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Huracán Michael

"No pensábamos que sería tan fuerte": Panama City es sorprendida por la devastación causada por Michael

Ya no es la ciudad que anuncia su cartel de bienvenida en la autopista con “las playas más bellas del mundo”. Ahora Panama City es un paraíso en ruinas. Univision Noticias visitó la casa de una de las familias afectadas por el huracán, que asegura que "del gobierno no se le ha visto un pelo a nadie".
13 Oct 2018 – 12:51 PM EDT
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PANAMA CITY, Florida.- Jacqueline Trabal decidió quedarse en su casa de Panama City, ubicada a dos cuadras del mar, a pesar de las advertencias de las autoridades porque "no tenía otro lugar a donde ir". Pero sobre todo porque a ella y a su pareja el huracán Michael, que ya deja 17 muertos, los tomó desprevenidos: "No pensábamos que sería tan fuerte, en un par de horas subió de categoría y no hubo tiempo”.

El techo de su casa se desplomó en la sala y en el cuarto de su hijo. “Pérdida total”, dice mientras recorre la casa. "De momento se puso fue como una nube, como si fuera neblina. Todo se puso empañao, empañao y pegó a soplar bien fuerte el viento. Nos encerramos en el baño y de ahí empezamos a sentir la vibración del viento, como que la casa se quería despegar. De ahí no nos movimos hasta que se acabó. Terminí la cayéndose la mitad de la casa, el techo y así acabó".

No saben dónde terminó la parte del techo que salió volando. La otra mitad cayó sobre sus muebles. El pequeño porche que tenía su vivienda, ahora es una junta de escombros. “Lo que más me duele son los diplomas de mi hijo, y todo lo que guardaba desde su niñez, se mojó todo y se dañó”, dice. "Son recuerdos y duelen".

Trabal está serena, cree que ha podido ser peor. “Si el techo del baño se hubiera venido abajo, quizás no hubiéramos sobrevivido. ¡Estamos vivos!”, se repite a sí misma, al tiempo que recibe una bolsa de hielo que le ha traído un vecino.

“Aquí no ha venido nadie a ayudarnos”, denuncia. "Del gobierno aquí no se le ha visto un pelo a nadie. Los vecinos, en cambio, me han conseguido algunas cosas, nos estamos ayudando entre nosotros. La única ayuda aquí es la de esta comunidad”.

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Paraíso en ruinas

Panama City Beach ya no es la ciudad que anuncia su cartel de bienvenida en la autopista: “Las playas más bellas del mundo”. El cambio drástico en el paisaje deja intuir la magnitud del huracán Michael. Una amplia carretera de pinos, todos en pie, conduce a la entrada de la ciudad anclada en la costa noroeste de Florida. Según se avanza hacia el océano, la vista de edificios de apartamentos, hoteles y tiendas, cambia por una de estructuras que ya dejaron de serlo. Una buena parte de la ciudad está destruida.

Los semáforos no funcionan y los pocos conductores que hay en las calles intentan seguir las reglas como si fueran una señal de STOP. En cada cruce: frenar, mirar hacia los lados y seguir. Y a los lados, al mirar: más devastación. Autobuses, camiones y trailers volteados. Carros aplastados por inmensos troncos. Casas con el suelo como techo. Trozos de paredes y techos tirados como objetos en la vía, y hasta un tren descarrilado con vagones volcados es el panorama de esta ciudad turística.

Cientos de metros de cables del tendido eléctrico están ahora sobre el asfalto, o enredados entre los incontables árboles caídos en las zonas de Springfield, Callaway o Lynn Haven.

Hay paso a Panama City, pero no a todos sus vecindarios. No hay electricidad –cerca de 900,000 personas en siete estados están sin luz tras el paso del huracán– ni agua y cuesta encontrar señal de internet. Algunas viviendas o calles enteras quedaron incomunicadas por árboles que permanecen bloqueando las vías. Se ven pocos muy vehículos, y alguna bicicleta recorre los escombros que dejó la tormenta. Es casi imposible conseguir gasolina en las decenas de estaciones de servicio que hay alrededor de la ciudad, incluso en un radio de hasta a 90 millas de la zona. Out of order (Fuera de servicio), se lee en una bolsa plástica que cubre todos los dispensadores de combustible.

"Aún estoy en estado de shock"

La destrucción de Michael ha cambiado la vida de los residentes de esta ciudad de la costa de noroeste de Florida. Como es el caso de Roberto Hernández, originario de Detroit y de padres puertorriqueños. El viernes, Hernández estaba intentando salvar cosas entre los escombros de lo que hasta hace apenas dos días fue su imprenta, un negocio del que estuvo al frente por más de 40 años y que dirigía junto a su hijo.


“Aún estoy en estado de shock”, reconoce. Su sueño, dijo, era dejarle la imprenta a su hijo para que continuara con el negocio familiar. Pero ahora cree será imposible recuperar lo perdido. “Calculo que los daños ascienden a 800,000 dólares, y no tengo seguro”, se lamentó entre lágrimas. Su casa, ubicada muy cerca de la imprenta, no sufrió daños.

Otros como César Chavarría se afanan para marcharse lejos del desastre de Michael. Este joven mexicano de 23 años ya no tiene empleo porque el huracán destrozó las casas en las que trabajaba. A dos días del impacto del huracán en Panama City, Chavarría estaba cargando sus cosas en la camioneta de su jefe para salir rumbo a Mississippi.

Un pequeño generador en la puerta de su apartamento, en un complejo residencial de mayoría hispana, le daba la electricidad. “Llegué hace sólo tres meses aquí y me gustaba la zona. Ahora no sé si regresaré, aunque me gustaría ayudar en la reconstrucción”, dijo.

Keishla Díaz, una puertorriqueña afincada en Panama City, camina junto a sus hijos cargados con las últimas pertenencias que quedan por guardar en el auto. Uno de los niños abrazado a su almohada, el más pequeño con su camión de juguete y la hermana mayor supervisando la operación. Se van. El huracán los dejó sin electricidad ni agua.

El huracán los tomó por sorpresa. Se tuvieron que resguardar en el pasillo. El padre de familia, Vicent J. Ramírez, recuerda el miedo que pasó mientras soplaban los fuertes vientos del huracán categoría 4. Hace poco más de un año vivió el azote de María en su isla pero dice que Michael lo asustó más porque estaba con sus niños.

“Venimos de una zona devastada por María buscando un buen futuro”. Primero probaron Orlando y finalmente se establecieron en Panama City para empezar su nueva vida, sin pensar lo poco que duraría.

Ahora resume su recorrido así: “Salí del infierno, llegué al cielo, del cielo volví al infierno y ahora estoy tratando de volver al cielo de nuevo". Sin perder la sonrisa, Ramírez se despide de sus vecinos y se pone al volante. El resto de su familia le espera ya en el auto. Siguiente destino: Mississippi.

El único negocio de la zona que abrió el viernes fue el supermercado Publix en Lynn Haven. En una operación, supervisada por soldados de la armada de EEUU, permitieron a los habitantes de la ahora ciudad fantasma entrar uno por uno, a comprar agua. Afuera del establecimiento se formó una larga fila de personas que aguardaban para entrar.

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