou Candé; el migrante climático
El aumento del nivel del mar, la desertificación y el hambre empujarán a poblaciones desesperadas hacia los países del norte global, como Estados Unidos y los de Europa, poniendo a prueba el carácter moral y la imaginación política de estas naciones más ricas.
Estos factores fueron especialmente evidentes para Aliou Candé, quien creció en una granja cerca de la remota aldea de Sintchan Demba Gaira, en Guinea-Bissau, un lugar que carece de muchas de las necesidades básicas como agua o electricidad.
Candé tenía fama de ser un trabajador incansable, que evitaba cualquier tipo de problemas. “La gente lo respetaba”, dijo su hermano Jacaria, pero aquel joven de 28 años se convertiría en un migrante climático: las sequías en Guinea-Bissau se habían vuelto más frecuentes y prolongadas; las inundaciones eran cada vez más impredecibles y devastadoras; los cultivos de Candé, mandioca, mangos y castañas, no estaban dando frutos, y sus hijos pasaban hambre.
La producción de leche vacuna era tan escasa que solo podían beberla una vez al mes. El cambio climático también trajo más mosquitos, y con ellos más enfermedades. Candé creía que solo había una forma de mejorar sus condiciones: irse a Europa. Sus hermanos ya lo habían hecho. Su familia lo animó a intentarlo.
A finales del verano de 2019, emprendió el viaje hacia Europa con seiscientos euros. Le dijo a su esposa que no sabía cuánto tiempo estaría fuera, pero hizo todo lo posible por mostrarse optimista. “Te amo”, le dijo, “y voy a volver”.
En enero de 2020, llegó a Marruecos, donde intentó pagar un pasaje en barco hacia España, pero descubrió que el precio era de tres mil euros, mucho más de lo que tenía.
Entonces Candé se dirigió a Libia, donde podía conseguir una balsa más barata con rumbo a Italia. En febrero de 2021, él junto a más de cien migrantes zarparon desde libia en una balsa inflable de goma. Después de que su embarcación fue detectada por la Guardia Costera libia, los migrantes fueron devueltos a tierra, subidos por guardias armados a autobuses y camiones, y trasladados a Al Mabani, que en árabe significa “los edificios”.
A Candé no se le imputó ningún delito ni se le permitió hablar con un abogado, y no se le dio ninguna indicación de cuánto tiempo estaría detenido. Durante los primeros días, se mantuvo mayormente al margen, sometiéndose a las sombrías rutinas del lugar.
La prisión está controlada por una milicia que, eufemísticamente, se hace llamar la Agencia de Seguridad Pública, y cuyos hombres armados patrullan los pasillos.
Las celdas estaban tan hacinadas que los detenidos tenían que dormir por turnos. En una sala especial, los guardias colgaban a los migrantes boca abajo de las vigas del techo y los golpeaban. En un mensaje de audio grabado con un celular escondido, Candé pidió a su familia que enviara el dinero del rescate para su liberación.
En la madrugada del 8 de abril de 2021, Candé fue asesinado a tiros cuando los guardias dispararon dentro de un pabellón de detenidos tras una pelea. Su muerte no fue investigada y su asesino no fue castigado. Aliou Candé terminó enterrado en un saturado cementerio de migrantes en Trípoli, a más de 3,000 kilómetros de su familia en Guinea-Bissau.
Los esfuezos periodísticos para dar a conocer la situación de los migrantes en Europa
Un mes después de la muerte de Candé, un equipo de cuatro periodistas viajó a Libia para investigar. Casi ningún periodista occidental tiene permitido ingresar al país, pero, con la ayuda de una organización humanitaria internacional, lograron obtener las visas.
Inicialmente, las autoridades libias dijeron que el equipo podría visitar Al Mabani, pero tras una semana en Trípoli quedó claro que eso no ocurriría. Entonces, los periodistas encontraron un lugar oculto en una calle lateral, a medio kilómetro del centro de detención, y lanzaron un pequeño dron.
El dron llegó sin ser detectado a las instalaciones y capturó imágenes detalladas del patio abierto de la prisión. El equipo también entrevistó a decenas de migrantes que habían estado detenidos con Candé en ese mismo centro.
