Los parques y las bicicletas fueron clave después del terremoto de la Ciudad de México

Segundos después del poderoso terremoto que sacudió la Ciudad de México el 19 de septiembre, se cayó la red de telefonía móvil. Los semáforos dejaron de funcionar cuando falló la electricidad, y las calles de la ciudad se convirtieron en un gigantesco embotellamiento. En unos pocos minutos frenéticos, millones de personas huyeron de los edificios hacia los espacios públicos, sin más medio de comunicación que la red wi-fi.
Tras el terremoto, la calidad de la infraestructura pública de la ciudad pasó a ser de suprema importancia para sus ciudadanos y, en algunos casos, incluso, una cuestión de vida o muerte.
Después de un desastre, "la diferencia entre la acera y el pavimento desaparece y la gente empieza a caminar por todas partes", dice Jesús Iglesias, ingeniero civil que investigó el impacto sísmico del gran terremoto de 1985 sobre los edificios de la Ciudad de México. Dice que las personas instintivamente evitan los edificios después de los terremotos —preocupadas por que los vidrios, las piedras o los adornos se desplomen— y se reúnen en la calle.
Aún así, "ir a pie no es una buena manera de trasladarse en una zona afectada por un desastre", afirma Iván de la Lanza, director de movilidad de peatones y bicicletas del World Resources Institute de México. "La mejor opción es la bicicleta".
En la prisa por llegar a algún lugar después del terremoto, las bicicletas y las motocicletas surgieron como la opción más segura, rápida y eficaz, algo que ya habían ejemplificado los voluntarios que estaban apoyando a recoletar donaciones para el terremoto de Oaxaca. Con las bicis se puede avanzar entre los escombros y el tráfico con relativa facilidad. Este medio de transporte desempeñó tres funciones básicas en la respuesta al desastre: primero como una opción de movilidad para trasladarse por las calles obstruidas sin contribuir al caos vehicular, luego como vehículos para el envío de medicamentos y otros suministros ligeros y, finalmente, como una forma de supervisar las zonas muy dañadas antes de darles entrada a vehículos de mayor tamaño.
Puesto que el sistema de bicicletas compartidas de la ciudad no funciona de forma totalmente independiente de la red eléctrica, muchas de las estaciones de bicicletas compartidas de Ecobici tuvieron problemas inmediatamente después de la catástrofe. Otras estaciones sí tenían electricidad; algunas funcionan con celdas solares y baterías. La evidencia anecdótica sugiere que muchas personas usaron las bicicletas disponibles.
El sistema de metro de la Ciudad de México perdió cinco de sus 13 líneas debido a la falta de electricidad, haciendo al Metrobús –las líneas de autobuses de tránsito rápido (BTR) de la ciudad– la única opción de transporte aparte de caminar o trasladarse en bicicleta en muchas partes de la megalópolis. El sistema de Metrobús siguió funcionando a un 70% de su capacidad la primera tarde y noche después del terremoto, según Jesús Padilla, gerente general de CISA, que opera la Línea 1 de este sistema.
"Los carriles exclusivos del Metrobús eran la única forma para que nuestros servicios de ambulancia se trasladaran por la Ciudad de México tras el terremoto", dijo el paramédico Rodrigo de Lara mientras esperaba en la noche en una ambulancia fuera del Hospital General de México tras el terremoto.
También muchos de los parques públicos y plazas llegaron a desempeñar un papel principal en la recuperación. Al igual que en 1985, cuando la plaza del Monumento de la Revolución de la Ciudad de México se convirtió en el principal centro para las actividades de socorro, estos espacios funcionan como un primer refugio para las personas que huyen de los edificios dañados y como centros para organizar los esfuerzos de rescate.
En los parques México y Pushkin, donde las grandes superficies pavimentadas contribuyeron a facilitar la respuesta ante el terremoto en los vecindarios cercanos, se han recolectado palas, alimentos y medicinas. Cuando los autos ya pudieron circular por las calles, iban a los parques a entregar suministros y los ciclistas los distribuían. Muy pronto surgieron dentro de los parques centros para encontrar mascotas perdidas, de asistencia psiquiátrica y para el cuidado de niños. Los residentes locales donaron materiales de rescate y provisiones de alimentos para los voluntarios.
"La capacidad para alojar diferentes personas con diferentes [necesidades] en sí es una de las características de un buen parque", dice Paul van der Voort, cofundador de la oficina de arquitectura y urbanismo de la Ciudad de México DafDF. " En un desastre se puede ver que la multifuncionalidad de los parques y los espacios públicos se torna aun más importante, ya que el desastre crea necesidades radicalmente diferentes que tienen que resolverse en el espacio público. La respuesta social ante un desastre también depende de que la gente se conozca de antemano, y esto es más fácil en lugares con parques y plazas bien diseñados".
Después de un desastre, una ciudad tiene la oportunidad de redefinir sus prioridades. El terremoto del 19 de septiembre le recordó a la Ciudad de México el papel crucial que juega el espacio público tras una catástrofe. Los carriles de Metrobús y los programas de uso compartido de bicicletas no son sólo formas progresistas de reducir la contaminación y el tráfico; son fundamentales para la capacidad de una ciudad de respuesta a los desastres. Los parques y las plazas resultaron ser no sólo instalaciones públicas agradables, sino importantes válvulas de seguridad. La resistencia de esta megaciudad ante este terremoto se basa en los esfuerzos públicos en los espacios públicos y esto debería guiar la planificación urbana en el futuro.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.