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Inmigrantes indocumentados

"No tengo para elegir": la desesperanza de los inmigrantes que son enviados por Texas a Nueva York

Al llegar a Nueva York, los inmigrantes no tienen la vida resuelta: muchos no saben a dónde ir, nadie les da respuestas, y cuando consiguen un albergue está saturado. Las historias de tres venezolanos muestran la crisis en una ciudad desbordada por la llegada inadvertida de cientos de personas desde Texas bajo una política que no ha sido consensuada entre los gobiernos locales.
Publicado 20 Sep 2022 – 01:21 PM EDT | Actualizado 20 Sep 2022 – 10:27 PM EDT
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Dentro de la Iglesia Luterana del Buen Pastor, en el vecindario de Bay Ridge, en Brooklyn, es la hora de almuerzo y varios voluntarios han preparado sopa, pastas y ensalada para quienes permanecen en el lugar. Es sábado al mediodía y hay unos diez migrantes centroamericanos que duermen en los bancos de la casa espiritual. Se les aconseja que se mantengan dentro y recorran poco el barrio, uno de los últimos bastiones republicanos de la ciudad de Nueva York.

Hace unos días el pastor Juan Carlos Ruiz recibió a un grupo de jóvenes de entre 20 y 25 años que salieron huyendo del Refugio para Hombres de la HRA de Manhattan, tras ser atacados por un señor que llevaba tiempo viviendo en esas instalaciones de acogida a personas sin hogar.

Los venezolanos Yordano Palacios, de 18 años; Carlos García, de 25, y Rubén Darío González, de 20, llegaron a inicios de agosto desde Texas, en medio de los envíos masivos de migrantes que el gobernador republicano Greg Abbott se ha dispuesto a hacer hacia ciudades gobernadas por demócratas, como Nueva York o Washington DC. Una pelea de poderes con personas que han pasado meses para llegar a la frontera con Estados Unidos y que son enviados en buses a estas ciudades con su aparente consentimiento.

Al llegar, nadie les dijo a dónde ir. Tuvieron que caminar más de dos horas y media hasta un refugio donde sabían que estaban acogiendo a otros migrantes como ellos.

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"Nos mandan a la deriva": el drama de los migrantes enviados en autobús a Nueva York por el gobernador de Texas

En los últimos meses Abbott ha enviado a unos 10,000 inmigrantes en autobuses desde la frontera hasta Washington DC, Nueva York y más recientemente a Chicago. Dos de los autobuses cargados de migrantes llegaron la semana pasada cerca de la residencia de la vicepresidenta Kamala Harris.

"La vicepresidenta Harris afirma que nuestra frontera es 'segura' y niega la crisis. Estamos enviando migrantes a su patio trasero para pedirle al gobierno de Biden que haga su trabajo y proteja la frontera", dijo Abbott en uno de sus tuits. Él justifica que al enviar a los migrantes a otras ciudades del norte, "está brindando un alivio muy necesario a nuestras abrumadas comunidades fronterizas".

Es parte de su Operación Lone Star para combatir el flujo de migrantes: los culpa de traer cocaína al país o los responsabiliza de delitos. Abbott asegura que su estrategia busca enfrentar la política migratoria de mano blanda de la istración Biden, que ha arrestado a un número récord de más de dos millones de personas en el borde sur hasta agosto del año fiscal 2022, según datos de la Agencia de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP).

¿Nueva York o México?

Cuando Yordano llegó a Eagle , una ciudad estadounidense separada por el río Bravo de la ciudad mexicana de Piedras Negras, tuvo que responder varias preguntas a las autoridades migratorias. Entre ellas, una que solo tenía una respuesta posible: “¿Nueva York o México?”, le cuestionó un oficial. Yordano, a quien un conocido esperaba en Houston, no tuvo otra opción que decir: "Nueva York".

“No era mi lugar de destino, era Houston, allá tengo un señor que me puede dar empleo”, lamentó.

Su primer encuentro con Nueva York no fue fácil. Después de las dos horas de caminata al albergue, y de esperar —sin éxito— otras tantas para que le asignaran un cuarto, Yordano tuvo que dormir en la calle junto a Carlos y Rubén Darío.

La segunda noche frente al refugio un hombre se acercó. Tendría, piensa Yordano, unos cuarenta años. Comenzó a molestarlos.

“Como no entendíamos, le decíamos: 'No english, no english'. Eso lo molestaba más”, cuenta Carlos, quien vino a Nueva York por una propuesta de trabajo de un amigo que luego resultó ser falsa. “Nos revolvió la maleta, toda la ropa que nos habían regalado, la comida. Y nosotros ni siquiera le hicimos nada. De hecho, golpeó a uno de los que estaba con nosotros”.

