Francheska y Erlinda, una unión histórica en Venezuela
CARACAS, Venezuela - El lunes 13 de junio de 2016 a las 8:40 de la mañana, el registrador del municipio Chacao en Caracas expidió un “acta de unión estable de hecho” a Francheska y Erlinda, según copia de un documento obtenida por Univision Noticias. Ellas acababan de entrar, después de mucho intentarlo, por la puerta del concubinato, el primero entre dos mujeres del que se tiene noticia en Venezuela.
“Teníamos años intentándolo, ya que siempre tuvimos planeado tener un chamo (un hijo). Dejamos de insistir por las burlas, en registros y notarías se burlan de uno. Dejé de insistir por la discriminación”, dice Francheska, que nació como hombre y aún no ha logrado realizar la transición completa para ser mujer, pese a que es lo que se siente.
Ahora no solo han cumplido su sueño de estar unidas legalmente sino que en pocas semanas Erlinda dará a luz al primer hijo de la pareja.
El concubinato entre ambas es un paso firme en la especie de “revolución sexual” que se ha originado en los últimos años en Venezuela por la que la comunidad sexodiversa cada vez más visible ante la sociedad.
Uno de esos hitos fue la elección en diciembre pasado de la primera diputada transgénero de América Latina, Tamara Adrián. Precisamente en la Asamblea Nacional se promueve por primera vez una iniciativa para crear una ley que permita el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Sin embargo, aún son muchos los obstáculos concretos para que esta comunidad pueda ejercer plenamente sus derechos.
Y si de algo sabe esta pareja de recién casadas es de trabas y obstáculos. Francheska es de Antimano, una parroquia popular en el oeste de Caracas no muy lejos de El Valle, donde nació Erlinda Zambrano, otra parroquia popular también en el oeste. Pero en esta zona ubicada en el municipio Libertador donde nacieron, las discriminaron. “No nos dejaron unirnos”.
En el este de la capital tampoco las querían en un principio. Los que les negaban unirse en concubinato, en su mayoría autoridades municipales y parroquiales esgrimían, indicó Francheska, el hecho de que “mi apariencia física es de mujer, que es lo que soy”.
“Nos dijeron que no, que dos mujeres no se podían casar”, explicó Francheska. “Inclusive la propia Erlinda argumentaba que mi cédula de identidad es de hombre. Nos decían, no, no y no. Ellos objetaban la apariencia física, se agarraban de ahí. Y eso es parte de la discriminación, de la falta de conciencia y de no reconocer que existe un tercer sexo”.
Pero la pareja ganó: finalmente obtuvieron el concubinato. Aunque el documento entregado por la municipalidad esté escrito “Jesús Romero”, Francheska y Erlinda lograron unirse luego de seis años de relación.
“Les han negado sus derechos a otras parejas, a otros transgéneros. Lo que les puedo decir es esto: el que persevera alcanza. La comunidad sexodiversa estaba guardada, aislada, ahora con este boom de yo unirme con ella, se ha hecho público que existe un tercer sexo, que tenemos que aceptarnos y respetarnos”, dice Francheska.
Ella es mujer. Así se siente aunque no haya hecho la transición completa, algo que quiere hacer en algún momento. Y Erlinda es mujer también y aunque asegura que no le gustan los hombres, el amor se inmiscuyó.
-¿Cómo una mujer a la que le gustan las mujeres termina embarazada, “por la vía tradicional”, con una persona que sigue siendo hombre pero con apariencia femenina?
Erlinda lo piensa un poco, y responde pausadamente, ella es callada y algo tímida. Cuando ella habla, hasta Francheska hace silencio.
“Al principio éramos amigas. Yo trabajaba en un hotel y ella se hospedaba allí. De ahí salió una amistad muy grande y luego, bueno, nació el amor”, dice Erlinda, con sus ocho meses a cuestas.
Francheska está cansada de que le pregunten siempre lo mismo, sobre por qué escogió la pareja que escogió, pero, una vez más, lo explica.
“Siempre me preguntan, por qué si tú eras hombre y te metiste a trans porque no querías ser hombre, vas a terminar con una mujer”, dice un poco molesta. ¿Y por qué fue?, se le vuelve a preguntar.
“Su trato”, responde Francheska mirando a Erlinda, “su personalidad. Es tremenda persona”.
Francheska y Erlilnda también tienen problemas comunes a cualquier pareja venezolana que espera un hijo: no se consigue fórmula para alimentar bebés ni pañales.
“Tenemos poco. Nos hace falta leche. Es fuerte, solamente pensar en eso me da dolor de cabeza”, afirma Francheska y su rostro se ensombrece por primera vez durante toda la entrevista.
Pero, según relata Francheska, Erlinda siempre consigue lo que quiere: “Ella es muy terca, muy guerrera. Salimos el jueves a ver qué conseguíamos y no compramos nada. Cuando nazca el bebé veremos qué hacemos”.
Ahora quieren hacer como otras parejas: pasar del concubinato al matrimonio, aunque la ley aún no se ha aprobado en el parlamento venezolano. “Si se aprueba una ley específica para el matrimonio entre dos personas del mismo sexo, yo quiero ser la primera”, asegura Francheska.
Para Tamara Adrián, la primera diputada transgénero en la historia de Venezuela, l a lucha de Francheska y Erlinda es una continuación de otras luchas anteriores, aunque a algunos les parezca novedosa.
“Hasta principios del siglo XX la mujer no tenía derecho al voto. Ahí, cuando se obtiene, se produce un cambio radical. Todo eso era impensable a comienzos del siglo XX. Y ahora está pasando con la comunidad LGBT (Lesbiana, Gay, Bisexual y Transgénero). Es la misma lucha”, señala Adrián.
La diputada dice que Francheska “no tiene que hacer la transición completa para que se le reconozca su identidad de género, esto se puede hacer sin intervención genital”.
Y no lo dice solo como profesora de leyes en una universidad de Caracas, sino porque sufre en carne propia un problema similar al de Francheska: en su cédula de identidad, el documento que identifica legalmente al venezolano, todavía aparece como Tomás Adrián. Hace unos días quiso comprar un producto regulado en un comercio y se le negó su venta, con el argumento de que su aspecto no correspondía al hombre que aparecía en la cédula.
La diputada opositora lamenta que pese a que los gobiernos chavistas han hablado mucho de los derechos de las minorías, y de acabar con la exclusión de ciertos grupos, no se han ejecutado acciones concretas para visibilizar a la comunidad LGBT y para crear conciencia, respeto y tolerancia. “Desde 1998 no ha habido casos oficiales de reconocimiento”, afirma Adrián. “Venezuela es un país dominado por fuerzas retrógradas”.
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