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Cómo la inmigración latina influye en los homicidios en una ciudad

La "nueva era" de represión draconiana que Jeff Sessions acaba de anunciar se basa en suposiciones erróneas sobre la criminalidad y la inmigración.
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13 Abr 2017 – 06:32 PM EDT
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Agentes del Servicio de Inmigración y Aduanas tocan a la puerta de una vivienda durante un operativo migratorio. Crédito: Getty Images

Esta semana, la guerra contra los inmigrantes en EEUU acaba de instensificarse con los nuevos órdenes y anuncios del fiscal general sobre los indocumentados. Es lo último en una larga lista de acciones que muestran la determinación de la istración de Donald Trump a criminalizar a los inmigrantes. El modus operandis de aquí es familiar: crear un sistema que clasifique a grupos enteros de personas como delincuentes habituales para justificar sancionarlos desproporcionadamente y negarles sus derechos. Es un sistema basado en la viciada –y francamente racista– generalización de que algunos inmigrantes representan una abrumadora amenaza a la seguridad pública.

Por lo tanto, echemos un vistazo a esa hipótesis. ¿Un mayor número de inmigrantes provoca más delincuencia? Como hemos explicado antes, las investigaciones generalmente dicen que no. Los inmigrantes revitalizan las áreas donde se asientan, fortalecen las instituciones comunitarias y mejoran la cohesión social, todo lo cual contribuye a reducir la delincuencia. Sin embargo, un par de estudios recientes le han dado un giro inesperado al asunto: el lugar importa. En los nuevos destinos, como Carolina del Norte y Nebraska, donde la infraestructura social está menos desarrollada para los inmigrantes, la relación entre los inmigrantes y la delincuencia puede ser positiva. Especialmente al principio, la inmigración puede aumentar las tensiones entre los inmigrantes y las comunidades nativas, y desencadenar un aumento en la delincuencia. Las consecuencias de ese impacto negativo suelen sufrirlas las comunidades de color, porque viven más cerca y son las que más compiten por empleos con los inmigrantes.

Pero un nuevo análisis longitudinal, realizado por el sociólogo de la Universidad de Purdue Michael T. Light, contradice esas conclusiones. A diferencia de los estudios transversales, que proporcionan imágenes instantáneas de la relación en el tiempo, Light adopta una perspectiva a largo plazo. Analiza los registros de defunción de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades entre 1990 y 2010, para comprobar cómo el aumento de la inmigración latina –legal e ilegal– influye en los homicidios. Su gran hallazgo: "[L]a asociación entre la violencia y la inmigración es negativa para los blancos, los afroestadounidenses y los hispanos por igual, aunque los efectos son más pronunciados para las minorías". Probablemente por el hecho de que viven más cerca, otras comunidades de color se benefician aún más, cuando los inmigrantes se trasladan a las cercanías. En segundo lugar, esta relación es verdadera independientemente del lugar a donde se trasladen los inmigrantes, tanto a corto como a largo plazo. Según el informe:

No hay pruebas de que la inmigración latina haya aumentado la victimización causada por los homicidios para blancos, afroestadounidenses o hispanos en destinos establecidos o no tradicionales de inmigrantes.

Para llevar este hallazgo a su fin lógico: tomar medidas contra los latinos no mejora la seguridad de nadie. Y sin embargo, la actual istración ha tomado diversas medidas que promueven el enfoque opuesto. Como candidato, Trump célebremente reflexionó, "Cuando México envía a su gente, no está enviando a los mejores... Están trayendo drogas. Están trayendo crimen. Son violadores. Y algunos asumo que son buenas personas." Como presidente, muchas de las medidas ya adoptadas por su gobierno promueven aun más esa percepción. En su discurso en la sesión conjunta del congreso en febrero, Trump le pidió a su Departamento de Seguridad Nacional que creara una oficina enfocada en las víctimas de la delincuencia cometida por inmigrantes, por ejemplo. (Singularizar los crímenes de un grupo sobre los demás tiene una larga y problemática historia. Más atrás, en enero, firmó una orden ejecutiva pidiendo una lista pública de "actos criminales" cometidos por no ciudadanos.

La primera versión de esta lista salió poco después, desafiando a las jurisdicciones que no habían cooperado con la aplicación de la ley federal en la detención de los inmigrantes listados considerados deportables. ( Entre otros problemas, más de la mitad de los casos que se mencionan en esta lista tenían cargos pendientes, no condenas. La lista ya ha sido suspendida debido a las imprecisiones). Y, finalmente, las órdenes ejecutivas del presidente dejan claro que cualquier persona sin documentos es una prioridad para la deportación: un alejamiento, al menos sobre el papel, de las políticas de su predecesor.

En un punto, la istración también estaba considerando la posibilidad de deportar los inmigrantes legales por usar beneficios públicos, y hacer que sus familias reembolsaran al gobierno por el uso. Dara Lind de Vox analizó ese memorandum filtrado del proyecto:

Esto es draconiano. Busca sancionar no sólo a los inmigrantes legales en Estados Unidos y a sus familias, sino también a sus familiares estadounidenses. Es un reflejo de una cosmovisión en la cual cualquier beneficio que un inmigrante obtiene del gobierno es, en cierto modo, un robo de dinero de los impuestos estadounidenses, y castiga a los inmigrantes como ladrones en consecuencia.

Por supuesto, el mito de que los inmigrantes son " reinas del bienestar" y criminales no comenzó con Trump, ha persistido durante décadas, o quizás más, y definió las políticas tanto de gobiernos liberales como conservadores. Al mismo tiempo, se les presta poca atención a las políticas de inmigración que han contribuido a la explosión de la inmigración ilegal, y a las leyes que cada vez más han convertido delitos civiles de inmigración en delitos graves. En ese contexto, la era de Trump sólo está siguiendo una larga tradición.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.

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