Biden, una transición forzada por una "mala noche"
A fines de 2019, cuando todavía no habían empezado las primarias demócratas para seleccionar al candidato que buscaría impedirle la reelección al entonces presidente Donald Trump, ya en círculos del Partido Demócrata se hablaba de la posibilidad (necesidad para algunos) de que Joe Biden fuera presidente de un solo mandato si resultaba elegido.
El mismo Biden, entonces de 77 años, había dado esas señales a sus asesores, según publicó Político. Por aquellos días, en la campaña del exvicepresidente se hablaba de conformar un equipo de gobierno joven y diverso, con una persona en la vicepresidencia a la que eventualmente pasar el testigo para 2024.
“Me veo como un puente y nada más. Hay una generación entera de líderes que ven detrás de mí. Ellos son el futuro de este país”, dijo Biden en marzo de 2020 en un evento en Detroit, cuando ya lucía como el seguro ganador de las primarias demócratas. Lo acompañaban, entre otros, dos de sus exrivales: los senadores Kamala Harris y Cory Booker.
Pero Biden nunca se comprometió a cumplir un solo término, en parte, porque eso habría significado que empezaría su gobierno con el plomo en el ala de ser un o un ‘pato herido’, la condición de todos los presidentes en la fase final de sus últimos mandatos, cuando pierden parte de su relevancia política porque ya no tienen futuro electoral.
La "ambigüedad estratégica" de Joe Biden
Una ambigüedad estratégica hizo creer a algunos que Biden no buscaría la reelección y que se convertiría en un “presidente de transición” de la caótica presidencia de Trump de vuelta a la “normalidad” política de Washington DC.
Aunque la promesa del primer término nunca se hizo pública, muchos estrategas políticos demócratas daban por descontado que Biden dejaría en manos de otros la responsabilidad de la presidencia, considerando que, a sus 81 años, la edad sería un lastre electoral importante.
Esa posibilidad desapareció luego de las elecciones de mitad de período de 2022, en la que, contrariando las encuestas, la historia y la todavía difícil coyuntura económica generada por la pandemia del coronavirus, los demócratas no se vieron aplastados por los republicanos quienes solo obtuvieron una mínima mayoría en la Cámara de Representantes y no lograron hacerse con el Senado.
A los pocos días, mientras los republicanos seguían aturdidos por el pobre desempeño electoral, el expresidente Trump oficializó su candidatura a las elecciones del 2024 (algo que se esperaba porque desde que dejó la Casa Blanca siempre estuvo en modo campaña).
En ese momento se reactivó la razón por la que Biden dijo haberse lanzado en 2020, cortarle el paso a Trump, y el presidente se encontró con que su impopularidad era, o bien, un asunto relativo o no tan grave como decían los sondeos.
Unos meses después, la ambigüedad estratégica se acabó, cuando en abril del 2023 Biden anunció que buscaría la reelección para “terminar el trabajo”. Y como todo presidente en ejercicio goza del tácito beneficio de la exclusividad si busca cuatro años más en el poder, Biden no tuvo contrincantes de peso que pudieran disputarle la nominación.
Sin demasiado entusiasmo, la campaña por la reelección empezó su marcha con varios problemas en el camino: los efectos de la inflación y la mala percepción de la economía por parte de los votantes; la guerra en Gaza y las críticas de los liberales sobre el compromiso acrítico de EEUU con Israel, y la persistente impopularidad del presidente.
Una "mala noche": efectos del debate con Trump
Al final, una “mala noche” a fines de junio hizo que Joe Biden tuviera que cumplir con esa promesa que nunca hizo y diera paso a una generación más joven del Partido Demócrata.
Su desastroso desempeño en el primer debate con Trump agravó las dudas sobre su edad y condición metal, al punto de que antes de acabarse el careo ya se había desatado una corriente entre los demócratas para exigirle al presidente que renunciara a la candidatura.
Después de prometer que “solo Dios” podría evitar que siguiera en la campaña, al cabo de tres semanas, el 21 de julio, Biden anunció su retiro y ofreció su respaldo a su segunda, Kamala Harris, en un exitoso intento por evitar una lucha por la candidatura a tan solo tres meses de las elecciones.
“Si bien mi intención ha sido buscar la reelección, creo que lo mejor para mi partido y mi país es que me retire y me concentre únicamente en cumplir mis deberes como presidente durante el resto de mi mandato", escribió Biden en su mensaje informando su decisión.
Ahora, la idea de la presidencia de Biden como un “puente” a la “normalidad” después de Trump quedó concretada por fuerza de las circunstancias, que mostraban como lucía cada vez más difícil para el presidente ganarle las elecciones a Trump, según mostraban las encuestas en estados clave.
Todavía hay que esperar el resultado de los comicios de noviembre, porque si Trump le ganara a Harris, lo de Biden no pasará a la historia como un “puente” sino como un paréntesis entre las dos pasadas del republicano por la Casa Blanca.