Los ‘pantanos alimentarios’: el verdadero problema de EEUU al luchar contra la obesidad

La expresión ‘desierto alimentario’ remite a la imagen de un ciudadano abandonado, vagando por un paisaje yermo durante millas y millas para alcanzar el mercado de alimentos frescos más próximo (en realidad, la definición se refiere a zonas donde hay más de una milla de distancia respecto a comida fresca).
Llenar de frutas y verduras estos ‘páramos’ de tiendas de alimentos es una de las metas de los activistas de la nutrición sana, pero la idea se ha tornado algo controversial después de que recientes estudios hallaron que la distancia al mercado más cercano no guarda correlación con el índice de obesidad de una región (en todo caso, analizándolo desde el punto de vista de la nutrición, otros estudios han mostrado lo contrario).
Hoy día, nuevas investigaciones sugieren que los desiertos alimentarios podrían no ser culpables –o, al menos, no los únicos culpables– de la alta prevalencia de la obesidad en ciertas regiones. En cambio, la responsabilidad podría recaer en la abundancia de puestos de comida rápida, algo que los expertos han bautizado como ‘pantanos alimentarios’.
Además de no contar con establecimientos donde comprar alimentos de verdad, estos últimos lugares están rebosantes de opciones nada saludables como, por ejemplo, de tiendas de conveniencia (como las de las gasolineras) o restaurantes de comida chatarra.
Para un estudio publicado en noviembre en la Revista Internacional de Investigación Ambiental y Salud Pública, autores del Centro Rudd para la Política Alimentaria y la Obesidad, de la Universidad de Connecticut, compararon los índices de obesidad de los condados estadounidenses con su dotación de restaurantes de comida rápida y tiendas de conveniencia, así como con su cuota de supermercados y tiendas de alimentos (en otras palabras, su nivel de abundancia alimentaria).
Resultó que en los ‘pantanos alimentarios’ había una sola opción saludable de comida por cada cuatro no saludables. Los lugares de gran concentración de comida rápida fueron un claro indicador de los altos índices de obesidad, incluso más que los propios ‘desiertos alimentarios’. La relación entre los pantanos alimentarios y la obesidad era especialmente fuerte en áreas donde escaseaban tanto los autos personales como el al transporte público.
De modo semejante, en 2011 un estudio longitudinal (es decir, que analiza al mismo grupo de gente por determinado tiempo) descubrió que los supermercados cercanos no mejoraban las dietas de las personas en general. Sin embargo, estos mismos sujetos –hombres de bajos en ingresos en particular– sí ingerían más comida rápida cuando tenían estas opciones cerca.
Los restaurantes de comida rápida son más frecuentes en zonas donde viven muchas personas de color. Los afroestadounidenses y los latinos también acusan mayores índices de obesidad que los blancos y esta investigación indica que estas dos últimas tendencias pudieran estar relacionadas.
Como solución para el futuro, los autores del estudio sobre las aglomeraciones de comida chatarra dejan entrever que los condados pudieran introducir restricciones de zonificación y reducir el número de puestos de comida rápida incrementando al mismo tiempo los mercados de alimentos con frutas y verduras. Pero esto debería hacerse con cuidado: en Los Ángeles, en 2008, prohibieron nuevos restaurantes de comida rápida en zonas de la ciudad marcadas por los bajos ingresos, pero la medida fue un fracaso, ya que las tasas de obesidad siguieron subiendo. Esto no significó la llegada de restaurantes saludables y, como la norma solo se enfocaba en los restaurantes independientes, los establecimientos de centros comerciales quedaron más libres de ‘tentar’ a la gente con todas las papas fritas y hamburguesas a la venta que quisieran.
Si algo deja en claro la investigación en torno a los ‘desiertos alimentarios’ es que no hay remedio universal para combatir las desigualdades de salud. El entorno alimentario, eso sí, puede contribuir a la mala calidad de la salud, como lo evidencian estos pantanos alimentarios, repletos de comida grasosa. Pero modificar este entorno no revertirá, al menos no inmediatamente, los problemas en la calidad de vida en una comunidad.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.