El temido fantasma de la violencia política ronda las elecciones más atípicas de las últimas décadas en EEUU
Voces diversas coinciden en expresar sus temores de que coronavirus, protestas masivas contra discriminación racial, una severa recesión económica y una aguda polarización política.
Los observadores coinciden en subrayar el papel del presidente Donald Trump en el incremento de las tensiones, con sus reiteradas denuncias sin fundamento de que la oposición demócrata planea arrebatarle el triunfo a través de un fraude, de llamar terroristas a los manifestantes contra la brutalidad policial, y a su renuencia a condenar categóricamente a grupos supremacistas blancos como los "Proud Boys".
Al otro lado del espectro, el sector liberal está movilizado ante la preocupación de que las tres designaciones de magistrados conservadores a la Corte Suprema realizadas por Trump _incluyendo la de Amy Barrett a escasos ochos días de los comicios_ signifique la anulación de derechos ya consagrados como el aborto o los matrimonios homosexuales e incluso un eventual fallo favorable al presidente en caso de que las elecciones terminen dirimiéndose con una decisión de la corte, como sucedió en 2000 entre George W. Bush y Al Gore.
Si bien el temor a infectarse del coronavirus es una de las causas principales de una votación anticipada sin precedentes -que para el 28 de octubre había superado el récord de 58 millones de votos anticipados vigente desde 2016_ también parece estar influyendo la preferencia de muchos a refugiarse en casa el día de la elección.
Pero el temor no es solamente de la población. Autoridades federales y estatales llevan semanas preparándose para la posibilidad de incidentes violentos.
La agencia AP reportó que el FBI y autoridades en varios estados han realizado simulacros de los peores escenarios, los cuales incluyen la creación de centros de comando para coordinar la respuesta a actos violentos o de intimidación a votantes.
El potencial de un estrecho margen de victoria, la proliferación de armas y mensajes de odio, tensiones raciales, existencia de milicias, un liderazgo político que aviva las tensiones y la convicción de ambos bandos de que solo pueden perder si el rival hace trampa son algunos de los factores que llevaron al International Crisis Group a hacerle seguimiento por primera vez en sus 25 años de existencia al proceso electoral estadounidense.
"Mirar esta lista (de factores) fue suficiente para convencernos a voltear nuestra mirada a un país bastante más acostumbrado a emitir advertencias que a recibirlas", escribió el 2 de octubre Robert Malley, presidente de esa organización independiente dedicada a la prevención de guerras.
Bruce Hoffman, experto sobre conflictos del centro de estudios Council for Foreign Relations, considera que "grupos armados de extrema derecha están preparados para rebelarse contra la elección si el presidente Donald Trump pierde".
Hoffman opina que las tensiones en la sociedad estadounidense se han incrementado sustancialmente a raíz de las casi 13,500 manifestaciones _en su mayoría pacíficas_ que han tenido lugar en numerosas ciudades desde la muerte en mayo del afroestadounidense George Floyd a manos de un policía blanco en Minneapolis.
Esas protestas han degenerado en incidentes de violencia racial con saldo letal como los ocurridos en Kenosha, Wisconsin; y Portland, Oregon.
El problema de las milicias
Tara Sonenshine, ex subsecretaria de Estado para diplomacia pública, hizo referencia en una columna de opinión que publicó en el diario The Hill a estimaciones sobre la existencia de 300 milicias con entre 15,000 y 20,000 integrantes bien armados, entrenados y activos en los 50 estados de la unión.
Las detenciones recientes de seis hombres acusados de planear el secuestro de los gobernadores demócratas de Michigan y Virginia demuestran que los temores sobre violencia política no son una abstracción teórica.
Ya la prensa nacional había reparado meses atrás en cómo grupos de hombres blancos acudieron a la gobernación de Michigan con armamento de guerra para protestar contra las restricciones sanitarias impuestas para detener la propagación del coronavirus.
También otros grupos de civiles han exhibido públicamente gran cantidad de armamento.
La televisora CNN reportó sobre la existencia de " No F**king Around Coalition", un grupo de afroestadounidenses armados que han marchado en varias ciudades desde 2017 para denunciar las muertes de numerosas personas de raza negra durante interacciones con organismos policiales.
Además de que Trump ha exhortado a sus seguidores a acudir personalmente a los centros de votación para monitorear los escrutinios, el Partido Republicano está en el proceso de reclutar a 50,000 voluntarios para que detecten indicios de fraude en las mesas.
El Giffords Law Center to Prevent Gun Violence, una organización creada por la exlegisladora demócrata Gabrielle Giffords, emitió un documento dirigido a funcionarios electorales sobre cómo proteger el derecho a votar ante actos de intimidación con armas de fuego.
"Es probable que una cantidad sustancial de personas traiga armas de fuego a los centros de votación con la excusa de prevenir el fraude electoral", reza el documento.
Otra preocupación adicional la constituye la posibilidad de que la cantidad sin precedentes de votos por correo impida a las autoridades electorales declarar ganadores el mismo día de la elección, porque crearía un compás de espera muy complicado.
En medio de ese ambiente, se observa cómo la tolerancia a la violencia política parece ir en aumento en Estados Unidos.
Un 21 por ciento de 5,900 estadounidenses encuestados entre el 22 de noviembre y el 23 de diciembre de 2019 por el centro de investigación Democracy Fund considera que algún nivel de violencia está justificado para alcanzar metas políticas si el partido de su preferencia pierde las elecciones. El sondeo, cuyo margen de error es ±1.5%, no halló diferencias entre ambos partidos.
Thomas Westphal, estudiante de ciencias políticas en Stanford University, y Stephen John Stedman, subdirector del Centro Stanford para la Democracia, el Desarrollo y el Estado de Derecho, consideran posible que el proceso electoral transcurra sin tropiezos si el ganador acumula una gran ventaja o si los organismos policiales se contienen.
"Pero si no actuamos apropiadamente, tarde o temprano el excepcionalismo electoral estadounidense se terminará", escribieron ambos en la publicación The American Interest.