El que recibió el golpe fue Rubén Darío. Señala la parte del cuello donde el hombre lo agredió. Y él, sin embargo, tuvo que quedarse de brazos cruzados.

“No sabemos por qué estaba molesto, no sabemos qué decía. Mientras más le decíamos que no sabíamos inglés, más se molestaba”, relata el joven, quien llegó solo a Nueva York desde Texas, luego de que enviaran a su novia de 17 años y a su hija de poco más de un año en un bus con destino a la Gran Manzana.

Los jóvenes llamaron a la policía. Eran cerca de las 12 de la madrugada. El oficial les dijo que nadie podría garantizarles su seguridad en el lugar y que irían presos en caso de que se vieran involucrados en alguna trifulca.

“Él puede pegarnos, pero nosotros no podemos pegarle a él”, reclama Yordano.

Poco después se alejaron del refugio. Caminaron, extraviados en la noche neoyorquina. “No nos gustó ese ambiente, todos estaban drogados, borrachos, llegaban con las cabezas partidas. Decidimos dormir en la calle”, dice Rubén Darío.

La ayuda

Pasaron la noche en algún lugar que no recuerdan, hasta que una señora los vio buscando ropa en un basurero y se ofreció a ayudarles. Fueron trasladados a la Iglesia Luterana del Buen Pastor, donde el padre Ruiz, quien también emigró de México a Estados Unidos y estuvo indocumentado por ocho años, les brindó techo, comida y asesoramiento.

Hasta ahora ninguno de los tres había recibido ayuda por parte de las autoridades gubernamentales, ni siquiera servicios de traducción en su idioma. Solo les habían dado una tarjeta de comida que debía funcionar a partir de las 48 horas de su llegada, pero que luego de cinco días no les sirvió para nada.

No obstante, la mayoría de las noticias publicadas en las últimas semanas sobre el arribo de migrantes hablan de la ayuda o las buenas intenciones que gestionan los políticos de la ciudad. Incluso David Banks, canciller del Departamento de Educación, habló de las facilidades educativas que les ofrecerían: “Nuestras escuelas públicas están preparadas para recibir a las familias que buscan asilo con los brazos abiertos”, dijo.

Yordano, Carlos y Rubén Darío no son los únicos a quienes el pastor Ruiz ha recibido en su iglesia, por lo que está más que convencido de que la ciudad no está haciendo suficiente para ayudar a los migrantes enviados por Abbott.

“El hecho de que tengamos personas en una iglesia durmiendo en bancas y en el piso te da la impresión de que realmente esta ciudad no está preparada”, aseguró.

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"Es un cobarde": el duro mensaje al gobernador de Texas por enviar a cientos de migrantes a ciudades como Nueva York

Las autoridades de la ciudad aseguran que el flujo de migrantes ha puesto a prueba la capacidad de los albergues. El alcalde Eric Adams asomó este lunes una idea poco convencional: la de darles refugio incluso en cruceros: "Vamos a conseguir formas creativas de solventar esta crisis humanitaria creada por el hombre".

El reporte más reciente de personas sin hogar de la Ciudad de Nueva York de enero de 2021, registró a unas 1,300 personas durmiendo en el metro y otras 1,100 en las calles. Asimismo, unas 50,000 personas sin hogar viven en albergues.

“Tenemos una crisis de vivienda aquí en Nueva York desde hace muchos años”, sostiene el pastor Ruiz. “Tenemos vivienda pública que es auspiciada por los recursos de la ciudad, del gobierno, que son deplorables, inhumanas, que atentan contra la dignidad de cualquier ser humano. No solamente eso, sino que parece que son migajas lo que se les da a estas personas sin hogar. Tienes una población con muchas necesidades que nos está llegando y las ponemos junto a una población que también ha sido abandonada. Hay una negligencia criminal de parte del estado”.

Por el momento, Yordano, Carlos y Rubén Darío se mantienen en la iglesia mientras buscan dónde trabajar.

“No me gusta estar así. En Venezuela tengo una familia que espera por mí”, dice Carlos.

Rubén Darío planea reencontrarse con su esposa e hija y viajar a Houston, donde le prometieron trabajo.

Y Yordano ha tocado puertas, pero no ha encontrado quién las abra: “Ahorita no tengo para elegir. Trabajo en lo que aparezca. Lo que salga, será bienvenido”.

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