Un pleito entre familias ligadas a pandillas rivales: la nueva teoría detrás de la masacre al “estilo del narco” en California
Una vieja enemistad entre dos familias que vivían en el mismo barrio en California, cada una vinculada a pandillas antagónicas, sería el motivo de la matanza “al estilo de un cartel” de seis personas, incluyendo una madre de 16 años y su bebé, según una investigación del diario Los Angeles Times.
Este caso ha dado un nuevo giro. En un principio se pensó que un cartel había enviado “un mensaje” al ejecutar a seis integrantes de la familia Parraz. Sin embargo, más tarde detectives lo descartaron y se enfocaron en una pandilla que opera en la región, los Norteños. Ahora surge esta nueva teoría: que no sería una represalia por alguna actividad criminal, sino una riña de vecinos con antecedentes penales.
En un artículo del Times se menciona que uno de los sospechosos detenidos hace unos días, Ángel Uriarte, es parte de la familia Anala, que a lo largo de los años ha estado en pleito con los Parraz. Eso incluye tiroteos, ataques violentos y amenazas.
Ciertos de la familia Anala, entre ellos Uriarte, están afiliados a los Norteños; mientras que algunos Parraz son parte de la pandilla rival Sureños.
Ellos viven en el mismo barrio en Goshen, una zona en disputa entre bandas callejeras.
Anteriormente el límite geográfico entre Sureños y Norteños era Bakersfield, pero en años recientes los Sureños avanzaron hacia el norte y ya tienen células en San Francisco. Se identifican con el número 13 y están regidos bajo las normas de la banda carcelaria Mafia Mexicana.
Los Norteños, por su parte, usan el número 14 y son gobernados por el grupo llamado Nuestra Familia.
La enemistad entre estas familias comenzó hace una década, cuando un Parraz disparó contra la casa de la matriarca de los Anala. Luego, tres de los Anala fueron encarcelados por atacar a un Parraz, describe la investigación del Times.
Con un largo historial “de violencia armada”
A principios de febrero, cuando se anunció el arresto de Ángel Uriarte, de 35 años, y otro ‘norteño’, Noah Beard, de 25, el alguacil del condado Tulare indicó que estas familias tenían antecedentes penales.
“Los sospechosos y las víctimas tienen un largo historial de violencia armada, muy activos en uso de armas, violencia de pandillas, violencia armada y tráfico de narcóticos”, dijo el alguacil Mike Boudreaux.
Las autoridades habían elevado la recompensa de 10,000 a 30,100 dólares para quien proporcionara información que llevara a la captura de estos sospechosos.
Lo que hasta ahora no está claro es cuál fue el detonante para que Uriarte y Beard irrumpieran en la casa de los Paraz y mataran con saña a seis personas.
El alguacil describe una escena espeluznante, en la que una adolescente de 16 años, Alissa Parraz, trató de escapar lanzando a su bebé de 10 meses, Nycholas, por una cerca. Pero no lo lograron. Cuando la policía llegó al sitio los encontró con un tiro de gracia.
Tres días antes de que asesinaran al bebé Nycholas su madre había recuperado su custodia. El Departamento de Servicios Infantiles del Tulare lo tomó bajo su cuidado en el hospital donde nació, al considerar que la adolescente no podía tenerlo. Un tiempo estuvo en un hogar de crianza.
Atrapar a Uriarte no fue fácil. Él se enfrascó en una balacera con agentes de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de fuego y Explosivos (ATF) y resultó herido.
Cómo fue la masacre
Los seis asesinatos ocurrieron alrededor de las 4:00 am del pasado 16 de enero en una propiedad con casas rodantes.
Las otras víctimas son Rosa Parraz, de 72 años; Marcos Parraz, de 19; Eladio Parraz, de 52; y Jennifer Analla, de 50. Rosa Parraz era la bisabuela del bebé Nicolás. Tres personas sobrevivieron a la masacre.
"Esta fue una ejecución al estilo de un cartel”, describió Boudreaux después de la masacre. “Las seis víctimas fueron baleadas".
Trece días antes de las ejecuciones, el 3 de enero, cuatro agentes del alguacil fueron a la casa móvil de Martin Parraz, junto a la vivienda donde ocurrió el tiroteo. Acudieron por su libertad condicional, ya que había cumplido una condena de cinco años de prisión por golpear a un recluso en la cárcel de Tulare.
En la propiedad encontraron metanfetamina, una pipa, un chaleco antibalas, así como un rifle, una escopeta y una pistola que estaban ocultos debajo de un colchón.
Por estos decomisos, Eladio Parraz, una de las víctimas, enfrentó cargos relacionados con drogas y armas. Él salió libre tras pagar una fianza de 60,000 dólares.
Hace dos semanas, los detectives descartaron definitivamente que una organización dedica al tráfico de drogas estuviera directamente involucrado en estos crímenes. En esa región hay operadores de los carteles más grandes de México: el de Jalisco y el de Sinaloa. Estos grupos hacen tratos con pandilleros para que distribuyan droga a nivel local.