Mucho mejor que un muro: la propuesta de construir parques alrededor de la frontera

Estados Unidos y México han compartido su actual frontera internacional durante casi 170 años. Hoy cooperan a varios niveles sobre cuestiones que afectan la región fronteriza, aunque usted ni se dé cuenta a juzgar por la retórica divisionista que escuchamos en ambos países. El enfoque del presidente Trump en la construcción de un muro fronterizo amenaza con socavar muchas iniciativas binacionales, así como nuestro entorno natural compartido.
Como investigador de la planificación y el diseño urbano en la región fronteriza, he trabajado con comunidades en ambos países para restablecer entornos urbanos y naturales deteriorados. Veo un gran potencial para la infraestructura ecológica: proyectos que utilizan los sistemas naturales vivos para ofrecer beneficios a las personas y al medio ambiente local. Este enfoque puede ayudar a mitigar la contaminación del aire y el agua, restaurar los suelos y los hábitats y regenerar las comunidades vegetales, animales y humanas.
También veo una oportunidad para que México y Estados Unidos trabajen juntos a una escala mucho mayor. En lugar de gastar miles de millones de dólares en un muro, aquí ofrezco una visión alternativa: regenerar el Río Bravo, que constituye más de la mitad de la frontera, para formar el núcleo de un parque binacional que exhiba nuestro espectacular paisaje compartido.
Hoy, el volumen del río está disminuyendo a causa del cambio climático y a la desviación del agua para usos agrícolas y municipales. Está contaminado con fertilizantes y aguas negras, y ha perdido al menos siete especies nativas de peces. Su restauración beneficiaría enormemente la fauna, la agricultura, la recreación y las comunidades a ambos lados.
La necesitada ecología de la frontera
México y Estados Unidos han firmado numerosos acuerdos que regulan la frontera, comenzando con el Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848. En 1944, crearon la Comisión Internacional de Límites y Aguas para istrar los suministros de agua, la calidad del agua y el control de inundaciones en la región fronteriza.
Los problemas ambientales que afectan a las comunidades fronterizas incluyen el vertido de aguas residuales, la contaminación con agroquímicos y las inundaciones. La pérdida de hábitat ribereño —las exuberantes zonas verdes a lo largo de las riberas de los ríos— ha reducido la sombra y el enfriamiento natural en los tramos urbanos del río.
Tras reconocer estos problemas, Estados Unidos y México establecieron la Comisión de Cooperación Ecológica Fronteriza en un pacto complementario al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Esta organización financia programas ambientales propuestos por las comunidades y los gobiernos locales en una franja de 400 kilómetros de ancho a lo largo de la frontera. El programa Frontera 2020 de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) también proporciona donaciones que se enfocan en los problemas ambientales en Estados Unidos y México.
Ecologización de la infraestructura a lo largo de la frontera
He coordinado talleres de diseño colaborativo aplicado en los que los estudiantes trabajan con las autoridades de planificación locales y estatales para abordar problemas tales como las inundaciones y la falta de espacio público accesible de alta calidad. Estos proyectos pretenden mejorar los sistemas de infraestructura urbana de forma que aumenten los servicios de los ecosistemas, tales como el mejoramiento de la calidad del agua.
Por ejemplo, como parte de Frontera 2012 (precedente de Frontera 2020), la EPA proporcionó fondos a un programa piloto para construir estanques de prevención de inundaciones en la ciudad de Nogales, México, una ciudad hermana de la ciudad de Nogales, Arizona. Las autoridades de la ciudad quisieron evaluar si los estanques también podrían servir como instalaciones de espacio público. Conjuntamente con los estudiantes de la Universidad del Estado de Arizona, mi colega Francisco Lara Valencia y yo elaboramos un informe para las autoridades de planificación local. En él, propusimos la creación de una red de espacios verdes conectados para absorber las aguas pluviales y crear tierras de parque, trayendo así la naturaleza a la ciudad. Al hacerlo, la EPA y las autoridades mexicanas podrían tener un impacto ambiental positivo en ambas ciudades.
Arriba: El Río Bravo en la zona oriental de Ciudad Juárez actualmente. Los turistas fotografían los obstáculos fronterizos del lado estadounidense. Abajo: el mismo sitio representado 10 años a partir de ahora. Los turistas fotografían la fauna y un río vivo. Gabriel Diaz Montemayor, CC BY-ND
También trabajé con los estudiantes de la Universidad de Texas en Austin para crear un plan maestro para un corredor verde para la ciudad de Hermosillo, Sonora en 2015. Los corredores verdes usualmente se sitúan a lo largo de vías fluviales naturales o artificiales para absorber las aguas pluviales y ofrecen lugares para la recreación. Ahora la ciudad está lanzando un plan estratégico que incorpora estos conceptos.
