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Protocolos de Protección de Migrantes

"Estamos desesperados": el sentimiento común de quienes tienen meses esperando en México por un asilo en EEUU

Más de 23,000 migrantes se encuentran varados en las ciudades más peligrosas de la frontera con México. Algunos llevan meses, pero para otros la cuenta superó un año en los que han vivido extorsiones, secuestros y han acumulado trauma. Con el cambio de gobierno, se debaten entre seguir esperando o arriesgarse a cruzar a pesar de las consecuencias.
24 Ene 2021 – 07:15 AM EST
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La venezolana Iriany Toyo tiene un año y dos meses en México esperando la solución de su caso de asilo. El cambio de gobierno en Estados Unidos no mejora su ansiedad. Sabe que en algún momento llegarán las buenas noticias: alguien les dirá que podrán vivir del otro lado de la frontera mientras esperan la decisión de un juez de inmigración. Mientras llega ese momento los días corren, sus hijos de 8 y 4 años siguen sin ir a la escuela y todos viven con miedo y trauma.

"Nuestro nivel de desesperación es muy alto. No tenemos asesoría legal ni dinero para pagarla. Ya quitaron los Protocolos de Protección de Migrantes (PPM) pero no sabemos nada. Uno sigue aquí, en un país inseguro y pensando en qué hacer", reflexiona al teléfono la madre de 25 años. Su familia es parte de la cuenta de cientos de víctimas de delitos por parte de grupos que operan en la frontera. En una ocasión, un taxista intentó llevarse a uno de sus hijos, han sido extorsionados y ella fue violada.

El sentimiento de Toyo es colectivo. Univision Noticias conversó con otras tres familias que se sienten igual. Viven asustados en Reynosa, Nogales y en Matamoros, y ven a muchos de sus compañeros despedirse para brincar el muro durante la madrugada. Sienten la tentación de hacerlo.

Las organizaciones de derechos humanos calculan que más de 23,000 inmigrantes siguen viviendo a la fuerza en las ciudades más peligrosas de México bajo los PPM. La pandemia empeoró los tiempos de espera para ellos una vez que la frontera y las cortes cerraron en marzo.

El gobierno de Joe Biden ha pedido insistentemente a las familias no cruzar a Estados Unidos y ha prometido que tomará medidas con quienes están bajo los protocolos. Pero no existe un plazo para conocer esa decisión, pues aseguran que "la infraestructura está muy dañada".


En una conferencia telefónica a finales de diciembre, explicaron que planean trabajar con organizaciones no gubernamentales en las ciudades en las que están los migrantes para facilitar el procesamiento de los casos: "Empezaremos con los más vulnerables", adelantaron. Sin dar mayores detalles, el equipo de Biden aseguró ese día que el daño en las instituciones afecta el procesamiento de migrantes y que los métodos deben ser restablecidos.

Y a los retos que ya tienen, explicaron, se suma la pandemia: "Tenemos que estar seguros de que estamos protegiendo a los solicitantes de asilo y a quienes los procesan".

"Lo último fue una extorsión"

Iriany Toyo y su esposo decidieron escapar de Venezuela con sus hijos porque el gobierno de Nicolás Maduro les había expropiado su casa y sus negocios en el occidental estado Zulia, donde vivían. Les dijeron como excusa que en ese espacio se construiría un parque y que les pagarían por las propiedades, pero eso nunca pasó. Ambos siguieron militando en un partido de oposición y, cuenta ella, una mañana en una protesta fueron atacados a disparos y golpes por grupos armados por el gobierno que actuaban con policías.

Ellos lograron escapar del tumulto en su carro, su esposo había sido golpeado y sangraba. Los siguieron y ya en su casa los amenazaron, les dijeron que los tenían en la mira, que sabían dónde estudiaban sus hijos. Otro día, mientras su esposo caminaba por una calle cercana a su casa, unos hombres en motocicleta pasaron y le dispararon. Unos vecinos lo ayudaron a llegar a un hospital. "Nos asustamos mucho y decidimos salir del país (...) Nosotros queríamos seguir luchando, pero no se pudo".

Así es que huyen a México. En diciembre de 2019 piden asilo en Estados Unidos y los devuelven por Ciudad Juárez, donde deciden quedarse a esperar y donde pasaron el primero de muchos sustos que seguirían: se bajaban de un taxi que habían tomado de regreso a la Casa del Migrante, donde se refugiaban. Cuando Iriany intentaba cargar en brazos a su hijo que estaba dormido, el conductor arrancó. El esposo lo detuvo al jalarlo por la ventana y así se salvaron. El susto fue tal que decidieron irse a Nogales, en Sonora.

Con el poco dinero que traían pudieron rentar una casa con paredes y techo de latón. Iriany tenía entonces cuatro meses de embarazo. Una noche, mientras dormía escuchó que alguien entraba en la casa. Pensó que era su esposo, que había vuelto del trabajo. Eran tres hombres. En la penumbra, se llevaron alguna ropa, zapatos, lo que encontraron. Ella quedó paralizada del miedo cuando vio a uno de ellos entrar en la habitación. Los niños dormían a su lado. Ella le suplicó que no les hiciera daño. Pensó que él le robaría una laptop que tenía a su lado. Pero el hombre se le lanzó encima y la violó.

Después de eso decidieron mudarse de ahí. Desesperado, el esposo de Iriany conversó con un compañero del trabajo sobre su situación, y él le dijo que tenía un primo que podía ayudarle. De ahí en adelante comenzaron a extorsionarlos. "Tuvimos que mudarnos de pueblo otra vez (...) La extorsión me destruyó los nervios", cuenta. Recuerda que dos hombres se aparecían en la puerta de su casa: "Mi esposo tuvo que esconderse. Pedían el dinero porque si no lo matarían. Yo ya estaba a punto de dar a luz".

"Todo es muy frustrante"

Por ahora, la familia tiene un plan: esperar, aunque no saben cuánto más puedan resistir.

Iriany asegura que ya ve las consecuencias de esa migración en sus niños, sobre todo en el mayor, el de 8 años. Cuando salieron de Venezuela él terminaba su primer grado. Si se hubieran quedado aguantando las agresiones de la policía y los grupos armados en su país —o si les hubieran permitido entrar a Estados Unidos a esperar la solución de su caso de asilo— el niño posiblemente estaría en tercer grado. "Mis hijos ya tienen dos años perdidos, sin poder estudiar".

Con todo lo que ha visto y escuchado, "que una muchacha se ahorcó", "que cerca de la casa hay un tiradero de muertos", que los robaron, que el taxi quiso llevarse a su hermanito, Iriany no duda que su hijo mayor haya acumulado trauma.

"Llora mucho, le hablo y no me entiende. Está más aislado, llora en la noche, a veces entro al cuarto y lo consigo llorando. Me dice: 'Mami, ¿nos van a meter de nuevo en la celda del centro de detención?', y se pone a llorar. Él antes era un niño alegre", dice. Ella misma ha debido ver a un psicólogo que le ayuda con ejercicios para sentirse mejor y aprender a dar las gracias por las cosas que han alcanzado.

Lo que no ha podido superar es la culpa por lo que ve que siente su hijo mayor. "Me duele porque no puedo darle una esperanza. Me quedo callada porque no sé decirle. Los protocolos nos han hecho mucho daño".

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