Parkland: cuando la tragedia de los tiroteos golpea a una comunidad idílica
PARKLAND, Florida-. Gerardo Velasco sabía lo que buscaba en una ciudad: campos de béisbol y seguridad. Lo del béisbol es por su hijo de 15 años, que quiere ser pelotero profesional. Y la seguridad, dice que es porque creció en Nezahualcoyotl, en la periferia de la capital mexicana: “En algún momento fue considerada la más pobre del mundo y la más peligrosa de México”. No quiere que ni él ni su familia pasen por una vida como la que él vivió.
Desconocida para la mayoría de los estadounidenses, Parkland es una ciudad en los suburbios al noroeste de Fort Lauderdale. Sus 31,000 habitantes son en su mayoría blancos y de clase media y alta. Los latinos representan apenas un 13% de su población y el ingreso por hogar es de 107,127 dólares en los dos códigos postales que componen la ciudad. A modo de comparación, en EEUU el ingreso por hogar es de 59,039 dólares y en el condado de Broward es de 52,954 dólares.
“Parkland es una comunidad de sueño, altamente próspera y principalmente residencial”, dice Michael Udine, exalcalde de la ciudad y hoy comisionado del condado de Broward. “Casi toda su vida gira en torno a sus escuelas, espacios abiertos y campos. Es uno de los mejores lugares para vivir en Broward”, añade.
De hecho, algunos rankings han llegado a decir que es una de las ciudades más seguras de EEUU, con un índice de 0.6 crímenes violentos por cada 1,000 residentes (el promedio de Florida es 4.3). “Por todo eso, esto (el tiroteo de este miércoles en su secundaria) es especialmente impactante para la comunidad”, explica Udine.
La ciudad comenzó a desarrollarse luego de la devastación que dejó el huracán Andrew, cuando muchas familias de clase media y alta decidieron reconstruir sus vidas en un lugar que les permitía construir casas más grandes. En esta zona, al borde de los Everglades, se comenzaron a desarrollar proyectos inmobiliarios amplios, muchas veces cerrados al público general con casetas de seguridad, campos de golf, lagunas y fuentes de agua. Y, en el medio de este apacible y extendido suburbio clásico, un lugar se transformó en el centro de la comunidad: la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas.
“Yo nunca vi una pistola”
“No había mucho que hacer, así que todo giraba en torno a la escuela”, dice Evan Altshuler, un exalumno de esta secundaria, de 30 años. “Debido a que era una escuela tan grande, tenía mucha vida alrededor de ella. Hay clubes de todo tipo. Los juegos de fútbol y los bailes eran muy importantes”. Y, por cierto, es una escuela de altísima calidad académica a pesar de sus más de 3,000 estudiantes.
“¡Y casi no hay bullying! Es algo muy raro”, dice Mayelli Holland, en la mitad del parque donde la comunidad escolar se reunió este jueves en una vigilia para recordar a los 17 fallecidos del tiroteo de este miércoles. Está ahí acompañando a su hija y a sus compañeros. A su alrededor sobran los abrazos y las lágrimas. “Acá están muy pendientes de los estudiantes. Llaman a los padres si alguien se ausenta y hacen seguimiento si a tu hijo le va mal”, subraya.
Por eso llama aún más la atención lo sucedido. De hecho, a pesar de estar en un estado tan amante de las armas como Florida, la zona es más bien demócrata. “Yo siempre pensé que nosotros éramos el epítome de la cultura suburbana liberal de los noventa”, comenta Evan Altshuler. “Nos preocupábamos de los Everglades y de los manatíes. Nunca hemos sido una zona de armas. Yo nunca vi una pistola”.
De acuerdo a una encuesta del Centro de Investigación Pew, las zonas suburbanas parecen ser las más lejanas a la violencia de las armas. Mientras en las ciudades un 59% de la gente dice conocer a alguien que haya sido herido de bala y en el campo la cifra es de 53%, en los suburbios la cantidad baja a un 44%. Y un 60% de los encuestados dice ver a los dueños de armas de manera positiva (en el campo la cifra es de 79%; en la ciudad es de 47%).
A pesar de todo esto, la epidemia de tiroteos que vive Estados Unidos aquí no discriminó. Y las autoridades locales están pidiendo que haya una “conversación sobre leyes de control de armas”, como dijo el superintendente de Educación del condado de Broward, donde está Parkland.
“Como ciudad, somos una comunidad que solo quiere proteger a sus niños”, dice el comisionado Udine, quien también es padre de la escuela. “Y necesitamos hacer lo que sea para protegerlos, aunque esto implique más restricciones”. En contraste, el presidente Trump mantuvo sus comentarios centrados en el tema de la salud mental y no en las políticas respecto al control de armas.
Este jueves, Parkland comenzaba a buscar caminos para manejar su duelo. En el parque Pine Trails, entre velas, los asistentes recibían apoyo psicológico, conversaban y se apoyaban unos a otros, a la espera de una vigilia. En su trabajo, a la distancia, Gerardo Velasco se preguntaba si esa ciudad que consideraba un paraíso seguirá siendo su hogar.
“Creo que sí nos vamos a quedar más tiempo acá”, dice. “Esto no será fácil, no será un chiste, pero tenemos que seguir adelante”, concluye.