En el curso 2015-2016, en la Universidad de Texas en Austin, desarrollamos una estrategia de planificación y diseño urbanos para las ciudades fronterizas del estado de Tamaulipas que se espera que se vean afectadas por la producción de petróleo y gas como resultado de las recientes reformas en el sector energético de México. Nuestra localidad de estudio es Ciudad Miguel Alemán, una ciudad fronteriza hermanada con Roma, Texas, separadas solamente por el ancho del Río Bravo.
El plan y los diseños proponen aprovechar la construcción de infraestructura para los campos de producción de petróleo y gas para incluir estanques de retención y filtración, y corredores verdes, que servirán como espacios públicos de alta calidad y mitigarán los riesgos de inundación. También contempla la creación de reservas naturales y zonas de recreo en el lado mexicano del río, un reflejo de las zonas existentes en el lado estadounidense.
Un parque fronterizo internacional
Una visión ecológica de la región fronteriza ampliaría el enfoque específico de esta ciudad hermana y lo convertiría en una iniciativa de ecología y planificación urbana a gran escala. Esta iniciativa podría integrar calles, parques, industrias, ciudades, pueblos, arroyos y otros afluentes, agricultura y campos de fracking a lo largo de las 182,000 millas cuadradas que abarca la cuenca del Río Bravo.
Un posible punto de partida sería restablecer zonas ribereñas a lo largo del río en la metrópolis binacional de Ciudad Juárez, en México, y El Paso, Texas, rediseñando el canal existente. Recrear el hábitat natural de ambos lados del río refrescaría y limpiaría el aire y ofrecería atractivos espacios públicos.
Pero ¿por qué detenerse allí? Conforme el Río Bravo avanza hacia el Golfo de México, atraviesa paisajes remotos increíblemente valiosos y hermosos, incluyendo el Parque Nacional Big Bend en Texas y el Cañon de Santa Elena, y las reservas de Ocampo y Maderas del Carmen en México. Viajar a lo largo del río puede convertirse en un viaje comparable a hacer senderismo en el Sendero de los Apalaches, con oportunidades de ver la recuperación de las áreas naturales y la vida silvestre y aprender de dos de las culturas más ricas del mundo.
Juntas, estas zonas forman un vasto parque natural, potencialmente binacional, que podría istrarse cooperativamente, de forma muy semejante al Parque Internacional de la Paz Waterton-Glacier en la frontera entre Estados Unidos y Canadá. De hecho, activistas a ambos lados de la frontera han perseguido esta visión por más de 80 años. Cuando funcionarios de Texas propusieron la creación del Parque Nacional Big Bend en la década de 1930, previeron un parque internacional. En 1944, el presidente Franklin Roosevelt le escribió al presidente mexicano Manuel Ávila Camacho para hablar al respecto. "No creo que esta iniciativa en Big Bend [establecimiento del Parque Nacional de Big Bend] esté completa hasta que el área total del parque en esta región a ambos lados del Río Grande (Río Bravo) forme un gran parque internacional", dijo Roosevelt.
Los debates cesaron en la década de 1950, luego se retomaron en la década de 1980 a nivel de base, pero fueron acallados por los debates sobre la seguridad fronteriza y la inmigración tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Unir, no dividir
No está claro si el congreso proporcionará los 1,600 millones de dólares que el presidente Trump ha solicitado para construir un muro. De cualquier forma, la construcción de un muro en un amplio corredor fluvial habitado y con riesgos de inundación es un objetivo dudoso. Como han señalado los expertos, es más eficaz vigilar la frontera con el poder humano y tecnológico que construir una barrera.
De hecho, la restauración del hábitat fluvial podría mejorar la seguridad fronteriza, fomentando un mayor flujo de agua constante. Mejorar la salud del Río Bravo también beneficiaría a los agricultores y productores de energía a ambos lados de la frontera.
En su ensayo de 1951 ‘ Chihuahua as We Might Have Been’, el estudioso estadounidense del paisaje cultural J.B. Jackson escribió que "los ríos deben atraer a los hombres, no separarlos", y que la frontera impone una división artificial en una región que el hombre aceptó como una entidad unificada durante cientos de años: el Suroeste Español. Esta vasta cuenca compartida debe recordarnos que somos frágiles cuando estamos aislados, pero poderosos cuando nos unimos.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en TheConversation.com