Trump deja la piel de cordero en México y muestra los colmillos en Arizona al hablar de inmigración
PHOENIX, Arizona.- Después de saborear este miércoles en México lo que siente un hombre de Estado, Donald Trump volvió a territorio estadounidense para darse un baño de masas ante sus jubilosos seguidores y mostrar de nuevo los colmillos a los indocumentados.
El Trump apaciguado y diplomático que cinco horas antes daba la mano al presidente mexicano Enrique Peña Nieto, se debió transformar al cruzar la frontera rumbo a su evento en Phoenix, Arizona. En su esperado discurso de inmigración, el candidato presidencial republicano se olvidó de los titubeos que pareció haber estado acariciando las últimas semanas para descartar el trato "humano" y "justo" que había considerado.
"Romperemos el ciclo de la amnistía y la inmigración ilegal. No habrá amnistía", dijo casi al final de su discurso en referencia a los 11 millones de indocumentados que se calcula que hay en el país. No habría fuerza de deportación pero un Trump presidente les obligaría a salir del país.
"Para quienes están aquí hoy ilegalmente y que estén buscando un estatus legal, tendrán solo una ruta y es solo una: volver a casa y solicitar reentrada bajo las reglas del nuevo sistema de inmigración legal que he presentando antes", añadió.
Que Trump volviera a parecerse al Trump de siempre encantó a los miles de seguidores que habían hecho cola durante horas fuera del Convention Center de Phoenix con un calor de 107 grados.
El candidato presidencial republicano comenzó diciéndoles que el discurso no iba a ser el de un "evento de campaña per se" y que daría detalles de su esperado plan de inmigración que en buena parte resultó ser un reciclaje de antiguas promesas presentadas en una lista de 10 puntos.
"No lo saben todavía"
Pero más importante que el contenido de éstas, fue que Trump retomó el tono tenebroso y agitó el miedo contra los indocumentados.
El primero de esos puntos es el muro con México que, para bochorno de Peña Nieto, dijo que acabaría pagándolo "100%" y apuntilló: "No lo saben todavía". Entre las promesas antiguas que enumeró se encuentran el fin de la financiación federal a las ciudades santuario, la prueba de control ideológico a los inmigrantes y la expansión de E-, el sistema electrónico que usan las empresas para comprobar el estatus legal de sus empleados.
Trump cerró con un efecto dramático al dejar subir al escenario a varios familiares de víctimas de crímenes cometidos por indocumentados. El republicano se refirió a ellos como "víctimas de la istración Obama".
Buena parte de la intervención la dedicó a atacar las políticas migratorias de Obama y las propuestas por su rival demócrata Hillary Clinton: "El presidente Obama y Hillary Clinton cometen un gran abandono de su deber al anteponer la apertura de las fronteras a la seguridad del pueblo estadounidense".
El mayor énfasis lo puso en los criminales indocumentados contra quienes prometió "tolerancia cero". Sobre ellos dijo que hay dos millones y los asoció a los crimenes más horribles: terrorismo, asesinato y tráfico de peligrosos materiales a través de la frontera.
El discurso de Trump en Phoenix era el segundo acto de una jornada de política-espectáculo. Cinco horas antes, el republicano daba una rueda de prensa bilateral con quien hasta hoy parecía ser su enemigo jurado, el presidente mexicano Enrique Peña Nieto.
El trato blando que Peña Nieto dio a Trump después de invitarle al Palacio de Los Pinos indignó a los mexicanos, que sienten que su líder se amilanó ante el bully que podría convertirse en presidente del vecino del norte.
Mientras medio México expresaba su indignación con su presidente, los seguidores del republicano en Phoenix estaban encantados por la oportunidad de ver al candidato. Desde tres horas antes miles de ellos fueron llenando una enorme sala del Convention Center. Se tomaron selfies con dos de los halcones de inmigración locales, la exgobernadora Jan Brewer y el sheriff del condado de Maricopa Joe Arpaio.
"Necesitamos a un buen negociante en la presidencia y él lo es", decía Elia Daniel antes del evento sobre la reunión con Peña Nieto.
Trump llegaba a este discurso cuestionado por su indecisión y falta de claridad en materia migratoria. En su círculo algunos le aconsejaban que contentara a los republicanos moderados y a los hispanos, pero mientras que el encuentro con Peña Nieto puede ser interpretado como un gesto hacia ellos, el discurso de Phoenix es claramente el triunfo del sector más radical.
Incapaz de remontar en los sondeos, Trump necesitaba un golpe de efecto antes de que la campaña entre en una nueva fase tras el Día del Trabajo del próximo lunes. Su discurso en el último día de agosto dominará probablemente la conversación en la entrada en el fin de semana largo. Si su nuevo giro le devuelve vida lo mostrarán las encuestas en unos días.
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