Una semana después de iniciada la investigación, el periodista principal, que hablaba con su esposa desde la habitación de su hotel en Trípoli, escuchó que llamaban a la puerta. Al abrir, se encontró con una decena de hombres armados que irrumpieron en la habitación. Lo obligaron de inmediato a tirarse al suelo, le pusieron una pistola en la cabeza y lo encapucharon. Lo que siguió fue una violenta agresión. El periodista sufrió fracturas en las costillas, heridas en el rostro y traumatismos internos tras ser pateado varias veces.
Otros del equipo, entre ellos un editor, un fotógrafo y un productor audiovisual, también fueron detenidos. Tras vendarlos y separarlos, el grupo fue interrogado durante horas. Según la legislación libia, las autoridades pueden detener a ciudadanos extranjeros de forma indefinida sin presentar cargos formales.
El Departamento de Estado de EEUU intervino después de que la esposa del periodista, quien había escuchado el tumulto por teléfono, dio la alerta. Funcionarios estadounidenses identificaron rápidamente a la autoridad que los tenía detenidos y comenzaron a negociar su liberación.
Tras seis días bajo custodia, el equipo fue informado, de forma inesperada, de que quedaban en libertad. No se presentaron cargos formales ni se ofreció ninguna explicación oficial por su detención. Tuvieron suerte. La experiencia, profundamente aterradora pero, afortunadamente, breve, fue una muestra del mundo del arresto indefinido en Libia.
Sin explicación del gobierno, sin anuncios de organizaciones humanitarias ni cobertura de medios nacionales o internacionales, la prisión para migrantes más infame de Libia, Al Mabani, cerró oficialmente el 13 de enero de 2022. En sus escasos doce meses de existencia, la prisión se convirtió en símbolo de la falta de rendición de cuentas que caracteriza al sistema de detención libio.
El cierre silencioso de Al Mabani evidencia el carácter cambiante del sistema carcelario en Libia y cómo esta inestabilidad hace casi imposible proteger a los detenidos.
Los centros de detención para migrantes abren, cierran y reabren de una semana a la otra. Los detenidos son trasladados sin un registro claro. Se llevan a 3,000 personas de una prisión y, misteriosamente, solo 2,500 bajan del autobús al llegar a la siguiente.
Los trabajadores humanitarios tardan meses en obtener permisos para visitas regulares a prisiones como Al Mabani, solo para tener que empezar todo de nuevo cuando los detenidos son llevados a un nuevo centro recién creado. La consecuencia: las milicias pueden, con total impunidad, desaparecer, torturar y detener refugiados indefinidamente.
El mismo mes en que se cerró Al Mabani, el equipo detrás de la investigación presentó los detalles de su trabajo ante la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo, y expuso el amplio apoyo de la UE al aparato de control migratorio de Libia. Representantes de la Comisión Europea cuestionaron la forma en que los periodistas caracterizaron la crisis.
“No estamos financiando una guerra contra los migrantes”, dijo Rosamaria Gili, directora para Libia del Servicio Europeo de Acción Exterior. “Estamos intentando fomentar una cultura de derechos humanos”.
Y sin embargo, apenas una semana después, Henrike Trautmann, representante de la Comisión Europea, dijo a los legisladores que la UE iba a entregar cinco embarcaciones más a la Guardia Costera libia para reforzar su capacidad de interceptar migrantes en alta mar.
“Sabemos que el contexto libio está lejos de ser óptimo”, itió Trautmann. “Pero creemos que sigue siendo preferible continuar con este apoyo que dejarlos actuar por su cuenta”.
Mientras tanto, el flujo de migrantes a través del Mediterráneo continúa. Según la ONU, al menos dos mil migrantes murieron en 2024 intentando realizar este peligroso trayecto, y, en ese mismo período, la Guardia Costera libia capturó a otros veinte mil, que fueron devueltos a prisiones como Al Mabani en los alrededores de Trípoli. En febrero de este año, las autoridades libias realizaron un ejercicio de entrenamiento conjunto con funcionarios fronterizos de la UE.
La istración Trump también tomó nota: en mayo, planteó la posibilidad de enviar migrantes indocumentados desde Estados Unidos a Libia. Según NBC News, ese mismo mes se llevaron a cabo conversaciones entre funcionarios estadounidenses y autoridades libias sobre el posible traslado permanente de hasta un millón de palestinos desde la Franja de Gaza hacia Libia.
El estado de ambos planes sigue siendo incierto.